domingo, 3 de junio de 2012

Evangelio del Día

domingo 03 Junio 2012
 Solemnidad de la Santísima Trinidad

San Isaac Mártir



Leer el comentario del Evangelio por
San Basilio : "Danos a profesar la verdadera fe reconociendo la gloria de eterna Trinidad" (colecta)

Lecturas

Deuteronomio 4,32-34.39-40.


Pregúntale al tiempo pasado, a los días que te han precedido desde que el Señor creó al hombre sobre la tierra, si de un extremo al otro del cielo sucedió alguna vez algo tan admirable o se oyó una cosa semejante.
¿Qué pueblo oyó la voz de Dios que hablaba desde el fuego, como la oíste tú, y pudo sobrevivir?.
¿O qué dios intentó venir a tomar para sí una nación de en medio de otra, con milagros, signos y prodigios, combatiendo con mano poderosa y brazo fuerte, y realizando tremendas hazañas, como el Señor, tu Dios, lo hizo por ustedes en Egipto, delante de tus mismos ojos?.
Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es Dios - allá arriba, en el cielo y aquí abajo, en la tierra - y no hay otro.
- Observa los preceptos y los mandamientos que hoy te prescribo. Así serás feliz, tú y tus hijos después de ti, y vivirás mucho tiempo en la tierra que el Señor, tu Dios, te da para siempre.


San Pablo a los Romanos 8,14-17.


Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.
Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios ¡Abba!, es decir, ¡Padre!
El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios.
Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él.


Mateo 28,16-20.


Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado.
Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron.
Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra.
Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

San Basilio (v. 330-379), monje y obispo de Cesárea en Capadocia, doctor de la Iglesia
Homilía sobre la fe, 1-3

"Danos a profesar la verdadera fe reconociendo la gloria de eterna Trinidad" (colecta)

El alma que ama a Dios jamás se sacia, más hablar de Dios es audaz:
nuestro espíritu está muy lejos de un asunto tan grande... Cuanto más nos
acercamos al conocimiento de Dios, más sentimos profundamente nuestra
impotencia. Así le ocurrió a Abraham y también a Moisés: aunque que podían
ver a Dios, en lo que le es posible al hombre, tanto uno como el otro eran
el más pequeño de todos; Abraham se llamaba" tierra y ceniza ", y Moisés
era de palabra torpe y lenta (Gn 18,27; Ex 4,11). Comprobaba en efecto, la
debilidad de su lengua para traducir la grandeza de aquel que su espíritu
acogía. Hablamos de Dios no tal como es, sino tal y como podemos cogerlo.
En cuanto a tú, si quieres decir u entender algo de Dios, deja tu
naturaleza corporal, deja tus sentidos corporales... Eleva tu espíritu por
encima de todo lo que ha sido creado, contempla la naturaleza divina: es
allí, inmutable, indivisa, luz inaccesible, gloria brillante, bondad
deseable, belleza inigualable, donde el alma es herida, pero no lo puede
expresar con palabras adecuadas. Aquí es el Padre, el Hijo y el
Santo Espíritu... El Padre es el principio de todo, la causa del ser del
que es, la raíz de los vivientes. Es aquel del que fluye la Fuente de la
vida, la Sabiduría, la Potencia, la Imagen perfecta semejante al Dios
invisible: el Hijo engendrado por el Padre, El Verbo vivo, que es Dios, y
que regresa al Padre (1Co 1,24; He 1,3; Jn 1,1). Por este nombre de Hijo,
sabemos que comparte la misma naturaleza: no es creado por una orden, sino
que brilla sin cesar a partir de su sustancia, unido al Padre de toda
eternidad, igual a él en bondad, igual en potencia, compartiendo su
gloria...Y cuando nuestra inteligencia haya sido purificada de pasiones
terrestres y cuando deje a un lado toda criatura sensible, igual que un pez
que emerge de las profundidades a la superficie, devuelta a la pureza de su
creación, verá entonces el Espíritu Santo allí dónde está el Hijo y donde
está el Padre. Este Espíritu también, siendo la misma esencia según su
naturaleza, posee todos los bienes: bondad, rectitud, santidad, vida... Lo
mismo que arder está ligado al fuego y resplandecer a la luz, así no se le
puede quitar al Espíritu Santo el hecho de santificar o dar vida, no más
que la bondad y la rectitud.




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