domingo 16 Agosto 2009
Vigésimo Domingo del Tiempo Ordinario
San Esteban, San Roque
Leer el comentario del Evangelio por
San Gaudencio de Brescia : « El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él»
Lecturas
Proverbios 9,1-6.
La Sabiduría edificó su casa, talló sus siete columnas,
inmoló sus víctimas, mezcló su vino, y también preparó su mesa.
Ella envió a sus servidoras a proclamar sobre los sitios más altos de la
ciudad:
"El que sea incauto, que venga aquí". Y al falto de entendimiento, le dice:
"Vengan, coman de mi pan, y beban del vino que yo mezclé.
Abandonen la ingenuidad, y vivirán, y sigan derecho por el camino de la
inteligencia".
San Pablo a los Efesios 5,15-20.
Cuiden mucho su conducta y no procedan como necios, sino como personas
sensatas
que saben aprovechar bien el momento presente, porque estos tiempos son
malos.
No sean irresponsables, sino traten de saber cuál es la voluntad del Señor.
No abusen del vino que lleva al libertinaje; más bien, llénense del
Espíritu Santo.
Cuando se reúnan, reciten salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y
celebrando al Señor de todo corazón.
Siempre y por cualquier motivo, den gracias a Dios, nuestro Padre, en
nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Juan 6,51-58.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá
eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".
Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a
comer su carne?".
Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del
hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes.
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré
en el último día.
Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.
Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el
Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y
murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente".
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
San Gaudencio de Brescia (?- después del 406), obispo
Homilía pascual; PG 98, 346
« El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él»
El sacrificio celestial instituido por Cristo es, verdaderamente, la
herencia que nos legó con su testamento nuevo; la noche en que iba a ser
entregado para ser crucificado nos dejó como una prenda de su presencia. Es
el viático para nuestro viaje, nuestro alimento en el camino de la vida
hasta que, dejando este mundo, lleguemos al término de ésa. Por eso el
Señor dijo: «Si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su
sangre, no tenéis vida en vosotros». Quiso que todos sus
favores permanecieran entre nosotros; quiso que las almas rescatadas con su
preciosa sangre fueran siempre santificadas según la imagen de su propia
Pasión. Por eso dio orden a sus fieles discípulos, que puso como los
primeros presbíteros de su Iglesia, que celebraran para siempre estos
misterios de vida eterna... Por eso todo el pueblo de los fieles debería
tener cada día ante sus ojos la representación de la Pasión de Cristo;
teniéndola en nuestras manos, recibiéndola en nuestra boca y en nuestro
corazón, conservaremos un recuerdo imborrable de nuestra redención. Precisa que el pan sea hecho con harina de muchos granos de
trigo, mezclada con agua y el fuego culmine su obra en ella. Se encuentra,
pues, en ella una imagen semejante al cuerpo de Cristo porque nosotros
sabemos que Cristo, con todos los hombres, forma un solo cuerpo que el
Espíritu Santo ha llevado a su plenitud... De la misma manera, el vino de
su sangre se saca de muchos racimos, es decir, de racimos de la viña por él
plantada, exprimidos bajo el lagar de la cruz; derramado en el corazón de
sus fieles borbotea en él por su propio poder. Este es el
sacrificio de la Pascua que lleva la salvación a todos los que han sido
liberados de la esclavitud de Egipto y del Faraón, es decir, del demonio.
Recibidlo unidos a nosotros, con toda la avidez de un corazón religioso.
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domingo, 16 de agosto de 2009
Evangelio del Día
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