domingo, 30 de agosto de 2009

Evangelio del Día

domingo 30 Agosto 2009
Vigésimosegundo Domingo del Tiempo Ordinario

Beato Tomás de Kempis, Santa Rosa de Lima Patrona de América Latina, San Fiacrio, Santa Juana Jugan



Leer el comentario del Evangelio por
Concilio Vaticano II : La paz procede del corazón de cada persona

Lecturas

Deuteronomio 4,1-2.6-8.
Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las leyes que yo les enseño para
que las pongan en práctica. Así ustedes vivirán y entrarán a tomar posesión
de la tierra que les da el Señor, el Dios de sus padres.
No añadan ni quiten nada de lo que yo les ordeno. Observen los mandamientos
del Señor, su Dios, tal como yo se los prescribo.
Obsérvenlos y pónganlos en práctica, porque así serán sabios y prudentes a
los ojos de los pueblos, que al oir todas estas leyes, dirán: "¡Realmente
es un pueblo sabio y prudente esta gran nación!".
¿Existe acaso una nación tan grande que tenga sus dioses cerca de ella,
como el Señor, nuestro Dios, está cerca de nosotros siempre que lo
invocamos?.
¿Y qué gran nación tiene preceptos y costumbres tan justas como esta Ley
que hoy promulgo en presencia de ustedes?.


Santiago 1,17-18.21-22.27.
Todo lo que es bueno y perfecto es un don de lo alto y desciende del Padre
de los astros luminosos, en quien no hay cambio ni sombra de declinación.
El ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad, para que seamos como
las primicias de su creación.
Dejen de lado, entonces, toda impureza y todo resto de maldad, y reciban
con docilidad la Palabra sembrada en ustedes, que es capaz de salvarlos.
Pongan en práctica la Palabra y no se contenten sólo con oírla, de manera
que se engañen a ustedes mismos.
La religiosidad pura y sin mancha delante de Dios, nuestro Padre, consiste
en ocuparse de los huérfanos y de las viudas cuando están necesitados, y en
no contaminarse con el mundo.


Marcos 7,1-8.14-15.21-23.
Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a
Jesús,
y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es
decir, sin lavar.
Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse
antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados;
y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además,
hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como
el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce.
Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus
discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados,
sino que comen con las manos impuras?".
El les respondió: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el
pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero
su corazón está lejos de mí.
En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos
humanos.
Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de
los hombres".
Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: "Escúchenme todos y
entiéndanlo bien.
Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace
impuro es aquello que sale del hombre.
Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las
malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios,
los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades,
la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino.
Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al
hombre".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

Concilio Vaticano II
Constitución dogmática sobre la Iglesia en el mundo actual «Gaudium et spes», § 82

La paz procede del corazón de cada persona

Acerca de los problemas de la paz y del desarme, los sondeos y
conversaciones diligente e ininterrumpidamente celebrados y los congresos
internacionales que han tratado de este asunto deben ser considerados como
los primeros pasos para solventar temas tan espinosos y serios, y hay que
promoverlos con mayor urgencia en el futuro para obtener resultados
prácticos. Sin embargo, hay que evitar el confiarse sólo en los conatos de
unos pocos, sin preocuparse de la reforma en la propia mentali¬dad...

Nada les aprovecha trabajar en la construcción de la paz mientras los
sentimientos de hostilidad, de menosprecio y de desconfianza, los odios
raciales y las ideologías obstinadas, dividen a los hombres y los enfrentan
entre sí. Es de suma ¬urgen¬cia proceder a una renovación en la educación
de la mentalidad y a una nueva orientación en la opinión pública. Los que
se entregan a la tarea de la educación, principalmen¬te de la juventud, o
forman la opinión pública, tengan como gravísima obligación la preocupación
de formar las mentes de todos en nuevos sentimientos pacíficos. Tenemos
todos que cambiar nuestros corazones, con los ojos puestos en el orbe
entero y en aquellos trabajos que todos juntos podemos llevar a cabo para
que nuestra generación mejore.





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domingo, 23 de agosto de 2009

Evangelio del Día

domingo 23 Agosto 2009
Vigésimoprimero Domingo del Tiempo Ordinario

Santa Rosa de Lima



Leer el comentario del Evangelio por
San [Padre] Pio de Pietrelcina : «Tú tienes palabras de vida eterna»

Lecturas

Josue 24,1-2.15-17.18.
Josué reunió en Siquém a todas las tribus de Israel, y convocó a los
ancianos de Israel, a sus jefes, a sus jueces y a sus escribas, y ellos se
presentaron delante del Señor.
Entonces Josué dijo a todo el pueblo: "Así habla el Señor, el Dios de
Israel: Sus antepasados, Téraj, el padre de Abraham y de Najor, vivían
desde tiempos antiguos al otro lado del Río, y servían a otros dioses.
Y si no están dispuestos a servir al Señor, elijan hoy a quién quieren
servir: si a los dioses a quienes sirvieron sus antepasados al otro lado
del Río, o a los dioses de los amorreos, en cuyo país ustedes ahora
habitan. Yo y mi familia serviremos al Señor".
El pueblo respondió: "Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a
otros dioses.
Porque el Señor, nuestro Dios, es el que nos hizo salir de Egipto, de ese
lugar de esclavitud, a nosotros y a nuestros padres, y el que realizó ante
nuestros ojos aquellos grandes prodigios. El nos protegió en todo el camino
que recorrimos y en todos los pueblos por donde pasamos.
Además, el Señor expulsó delante de nosotros a todos esos pueblos y a los
amorreos que habitaban en el país. Por eso, también nosotros serviremos al
Señor, ya que él es nuestro Dios.


San Pablo a los Efesios 5,21-32.
Sométanse los unos a los otros, por consideración a Cristo.
Las mujeres deben respetar a su marido como al Señor,
porque el varón es la cabeza de la mujer, como Cristo es la Cabeza y el
Salvador de la Iglesia, que es su Cuerpo.
Así como la Iglesia está sometida a Cristo, de la misma manera las mujeres
deben respetar en todo a su marido.
Maridos, amen a su esposa, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por
ella,
para santificarla. El la purificó con el bautismo del agua y la palabra,
porque quiso para sí una Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga y
sin ningún defecto, sino santa e inmaculada.
Del mismo modo, los maridos deben amar a su mujer como a su propio cuerpo.
El que ama a su esposa se ama a sí mismo.
Nadie menosprecia a su propio cuerpo, sino que lo alimenta y lo cuida. Así
hace Cristo por la Iglesia,
por nosotros, que somos los miembros de su Cuerpo.
Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y
los dos serán una sola carne.
Este es un gran misterio: y yo digo que se refiere a Cristo y a la Iglesia.



Juan 6,60-69.
Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje!
¿Quién puede escucharlo?".
Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los
escandaliza?
¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba
antes?
El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les
dije son Espíritu y Vida.
Pero hay entre ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde
el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba
a entregar.
Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no
se lo concede".
Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de
acompañarlo.
Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?".
Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de
Vida eterna.
Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

San [Padre] Pio de Pietrelcina (1887-1968), capuchino
Epistolario 3, 980; GF, 196s

«Tú tienes palabras de vida eterna»

Ten paciencia y persevera en la práctica de la meditación. Al
principio conténtate con no adelantar sino a pasos pequeños. Más adelante
tendrás piernas que no desearán sino correr, mejor aún, alas para volar. Conténtate con obedecer. No es nunca fácil, pero es a Dios a
quien hemos escogido. Acepta no ser sino una pequeña abeja en el nido de la
colmena; muy pronto llegarás a ser una de estas grandes obreras hábiles
para la fabricación de la miel. Permanece siempre delante de Dios y de los
hombres, humilde en el amor. Entonces el Señor te hablará en verdad y te
enriquecerá con sus dones. Ocurre a menudo que las abejas,
al atravesar los prados, recorren grandes distancias antes de llegar a las
flores que han escogido; seguidamente, fatigadas pero satisfechas y
cargadas de polen, vuelven a entrar en la colmena para realizar allí la
transformación silenciosa, pero fecunda, del néctar de las flores en néctar
de vida. Haz tú lo mismo: después de escuchar la Palabra, medítala
atentamente, examina los diversos elementos que contiene, busca su
significado profundo. Entonces se te hará clara y luminosa; tendrá el poder
de transformar tus inclinaciones naturales en una pura elevación del
espíritu; y tu corazón estará cada vez más estrechamente unido al corazón
de Cristo.




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domingo, 16 de agosto de 2009

Evangelio del Día

domingo 16 Agosto 2009
Vigésimo Domingo del Tiempo Ordinario

San Esteban, San Roque



Leer el comentario del Evangelio por
San Gaudencio de Brescia : « El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él»

Lecturas

Proverbios 9,1-6.
La Sabiduría edificó su casa, talló sus siete columnas,
inmoló sus víctimas, mezcló su vino, y también preparó su mesa.
Ella envió a sus servidoras a proclamar sobre los sitios más altos de la
ciudad:
"El que sea incauto, que venga aquí". Y al falto de entendimiento, le dice:

"Vengan, coman de mi pan, y beban del vino que yo mezclé.
Abandonen la ingenuidad, y vivirán, y sigan derecho por el camino de la
inteligencia".


San Pablo a los Efesios 5,15-20.
Cuiden mucho su conducta y no procedan como necios, sino como personas
sensatas
que saben aprovechar bien el momento presente, porque estos tiempos son
malos.
No sean irresponsables, sino traten de saber cuál es la voluntad del Señor.

No abusen del vino que lleva al libertinaje; más bien, llénense del
Espíritu Santo.
Cuando se reúnan, reciten salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y
celebrando al Señor de todo corazón.
Siempre y por cualquier motivo, den gracias a Dios, nuestro Padre, en
nombre de nuestro Señor Jesucristo.


Juan 6,51-58.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá
eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".
Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a
comer su carne?".
Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del
hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes.
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré
en el último día.
Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.
Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el
Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y
murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

San Gaudencio de Brescia (?- después del 406), obispo
Homilía pascual; PG 98, 346

« El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él»

El sacrificio celestial instituido por Cristo es, verdaderamente, la
herencia que nos legó con su testamento nuevo; la noche en que iba a ser
entregado para ser crucificado nos dejó como una prenda de su presencia. Es
el viático para nuestro viaje, nuestro alimento en el camino de la vida
hasta que, dejando este mundo, lleguemos al término de ésa. Por eso el
Señor dijo: «Si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su
sangre, no tenéis vida en vosotros». Quiso que todos sus
favores permanecieran entre nosotros; quiso que las almas rescatadas con su
preciosa sangre fueran siempre santificadas según la imagen de su propia
Pasión. Por eso dio orden a sus fieles discípulos, que puso como los
primeros presbíteros de su Iglesia, que celebraran para siempre estos
misterios de vida eterna... Por eso todo el pueblo de los fieles debería
tener cada día ante sus ojos la representación de la Pasión de Cristo;
teniéndola en nuestras manos, recibiéndola en nuestra boca y en nuestro
corazón, conservaremos un recuerdo imborrable de nuestra redención. Precisa que el pan sea hecho con harina de muchos granos de
trigo, mezclada con agua y el fuego culmine su obra en ella. Se encuentra,
pues, en ella una imagen semejante al cuerpo de Cristo porque nosotros
sabemos que Cristo, con todos los hombres, forma un solo cuerpo que el
Espíritu Santo ha llevado a su plenitud... De la misma manera, el vino de
su sangre se saca de muchos racimos, es decir, de racimos de la viña por él
plantada, exprimidos bajo el lagar de la cruz; derramado en el corazón de
sus fieles borbotea en él por su propio poder. Este es el
sacrificio de la Pascua que lleva la salvación a todos los que han sido
liberados de la esclavitud de Egipto y del Faraón, es decir, del demonio.
Recibidlo unidos a nosotros, con toda la avidez de un corazón religioso.




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domingo, 9 de agosto de 2009

Evangelio del Día

domingo 09 Agosto 2009
Decimonoveno Domingo del Tiempo Ordinario

Santa Otilia, Santa Edith Stein



Leer el comentario del Evangelio por
San Cirilo de Alejandría : «El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo»

Lecturas

1 Reyes 19,4-8.
Luego caminó un día entero por el desierto, y al final se sentó bajo una
retama. Entonces se deseó la muerte y exclamó: "¡Basta ya, Señor! ¡Quítame
la vida, porque yo no valgo más que mis padres!".
Se acostó y se quedó dormido bajo la retama. Pero un ángel lo tocó y le
dijo: "¡Levántate, come!".
El miró y vio que había a su cabecera una galleta cocida sobre piedras
calientes y un jarro de agua. Comió, bebió y se acostó de nuevo.
Pero el Angel del Señor volvió otra vez, lo tocó y le dijo: "¡Levántate,
come, porque todavía te queda mucho por caminar!".
Elías se levantó, comió y bebió, y fortalecido por ese alimento caminó
cuarenta días y cuarenta noches hasta la montaña de Dios, el Horeb.


San Pablo a los Efesios 4,30-32.5,1-2.
No entristezcan al Espíritu Santo de Dios, que los ha marcado con un sello
para el día de la redención.
Eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda
clase de maldad.
Por el contrario, sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los
unos a los otros como Dios los ha perdonado en Cristo.
Traten de imitar a Dios, como hijos suyos muy queridos.
Practiquen el amor, a ejemplo de Cristo, que nos amó y se entregó por
nosotros, como ofrenda y sacrificio agradable a Dios.


Juan 6,41-51.
Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: "Yo soy el pan bajado del
cielo".
Y decían: "¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a
su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: 'Yo he bajado del cielo'?"
Jesús tomó la palabra y les dijo: "No murmuren entre ustedes.
Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo
resucitaré en el último día.
Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios.
Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí.
Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto
al Padre.
Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna.
Yo soy el pan de Vida.
Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron.
Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no
muera.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá
eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

San Cirilo de Alejandría (380-444), obispo y doctor de la Iglesia
Comentario al evangelio de Lucas, 22

«El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo»

¿Cómo podía ser que el hombre que permanecía sujeto a la tierra y
sometido a la muerte, pudiera tener de nuevo acceso a la inmortalidad? Era
necesario que su carne se hiciera partícipe del poder vivificante que
reside en Dios. Ahora bien, el poder vivificante de Dios Padre, es su
Palabra, es el Hijo Único; es él el que nos ha enviado como Salvador y
Redentor... Si echas un pedazo pequeño de pan en aceite o
en agua o en vino, rápidamente se va a impregnar de sus propiedades. Si
pones el hierro en contacto con el fuego, muy pronto estará lleno de su
energía y, a pesar de nos ser fuego por naturaleza, pronto aparecerá
semejante al fuego. Así pues, el Verbo vivificante de Dios al unirse a la
carne que él se apropió, la convirtió en vivificante. En
efecto, él dijo: «El que cree en mí tiene vida eterna. Yo soy el pan de la
vida ». Y dijo más todavía: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el
que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne
para la vida del mundo. Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del
Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros». Así pues,
comiendo la carne de Cristo, el Salvador de todos, y bebiendo su sangre,
tenemos la vida en nosotros y llegamos a ser uno con él, permanecemos en él
y él en nosotros. Era necesario que viniera a nosotros de la
manera propia de Dios, por el Espíritu Santo y que, en cierta manera, se
mezcle con nuestros cuerpos a través de su santa carne y su sangre preciosa
que, en el pan y el vino, recibimos como bendición vivificante... En
efecto..., Dios manifestó su gran condescendencia hacia nuestra debilidad y
puso en los elementos del pan y del vino toda la fuerza de su vida y éstos
llevan en sí toda la energía de su propia vida. No dudes, pues, en creerlo
puesto que el mismo Señor ha dicho claramente: «Esto es mi cuerpo» y «Esta
es mi sangre».




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domingo, 2 de agosto de 2009

Evangelio del Día

domingo 02 Agosto 2009
Decimoctavo Domingo del Tiempo Ordinario

San Eusebio de Vercelli, San Pedro Julián Eymard (Eucaristía), San Pedro Julián Eymard, Nuestra Señora de los Ángeles



Leer el comentario del Evangelio por
Guigo el Cartujo : «Danos siempre de ese pan»

Lecturas

Exodo 16,2-4.12-15.
En el desierto, los israelitas comenzaron a protestar contra Moisés y
Aarón.
"Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto, les decían, cuando nos
sentábamos delante de las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos.
Porque ustedes nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda
esta asamblea".
Entonces el Señor dijo a Moisés: "Yo haré caer pan para ustedes desde lo
alto del cielo, y el pueblo saldrá cada día a recoger su ración diaria. Así
los pondré a prueba, para ver si caminan o no de acuerdo con mi ley.
"Yo escuché las protestas de los israelitas. Por eso, háblales en estos
términos: "A la hora del crepúsculo ustedes comerán carne, y por la mañana
se hartarán de pan. Así sabrán que yo, el Señor, soy su Dios".
Efectivamente, aquella misma tarde se levantó una bandada de codornices que
cubrieron el campamento; y a la mañana siguiente había una capa de rocío
alrededor de él.
Cuando esta se disipó, apareció sobre la superficie del desierto una cosa
tenue y granulada, fina como la escarcha sobre la tierra.
Al verla, los israelitas se preguntaron unos a otros: "¿Qué es esto?".
Porque no sabían lo que era. Entonces Moisés les explicó: "Este es el pan
que el Señor les ha dado como alimento.


San Pablo a los Efesios 4,17.20-24.
Les digo y les recomiendo en nombre del Señor: no procedan como los
paganos, que se dejan llevar por la frivolidad de sus pensamientos
Pero no es eso lo que ustedes aprendieron de Cristo,
si es que de veras oyeron predicar de él y fueron enseñados según la verdad
que reside en Jesús.
De él aprendieron que es preciso renunciar a la vida que llevaban,
despojándose del hombre viejo, que se va corrompiendo por la seducción de
la concupiscencia,
para renovarse en lo más íntimo de su espíritu
y revestirse del hombre nuevo, creado a imagen de Dios en la justicia y en
la verdadera santidad.


Juan 6,24-35.
Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban
allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo
llegaste?".
Jesús les respondió: "Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron
signos, sino porque han comido pan hasta saciarse.
Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la
Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios,
el Padre, marcó con su sello".
Ellos le preguntaron: "¿Qué debemos hacer para realizar las obras de
Dios?".
Jesús les respondió: "La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él
ha enviado".
Y volvieron a preguntarle: "¿Qué signos haces para que veamos y creamos en
ti? ¿Qué obra realizas?
Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura:
Les dio de comer el pan bajado del cielo".
Jesús respondió: "Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del
cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo;
porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo".
Ellos le dijeron: "Señor, danos siempre de ese pan".
Jesús les respondió: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá
hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

Guigo el Cartujo, (?-1188), prior de la Gran Cartuja
Meditación 10

«Danos siempre de ese pan»

     El pan del alma es Cristo, «el pan vivo bajado del cielo» (Jn 6,51)
que alimenta a los suyos, ahora a través de la fe, y por la visión en el
mundo futuro. Porque Cristo habita en ti por la fe, y la fe en Cristo es
Cristo en tu corazón (Ef 3,17). Posees a Cristo en la medida que tú crees
en él.

     Y en verdad Cristo es un solo pan, «porque no hay más que un solo
Señor, una sola fe» (Ef 4,5) para todos los creyentes aunque del mismo don
de la fe unos reciban más y otros menos... Así como la verdad es una, así
también una sola fe en la verdad es la única guía y alimento para los
creyentes, y «el mismo y único Espíritu obra todo esto, repartiendo a cada
uno en particular como a él le parece» (1C 12,11).

     Así pues, vivimos todos del mismo pan y cada uno recibe su parte; y
sin embargo Cristo está todo entero para todos, excepto para los que rompen
la unidad... En el don que yo recibo poseo a Cristo entero y Cristo me
posee todo entero, igual que el miembro que pertenece al cuerpo entero
posee, a cambio, al cuerpo entero. Esta porción de fe que tú has recibido
compartiéndola con los demás es como el trozo pequeño de pan que tienes en
tu boca. Pero si tú no meditas de manera frecuente y piadosa eso que crees,
si no lo masticas, esto es, triturándolo y pasándolo de nuevo por los
dientes, es decir, por los sentidos de tu espíritu, no pasará de tu
garganta, es decir, no llegará hasta tu inteligencia. Pues, en efecto,
¿cómo podrás comprender bien lo que raramente y con negligencia meditas,
sobre todo tratándose de una cosa tenue e invisible?... Que por la
meditación, pues, «la Ley del Señor esté siempre en tu boca» (Ex, 3,9) a
fin de que en ti nazca la buena inteligencia de estas cosas. A través de la
buena comprensión el alimento espiritual llega hasta tu corazón, para que
aprecies lo que has comprendido y lo recojas con amor.





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