domingo 28 Junio 2009
Decimotercero Domingo del Tiempo Ordinario
San Irineo
Leer el comentario del Evangelio por
San Pedro Crisólogo : «La niña no está muerta, está dormida»
Lecturas
Sabiduría 1,13-15.2,23-24.
Porque Dios no ha hecho la muerte ni se complace en el perdición de los
vivientes.
El ha creado todas las cosas para que subsistan; las criaturas del mundo
son saludables, no hay en ellas ningún veneno mortal y la muerte no ejerce
su dominio sobre la tierra.
Porque la justicia es inmortal.
Dios creó al hombre para que fuera incorruptible y lo hizo a imagen de su
propia naturaleza,
pero por la envidia del demonio entró la muerte en el mundo, y los que
pertenecen a él tienen que padecerla.
San Pablo a los Corintios 2 8,7.9.13-15.
Y ya que ustedes se distinguen en todo: en fe, en elocuencia, en ciencia,
en toda clase de solicitud por los demás, y en el amor que nosotros les
hemos comunicado, espero que también se distingan en generosidad.
Ya conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo que, siendo rico, se
hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza.
No se trata de que ustedes sufran necesidad para que otros vivan en la
abundancia, sino de que haya igualdad.
En el caso presente, la abundancia de ustedes suple la necesidad de ellos,
para que un día, la abundancia de ellos supla la necesidad de ustedes. Así
habrá igualdad,
de acuerdo con lo que dice la Escritura: El que había recogido mucho no
tuvo de sobra, y el que había recogido poco no sufrió escasez.
Marcos 5,21-43.
Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se
reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar.
Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo,
se arrojó a sus pies,
rogándole con insistencia: "Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las
manos, para que se cure y viva".
Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos
lados.
Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de
hemorragias.
Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus
bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor.
Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la
multitud, y tocó su manto,
porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré curada".
Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba
curada de su mal.
Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio
vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?".
Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y
preguntas quién te ha tocado?".
Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.
Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le
había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.
Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de
tu enfermedad".
Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe
de la sinagoga y le dijeron: "Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir
molestando al Maestro?".
Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga:
"No temas, basta que creas".
Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el
hermano de Santiago,
fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que
lloraba y gritaba.
Al entrar, les dijo: "¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está
muerta, sino que duerme".
Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al
padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella
estaba.
La tomó de la mano y le dijo: "Talitá kum", que significa: "¡Niña, yo te lo
ordeno, levántate".
En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar.
Ellos, entonces, se llenaron de asombro,
y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido.
Después dijo que le dieran de comer.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
San Pedro Crisólogo (hacia406-450), obispo de Rabean, doctor de la Iglesia
Sermón 34; CCL 24, 193s
«La niña no está muerta, está dormida»
Una lectura cualquiera del evangelio nos es de gran provecho tanto
para la vida presente como para la vida futura. Pero todavía más el
evangelio del día de hoy porque contiene la totalidad de nuestra esperanza
y expulsa todo motivo de desesperanza... Un jefe de sinagoga acompaña a
Cristo junto a su hija y, al mismo tiempo, da ocasión a una mujer que
sufría pérdidas de sangre de ir al encuentro de Jesús... Cristo conocía lo
que estaba por suceder y no podía ignorar que esta mujer iría a su
encuentro. Es ella la que hace comprender al jefe de los judíos que Dios no
tiene necesidad de desplazarse, que no es necesario indicarle el camino ni
pedir su presencia física. Por el contrario, basta creer que Dios está
presente en todas partes y que, donde sea, está allí con todo sus ser y
para siempre. Que puede hacerlo todo sin esfuerzo, con tan sólo dar una
orden, que manda su poder sin transportarlo; que con un mandato y sin mover
la mano hace huir a la muerte; que devuelve la vida con sólo decidirlo, sin
necesidad de recurrir a la medicina... Cristo, desde que
llega a la casa y ve a la gente llorando como si la niña estuviera muerta,
quiere hacer que sus corazones incrédulos lleguen a la fe. Puesto que
pensaban que no se podía resucitar de entre los muertos con mayor facilidad
que despertar a uno del sueño, Cristo declara que la niña está dormida y no
muerta. Y sí, verdaderamente, para Dios la muerte es un
sueño. Porque Dios hace volver un muerto a la vida en menos tiempo que un
hombre saca a un dormido de su sueño... Escucha lo que dice el apóstol
Pablo: «En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, los muertos
resucitarán» 1Co 15,52)... Por otra parte, ¿cómo hubiera podido condensar
en unas pocas palabras la rapidez de un acontecimiento en el cual el poder
divino sobrepasa a la misma rapidez? ¿Cómo hubiera podido intervenir el
tiempo en el don de una realidad eterna, no sometida al tiempo?
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domingo, 28 de junio de 2009
Evangelio del Día
domingo, 21 de junio de 2009
Evangelio del Día
domingo 21 Junio 2009
Duodécimo Domingo del Tiempo Ordinario
San Luis Gonzaga
Leer el comentario del Evangelio por
Catecismo de la Iglesia Católica : «¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!»
Lecturas
Job 38,1.8-11.
El Señor respondió a Job desde la tempestad, diciendo:
¿Quién encerró con dos puertas al mar, cuando él salía a borbotones del
seno materno,
cuando le puse una nube por vestido y por pañales, densos nubarrones?
Yo tracé un límite alrededor de él, le puse cerrojos y puertas,
y le dije: "Llegarás hasta aquí y no pasarás; aquí se quebrará la soberbia
de tus olas".
San Pablo a los Corintios 2 5,14-17.
Porque el amor de Cristo nos apremia, al considerar que si uno solo murió
por todos, entonces todos han muerto.
Y él murió por todos, a fin de que los que viven no vivan más para sí
mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
Por eso nosotros, de ahora en adelante, ya no conocemos a nadie con
criterios puramente humanos; y si conocimos a Cristo de esa manera, ya no
lo conocemos más así.
El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo antiguo ha desaparecido, un
ser nuevo se ha hecho presente.
Marcos 4,35-41.
Al atardecer de ese mismo día, les dijo: "Crucemos a la otra orilla".
Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba.
Había otras barcas junto a la suya.
Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que
se iba llenando de agua.
Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal.
Lo despertaron y le dijeron: "¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?".
Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: "¡Silencio! ¡Cállate!".
El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.
Después les dijo: "¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?".
Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: "¿Quién es este,
que hasta el viento y el mar le obedecen?".
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
Catecismo de la Iglesia Católica
§ 280, 288-292
«¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!»
La creación es el fundamento de «todos los designios salvíficos de
Dios», «el comienzo de la historia de la salvación» que culmina en Cristo.
Inversamente, el misterio de Cristo es la luz decisiva sobre el misterio de
la creación; revela el fin en vista del cual, «al principio, Dios creó el
cielo y la tierra» (Gn 1,1): desde el principio Dios preveía la gloria de
la nueva creación en Cristo (Rm 8, 18-23)... La revelación
de la creación es inseparable de la revelación y de la realización de la
Alianza del Dios único, con su Pueblo. La creación es revelada como el
primer paso hacia esta Alianza, como el primero y universal testimonio del
amor todopoderoso de Dios... «En el principio Dios creó el
cielo y la tierra»... «En el principio existía el Verbo... y el Verbo era
Dios... Todo fue hecho por él y sin él nada ha sido hecho» (Jn 1, 1-3). El
Nuevo Testamento revela que Dios creó todo por el Verbo Eterno, su Hijo
amado. «En Él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la
tierra... todo fue creado por él y para él, él existe con anterioridad a
todo y todo tiene en él su consistencia» (Col 1,16-17). La fe de la Iglesia
afirma también la acción creadora del Espíritu Santo: él es el «dador de
vida», «el Espíritu Creador», la «Fuente de todo bien». Insinuada en el
Antiguo Testamento, revelada en la Nueva Alianza, inseparablemente una con
la del Padre, es claramente afirmada por la regla de fe de la Iglesia:
«Sólo existe un Dios...: es el Padre, es Dios, es el Creador, es el Autor,
es el Ordenador. Ha hecho todas las cosas por sí mismo, es decir, por su
Verbo y por su Sabiduría», «por el Hijo y el Espíritu» que son como «sus
manos». La creación es obra común de la Trinidad.
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domingo, 14 de junio de 2009
Evangelio del Día
domingo 14 Junio 2009
El Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Corpus Christi) - Solemnidad
Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
Santa Digna
Leer el comentario del Evangelio por
Himno antiguo para el Sábado Santo : « Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos »
Lecturas
Exodo 24,3-8.
Moisés fue a comunicar al pueblo todas las palabras y prescripciones del
Señor, y el pueblo respondió a una sola voz: "Estamos decididos a poner en
práctica todas las palabras que ha dicho el Señor".
Moisés consignó por escrito las palabras del Señor, y a la mañana
siguiente, bien temprano, levantó un altar al pie de la montaña y erigió
doce piedras en representación a las doce tribus de Israel.
Después designó a un grupo de jóvenes israelitas, y ellos ofrecieron
holocaustos e inmolaron terneros al Señor, en sacrificio de comunión.
Moisés tomó la mitad de la sangre, la puso en unos recipientes, y derramó
la otra mitad sobre el altar.
Luego tomó el documento de la alianza y lo leyó delante del pueblo, el cual
exclamó: "Estamos resueltos a poner en práctica y a obedecer todo lo que el
Señor ha dicho".
Entonces Moisés tomó la sangre y roció con ella al pueblo, diciendo: "Esta
es la sangre de la alianza que ahora el Señor hace con ustedes, según lo
establecido en estas cláusulas".
Hebreos 9,11-15.
Cristo, en cambio, ha venido como Sumo Sacerdote de los bienes futuros. El,
a través de una Morada más excelente y perfecta que la antigua -no
construida por manos humanas, es decir, no de este mundo creado-
entró de una vez por todas en el Santuario, no por la sangre de chivos y
terneros, sino por su propia sangre, obteniéndonos así una redención
eterna.
Porque si la sangre de chivos y toros y la ceniza de ternera, con que se
rocía a los que están contaminados por el pecado, los santifica,
obteniéndoles la pureza externa,
¡cuánto más la sangre de Cristo, que por obra del Espíritu eterno se
ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que
llevan a la muerte, para permitirnos tributar culto al Dios viviente!
Por eso, Cristo es mediador de una Nueva Alianza entre Dios y los hombres,
a fin de que, habiendo muerto para redención de los pecados cometidos en la
primera Alianza, los que son llamados reciban la herencia eterna que ha
sido prometida.
Marcos 14,12-16.22-26.
El primer día de la fiesta de los panes Acimos, cuando se inmolaba la
víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: "¿Dónde quieres que
vayamos a prepararte la comida pascual?".
El envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: "Vayan a la ciudad; allí se
encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo,
y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: '¿Dónde está mi
sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?'.
El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones
y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario".
Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como
Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.
Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo
dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen, esto es mi Cuerpo".
Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de
ella.
Y les dijo: "Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por
muchos.
Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba
el vino nuevo en el Reino de Dios".
Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
Himno antiguo para el Sábado Santo
Borgia, Frammenti eucaristici antichissimi, p. 46-50
« Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos »
Hoy, sobre el altar hemos contemplado a nuestro Señor Jesucristo. Hoy, hemos sido alimentados con el carbón de fuego, a la sombra del
cual cantan los Querubines (Is 6,2s). Hoy hemos oído la voz
poderosa y suave que nos dice: Este cuerpo quema las
espinas de los pecados, ilumina el alma de los hombres. Este
cuerpo ha sido tocado por la mujer que padecía flujos de sangre y ha sido
curada de su enfermedad. Este cuerpo, con sólo verlo, curó a la
hija de la Cananea. Este cuerpo, la pecadora, con todo el ardor
de su alma se acercó a él y fue liberada del barro de sus pecados.
Este cuerpo, lo tocó Tomás y lo reconoció exclamando: «Mi Señor y mi
Dios» Este cuerpo, grande y muy alto, es el fundamento de nuestra
salvación. Antaño, el que es el Verbo y la Vida nos
declaró:«Esta sangre ha sido derramada por vosotros y entregada para
la remisión de los pecados. Hemos bebido, amados míos, la sangre
santa e inmortal. Hemos bebido, amados míos, la sangre que fluyó
del costado del Señor, que cura toda enfermedad, que libera a todas las
almas. Hemos bebido la sangre con la que hemos sido
rescatados. Hemos sido comprados e instruidos, hemos sido
iluminados. ¡Mirad, hermanos, qué cuerpo hemos comido!
¡Mirad, hijos, qué sangre nos ha embriagado! Mirad la alianza
pactada con nuestro Dios, por miedo a enrojecer en el día terrible, en el
día del juicio (cf 1C 11,29). ¿Quién está en condiciones de
glorificar el misterio de la gracia?Hemos sido juzgados dignos de
participar del don. Vigilémonos hasta el fin a fin de poder
escuchar su voz bendita, dulce y santa: «Venid, benditos de mi
Padre, recibid en herencia el reino preparado para vosotros» (Mt
25,34)... Amados míos, celebramos las maravillas del bautismo de
Jesús (cf Mc 10,38), su santa y vivificante resurrección,por la
que el mundo ha recibido la salvación. Aguardamos todos la
dichosa realizaciónpor la gracia y la benevolencia de nuestro Señor
Jesucristo:a él sean dadas la gloria, el honor y la adoración.
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domingo, 7 de junio de 2009
Evangelio del Día
domingo 07 Junio 2009
La Santísima Trinidad
Santísima Trinidad
San Pedro , La Santísima Trinidad
Leer el comentario del Evangelio por
San Ireneo de Lión : «Bautizad en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo»
Lecturas
Deuteronomio 4,32-34.39-40.
Pregúntale al tiempo pasado, a los días que te han precedido desde que el
Señor creó al hombre sobre la tierra, si de un extremo al otro del cielo
sucedió alguna vez algo tan admirable o se oyó una cosa semejante.
¿Qué pueblo oyó la voz de Dios que hablaba desde el fuego, como la oíste
tú, y pudo sobrevivir?.
¿O qué dios intentó venir a tomar para sí una nación de en medio de otra,
con milagros, signos y prodigios, combatiendo con mano poderosa y brazo
fuerte, y realizando tremendas hazañas, como el Señor, tu Dios, lo hizo por
ustedes en Egipto, delante de tus mismos ojos?.
Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es Dios - allá arriba, en
el cielo y aquí abajo, en la tierra - y no hay otro.
- Observa los preceptos y los mandamientos que hoy te prescribo. Así serás
feliz, tú y tus hijos después de ti, y vivirás mucho tiempo en la tierra
que el Señor, tu Dios, te da para siempre.
San Pablo a los Romanos 8,14-17.
Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.
Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el
temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios
¡Abba!, es decir, ¡Padre!
El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que
somos hijos de Dios.
Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos
de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él.
Mateo 28,16-20.
Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había
citado.
Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron.
Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la
tierra.
Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en
el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre
con ustedes hasta el fin del mundo".
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
San Ireneo de Lión (hacia 130-hacia 208), obispo, teólogo y mártir
Demostración de la predicación apostólica, 6-8
«Bautizad en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo»
Mirad cuál es la regla de nuestra fe, la que funda nuestro edificio,
la que da firmeza a nuestra forma de comportarnos. Primero: Dios Padre,
increado, ilimitado, invisible; Dios uno, creador del universo; este es el
primer artículo de nuestra fe. Segundo artículo: el Verbo de Dios, Hijo de
Dios, Jesucristo, nuestro Señor; fue revelado a los profetas de acuerdo con
el género de sus profecías y según el designio del Padre; todo fue hecho
por medio de él; al final de los tiempos, para recapitular todas las cosas,
se dignó hacerse hombre entre los humanos, visible, palpable, y así
destruir la muerte y hacer aparecer la vida y obrar la reconciliación entre
Dios y el hombre. Y el tercer artículo: el Espíritu Santo; por medio de él
han profetizado los profetas, nuestros padres han conocido las cosas de
Dios y los justos han sido guiados por los caminos de la justicia; al final
de los tiempos fue derramado de una manera nueva sobre los hombres a fin de
ser renovados por Dios en toda la tierra. Por eso el
bautismo de nuestro nuevo nacimiento está colocado bajo el signo de estos
tres artículos. Dios Padre nos lo concede en vistas a nuestro nuevo
nacimiento en el Hijo por medio del Espíritu Santo. Porque los que llevan
en ellos el Espíritu Santo son conducidos al Verbo que es el Hijo, y el
Hijo los conduce al Padre, y el Padre nos concede la inmortalidad. Sin el
Espíritu es imposible ver al Verbo de Dios, y sin el Hijo nadie puede
acercarse al Padre. Porque el conocimiento del Padre, es el Hijo, el
conocimiento del Hijo se hace a través del Espíritu Santo, y el Hijo da el
Espíritu según el Padre quiere.
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