domingo, 24 de mayo de 2009

Evangelio del Día

domingo 24 Mayo 2009
Ascensión del Señor

Ascensión del Señor
Marìa Auxiliadora de los Cristianos, San Vicente de Lerin, Solemnidad de la Ascensión del Señor



Leer el comentario del Evangelio por
Cardenal John Henry Newman : «Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo»

Lecturas

Hechos 1,15-17.20-26.
Uno de esos días, Pedro se puso de pie en medio de los hermanos -los que
estaban reunidos eran alrededor de ciento veinte personas- y dijo:
"Hermanos, era necesario que se cumpliera la Escritura en la que el
Espíritu Santo, por boca de David, habla de Judas, que fue el jefe de los
que apresaron a Jesús.
El era uno de los nuestros y había recibido su parte en nuestro ministerio.

En el libro de los Salmos está escrito: Que su casa quede desierta y nadie
la habite. Y más adelante: Que otro ocupe su cargo.
Es necesario que uno de los que han estado en nuestra compañía durante todo
el tiempo que el Señor Jesús permaneció con nosotros,
desde el bautismo de Juan hasta el día de la ascensión, sea constituido
junto con nosotros testigo de su resurrección".
Se propusieron dos: José, llamado Barsabás, de sobrenombre el Justo, y
Matías.
Y oraron así: "Señor, tú que conoces los corazones de todos, muéstranos a
cuál de los dos elegiste
para desempeñar el ministerio del apostolado, dejado por Judas al irse al
lugar que le correspondía".
Echaron suertes, y la elección cayó sobre Matías, que fue agregado a los
once Apóstoles.


Epístola I de San Juan 4,11-16.
Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los
unos a los otros.
Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros, Dios
permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en
nosotros.
La señal de que permanecemos en él y él permanece en nosotros, es que nos
ha comunicado su Espíritu.
Y nosotros hemos visto y atestiguamos que el Padre envió al Hijo como
Salvador del mundo.
El que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, permanece en Dios, y Dios
permanece en él.
Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él.
Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios
permanece en él.


Juan 17,11-19.
Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y yo vuelvo a ti.
Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno,
como nosotros.
Mientras estaba con ellos, cuidaba en tu Nombre a los que me diste; yo los
protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse,
para que se cumpliera la Escritura.
Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para que mi gozo sea
el de ellos y su gozo sea perfecto.
Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del
mundo, como tampoco yo soy del mundo.
No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno.
Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad.
Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo.
Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la
verdad.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

Cardenal John Henry Newman (1801-1890), presbítero, fundador de comunidad religiosa, teólogo
PPS, vol. 6, nº 15 «Nuevos con Cristo»

«Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo»

Comenzad ya ahora, en este tiempo de Pascua, vuestra resurrección con
Cristo. ¡Mirad como os tiende la mano! ¡Resucita; resucitad con él! Salid
del sepulcro del viejo Adán, abandonad vuestras preocupaciones, las
envidias, las inquietudes, las ambiciones del mundo, la esclavitud de la
costumbre, el tumulto de las pasiones, las fascinaciones de la carne, el
frío espíritu a ras de tierra y calculador, la ligereza, el egoísmo, la
indolencia, la vanidad y las manías de grandeza. Esforzaos desde ahora a
hacer lo que os parece difícil, pero que no debería, no debe ser
descuidado: velad, orad y meditad... Dejad ver que vuestro
corazón, vuestras aspiraciones y toda vuestra vida están con vuestro Dios.
Reservad cada día un poco de tiempo para ir a su encuentro... No os digo
que dejéis el mundo ni que abandonéis los deberes que tenéis aquí en la
tierra, sino que seáis dueños de vuestro tiempo. No dediquéis horas enteras
al ocio o a la vida de sociedad, siendo así que no consagráis algunos
instantes a Cristo. No oréis únicamente cuando os encontráis cansados y a
punto de ir a dormir; no os olvidéis completamente de alabarle o de
interceder por el mundo y por la Iglesia. Comportaos según las palabras de
la Escritura Santa: «Buscad las realidades de allá arriba». Demostrad que
pertenecéis a Cristo ya que vuestro corazón «ha resucitado con él» y
«vuestra vida está escondida con Cristo en Dios» (Col 3,1-3).




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