domingo 20 Enero 2013
Segundo Domingo del tiempo ordinario
San Fabián , San Eutimio el Grande, San Sebastián de Narbona
Leer el comentario del Evangelio por
San Máximo de Turín : El vino nuevo de la verdadera alegría
Lecturas
Isaías 62,1-5.
Por amor a Sión no me callaré, por amor a Jerusalén no descansaré, hasta que irrumpa su justicia como una luz radiante y su salvación, como una antorcha encendida.
Las naciones contemplarán tu justicia y todos los reyes verán tu gloria; y tú serás llamada con un nombre nuevo, puesto por la boca del Señor.
Serás una espléndida corona en la mano del Señor, una diadema real en las palmas de tu Dios.
No te dirán más "¡Abandonada!", sino que te llamarán "Mi deleite", y a tu tierra "Desposada". Porque el Señor pone en ti su deleite y tu tierra tendrá un esposo.
Como un joven se casa con una virgen, así te desposará el que te reconstruye; y como la esposa es la alegría de su esposo, así serás tú la alegría de tu Dios.
1 Corintios 12,4-11.
Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu.
Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor.
Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos.
En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común.
El Espíritu da a uno la sabiduría para hablar; a otro, la ciencia para enseñar, según el mismo Espíritu;
a otro, la fe, también en el mismo Espíritu. A este se le da el don de curar, siempre en ese único Espíritu;
a aquel, el don de hacer milagros; a uno, el don de profecía; a otro, el don de juzgar sobre el valor de los dones del Espíritu; a este, el don de lenguas; a aquel, el don de interpretarlas.
Pero en todo esto, es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno en particular como él quiere.
Juan 2,1-11.
Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí.
Jesús también fue invitado con sus discípulos.
Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: "No tienen vino".
Jesús le respondió: "Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía".
Pero su madre dijo a los sirvientes: "Hagan todo lo que él les diga".
Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una.
Jesús dijo a los sirvientes: "Llenen de agua estas tinajas". Y las llenaron hasta el borde.
"Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete". Así lo hicieron.
El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo
y le dijo: "Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento".
Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
San Máximo de Turín (?-c 420), obispo
Homilía 23; PL 57, 274
El vino nuevo de la verdadera alegría
El Señor, está escrito, fue a la boda donde había sido invitado. El
Hijo de Dios pues fue a esta boda para santificar con su presencia el
matrimonio que ya había sido instituido. Fue a una boda de la antigua ley
para escogerse en el pueblo pagano una esposa que permanecería siempre
virgen. Él que no nació de un matrimonio humano fue a la boda. Fue allá no
para participar en un banquete festivo, sino para revelarse por un prodigio
verdaderamente admirable. Fue allá no para beber vino, sino para darlo.
Porque, tan pronto como los invitados se quedaron con vino, la
bienaventurada María le dijo: "no tienen vino". Jesús, aparentemente
contrariado, le respondió: " ¿mujer, qué nos va a ti y a mi?"...
Respondiendo: " mi hora todavía no ha llegado ", anunciaba ciertamente la
hora gloriosa de su Pasión, o bien el vino difundido para la salvación y la
vida de todos. Marie pedía un favor temporal, mientras que Cristo preparaba
una alegría eterna. Sin embargo el Señor en su bondad, no vaciló en
conceder estas pequeñas cosas hasta que vengan las grandes. La
bienaventurada María, porque verdaderamente era la madre del Señor, veía
por el pensamiento lo que iba a llegar y conocía por anticipado la voluntad
del Señor. Por eso se encargó de advertir a los servidores con estas
palabras: " haced lo que él os diga". Su santa madre sabía ciertamente que
la palabra de reproche de su hijo y Señor no escondía el resentimiento de
un hombre enfurecido sino contenía un misterio de compasión... Y de repente
el agua comenzó a recibir la fuerza, a cambiar el color, a difundir un buen
olor, a adquirir gusto, y al mismo tiempo a cambiar totalmente de
naturaleza. Y esta transformación del agua en otra sustancia manifestó la
presencia del Creador, porque nadie, excepto el que creó el agua de nada,
puede transformarla en otra cosa.
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domingo, 20 de enero de 2013
Evangelio del Día
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