domingo 29 Abril 2012
Cuarto Domingo de Pascua
Leer el comentario del Evangelio por
San Basilio de Seleucia : «Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y ellas me conocen»
Lecturas
Hechos 4,8-12.
Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: "Jefes del pueblo y ancianos,
ya que hoy se nos pide cuenta del bien que hicimos a un enfermo y de cómo fue curado,
sepan ustedes y todo el pueblo de Israel: este hombre está aquí sano delante de ustedes por el nombre de nuestro Señor Jesucristo de Nazaret, al que ustedes crucificaron y Dios resucitó de entre los muertos.
El es la piedra que ustedes, los constructores, han rechazado, y ha llegado a ser la piedra angular.
Porque no existe bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres, por el cual podamos alcanzar la salvación".
Epístola I de San Juan 3,1-2.
¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a él.
Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Juan 10,11-18.
Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas.
El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa.
Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.
Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí
-como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor.
El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla.
Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre".
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
San Basilio de Seleucia (?-v. 468), obispo
Oración 26; PG 44, 129
«Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y ellas me conocen»
Miremos a nuestro pastor, Cristo... Se regocija con las ovejas que
están cercanas a él y va en busca de las extraviadas. No teme montes y
bosques; recorre barrancos hasta llegar a la oveja perdida. Y aunque la
encuentre en estado lastimoso, no se encoleriza, sino llevado por la
compasión, la toma sobre sus hombros y, de su propio cansancio, cura la
oveja cansada (Lc 15,4s)... Con razón Cristo proclama: "Yo soy el Buen
Pastor, busco la oveja perdida, recupero a la extraviada, vendo a la que
está herida, curo a la que está enferma» (Ez 34,16). He visto al rebaño de
los hombres agobiado por la enfermedad; he visto a mis corderos descender
al lugar de los demonios; he visto a mi rebaño despedazado por los lobos.
He visto ésto y no lo he visto desde lo alto. Por eso tomé la mano
desecada, atrapada por el mal, como por un lobo; desaté aquello que la
fiebre había atado; hice ver a aquellos, cuyos ojos permanecieron cerrados
desde el seno de su madre; saqué a Lázaro de la tumba, donde yacía desde
hacía cuatro días (Mc 3,5; 1,31; Jn 9; 11). «Porque soy el buen pastor; el
buen pastor da su vida por sus ovejas "... Los profetas conocieron a este
pastor, ya que antes de su Pasión, anunciaban lo que iba a venir: "Como
cordero, llevado al matadero; como oveja ante el esquilador, no abría la
boca" (Is 53,7). Como una oveja, el pastor ofreció su garganta por sus
ovejas... Por su muerte, remedia a la muerte; por su tumba, vacía las
tumbas... Las tumbas son pesadas y la prisión está cerrada, mientras
el pastor, desciende de la cruz, no viene para llevar a sus ovejas
apresadas la alegre noticia de su liberación. Lo vemos en los infiernos
donde da la orden de liberación (1P 3,19); lo vemos llamar de nuevo a sus
ovejas, llamarlas por su nombre y llevarlas de la estancia de los muertos a
la vida. "El buen pastor da su vida por sus ovejas". Así es como se propone
ganar el afecto de sus ovejas, y a las que saben oír su voz las ama Cristo.
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domingo, 29 de abril de 2012
Evangelio del Día
domingo, 22 de abril de 2012
Evangelio del Día
domingo 22 Abril 2012
Tercer Domingo de Pascua
San Sotero
Leer el comentario del Evangelio por
San Agustín : ¿Por qué tenéis estos pensamientos?
Lecturas
Hechos 3,13-15.17-19.
El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, glorificó a su servidor Jesús, a quien ustedes entregaron, renegando de él delante de Pilato, cuando este había resuelto ponerlo en libertad.
Ustedes renegaron del Santo y del Justo, y pidiendo como una gracia la liberación de un homicida,
mataron al autor de la vida. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos.
Ahora bien, hermanos, yo sé que ustedes obraron por ignorancia, lo mismo que sus jefes.
Pero así, Dios cumplió lo que había anunciado por medio de todos los profetas: que su Mesías debía padecer.
Por lo tanto, hagan penitencia y conviértanse, para que sus pecados sean perdonados.
Epístola I de San Juan 2,1-5a.
Hijos míos, les he escrito estas cosas para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos un defensor ante el Padre: Jesucristo, el Justo.
El es la Víctima propiciatoria por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.
La señal de que lo conocemos, es que cumplimos sus mandamientos.
El que dice: "Yo lo conozco", y no cumple sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él.
Pero en aquel que cumple su palabra, el amor de Dios ha llegado verdaderamente a su plenitud. Esta es la señal de que vivimos en él.
Lucas 24,35-48.
Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes".
Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu,
pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas?
Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo".
Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies.
Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer?".
Ellos le presentaron un trozo de pescado asado;
él lo tomó y lo comió delante de todos.
Después les dijo: "Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos".
Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras,
y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día,
y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados.
Ustedes son testigos de todo esto.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
San Agustín (354-430), obispo de Hipona( África del Norte) y doctor de la Iglesia
Sermón 238
¿Por qué tenéis estos pensamientos?
Este pasaje del Evangelio... nos muestra verdaderamente quién es
Cristo y verdaderamente quién es la Iglesia..., para que comprendamos bien
a qué Esposa este divino Esposo escogió y quién es el Esposo de esta Esposa
santa... En esta página podemos leer su acta de matrimonio...
Supiste que Cristo era el Verbo, la Palabra de Dios, unido a un alma humana
y con un cuerpo humano... Aquí, los discípulos creyeron ver un espíritu; no
creían que el Señor tenía un cuerpo verdadero.Pero como el Señor conocía el
peligro de tales pensamientos, se apresura a arrancarlos de su corazón:
"¿por qué estos pensamientos invaden vuestro corazón? Ved mis manos y mis
pies; tocad y ved que un espíritu no tiene carne ni hueso como vosotros
veis que yo tengo". Y tú, a estos mismos pensamientos vanos, opón con
firmeza la regla de fe que recibiste... Cristo es verdaderamente el
Verbo, el Hijo único igual al Padre, unido a un alma verdaderamente humana
y con un cuerpo verdadero limpio de todo pecado. Este es el cuerpo que
murió, este cuerpo el que resucitó, este cuerpo el que fue clavado a la
cruz, este cuerpo el que fue depositado en la tumba, este cuerpo el que
está sentado en los cielos.Nuestro Señor quería persuadir a sus discípulos
de que lo que veían, verdaderamente eran huesos y carne... ¿Por qué quiso
convencerme de esta verdad? Porque sabía, hasta qué punto es para mí un
bien creerlo y cuánto tenía que perder si no creía en esto. Creed pues,
también vosotros:¡Este es el Esposo! Escuchemos ahora, lo que dijo
concerniente a la Esposa...: "Hacía falta que Cristo sufriera y que
resucitara de entre los muertos al tercer día, y que se proclame en su
nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados a todas las naciones,
comenzando por Jerusalén". He aquí la Esposa: la Iglesia extendida por toda
la tierra, que acogió a todos los pueblos en su seno... Los apóstoles veían
a Cristo y creían en la Iglesia, que no veían. Nosotros vemos la Iglesia;
creamos pues en Jesucristo, que no vemos, y atándonos así a lo que vemos,
alcanzaremos lo que todavía no vemos.
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domingo, 15 de abril de 2012
Evangelio del Día
domingo 15 Abril 2012
Segundo Domingo de Pascua - Domingo de la Misericordia
Domingo de la Divina Misericordia
Santa Basilisa Anastasia
Leer el comentario del Evangelio por
San Basilio de Seleucia : «Hemos visto al Señor»
Lecturas
Hechos 4,32-35.
La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos.
Los Apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección del Señor Jesús y gozaban de gran estima.
Ninguno padecía necesidad, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían
y ponían el dinero a disposición de los Apóstoles, para que se distribuyera a cada uno según sus necesidades.
Epístola I de San Juan 5,1-6.
El que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y el que ama al Padre ama también al que ha nacido de él,
La señal de que amamos a los hijos de Dios es que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos.
El amor a Dios consiste en cumplir sus mandamientos, y sus mandamientos no son una carga,
porque el que ha nacido de Dios, vence al mundo. Y la victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe.
¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?
Jesucristo vino por el agua y por la sangre; no solamente con el agua, sino con el agua y con la sangre. Y el Espíritu da testimonio porque el Espíritu es la verdad.
Juan 20,19-31.
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes".
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan".
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús.
Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". El les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré".
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe".
Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!".
Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!".
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro.
Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
San Basilio de Seleucia (?-v. 468), obispo
Sermón para el día de Resurrección
«Hemos visto al Señor»
Escondidos en una casa, los apóstoles ven a Cristo; entra, con
todas las puertas cerradas. Pero Tomás, ausente entonces, cierra sus oídos
y quiere abrir sus ojos... Deja estallar su incredulidad, confiando así en
que su deseo será concedido. "Mis dudas desaparecerán en cuanto lo vea,
dice. Pondré mi dedo en las marcas de los clavos, y estrecharé al Señor al
que tanto deseo. Que censure mi falta de fe, pero que me colme con
su vista. Ahora soy descreído, pero después de verlo, creeré. Creeré cuando
lo abrace y lo contemple. Quiero ver sus manos agujeradas, que han curado
las manos maléficas de Adán. Quiero ver su costado, que cazó a la muerte
del costado del hombre. Quiero ser testigo del Señor y el testimonio de
otro no me basta. Lo que contáis exaspera mi impaciencia. La buena noticia
que me dais, sólo aumenta mi turbación. No curaré este dolor, si no le toco
con mis manos. " El Señor se vuelve a aparecer y disipa al mismo
tiempo la tristeza y la duda de su discípulo. ¿Qué digo? No disipa su duda,
colma su espera. Entra, con todas las puertas cerradas.
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domingo, 8 de abril de 2012
Evangelio del Día
domingo 08 Abril 2012
Solemnidades del Domingo de Pascua: Santo Día de Pascua, Resurrección del Señor
Resurrección del Señor
Pedro Bienvenido Noailles
Leer el comentario del Evangelio por
Beato Guerrico de Igny : «¿Por qué buscáis entre los muertos el que está vivo?» (Lc 24,5)
Lecturas
Hechos 10,34a.37-43.
Entonces Pedro, tomando la palabra, dijo: "Verdaderamente, comprendo que Dios no hace acepción de personas,
Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba Juan:
cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. El pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén. Y ellos lo mataron, suspendiéndolo de un patíbulo.
Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara,
no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su resurrección.
Y nos envió a predicar al pueblo, y atestiguar que él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos.
Todos los profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre".
Pablo a los Colosenses 3,1-4.
Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios.
Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra.
Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios.
Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria.
Juan 20,1-9.
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo,
y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
Beato Guerrico de Igny (hacia 1080-1157), abad cisterciense
Sermón 1 para el día de la resurrección; PL 185ª, 143-144
«¿Por qué buscáis entre los muertos el que está vivo?» (Lc 24,5)
Para mí, hermanos, «la vida es Cristo y morir significa una
ganancia» (Flp 1,21) Me voy, pues, a Galilea, a la montaña que Jesús nos ha
indicado (Mt 28,10.16). Lo veré y lo adoraré para no morir ya más, porque
todo aquel que ve al Hijo del Hombre y cree en él tiene la vida eterna,
«aunque haya muerto, vivirá.» (Jn 11,25) Hoy, hermanos, ¿cuál es el
testimonio de la alegría que colma vuestro corazón por el amor de Cristo?
Si alguna vez habéis experimentado el amor a Jesús, vivo o muerto,
resucitado: hoy cuando los mensajeros proclaman su resurrección en la
Iglesia, vuestro corazón exulta y exclama: «Me han traído esta buena
noticia: Jesús, mi Dios, vive. Al escuchar estas palabras, mi corazón que
estaba hundido en la pena y en el desánimo, languideciendo de tibieza y
cobardía, ha recobrado ánimo.» Hoy, la suave música de este gozoso mensaje
reanima a los pecadores que estaban hundidos en la muerte. Sin este mensaje
no habría más salida que desesperar y enterrar en el olvido a aquellos que
Jesús, saliendo de los infiernos, habría dejado en el abismo.
Comprobarás que tu espíritu ha recobrado la vida en Cristo, si dices: «Si
Jesús vive, esto me basta. Si él vive, yo vivo en él, mi vida depende de
él. El es mi vida, él es mi todo. ¿qué me puede faltar si Jesús vive? Mejor
aún: que todo lo demás me falte, no me importa, si sé que Jesús vive.»
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domingo, 1 de abril de 2012
Evangelio del Día
domingo 01 Abril 2012
Domingo de Ramos
San Hugo Francia
Leer el comentario del Evangelio por
Homilía atribuida a San Epifanio de Salamina : ¡Llega el Esposo! salid a recibirlo (Mt 25,6)
Lecturas
Isaías 50,4-7.
El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo.
El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás.
Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían.
Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.
Pablo a los Filipenses 2,6-11.
El, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente:
al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano,
se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz.
Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre,
para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos,
y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: "Jesucristo es el Señor".
Marcos 14,1-72.15,1-47.
Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes Acimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera de arrestar a Jesús con astucia, para darle muerte.
Porque decían: "No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un tumulto en el pueblo".
Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso, llegó una mujer con un frasco lleno de un valioso perfume de nardo puro, y rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús.
Entonces algunos de los que estaban allí se indignaron y comentaban entre sí: "¿Para qué este derroche de perfume?
Se hubiera podido vender por más de trescientos denarios para repartir el dinero entre los pobres". Y la criticaban.
Pero Jesús dijo: "Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una buena obra conmigo.
A los pobres los tendrán siempre con ustedes y podrán hacerles bien cuando quieran, pero a mí no me tendrán siempre.
Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura.
Les aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo".
Judas Iscariote, uno de los Doce, fue a ver a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús.
Al oírlo, ellos se alegraron y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba una ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de la fiesta de los panes Acimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?".
El envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: "Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo,
y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: '¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?'.
El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario".
Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.
Al atardecer, Jesús llegó con los Doce.
Y mientras estaban comiendo, dijo: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará, uno que come conmigo".
Ellos se entristecieron y comenzaron a preguntarle, uno tras otro: "¿Seré yo?".
El les respondió: "Es uno de los Doce, uno que se sirve de la misma fuente que yo.
El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!".
Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen, esto es mi Cuerpo".
Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella.
Y les dijo: "Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos.
Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios".
Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.
Y Jesús les dijo: "Todos ustedes se van a escandalizar, porque dice la Escritura: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas.
Pero después que yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea".
Pedro le dijo: "Aunque todos se escandalicen, yo no me escandalizaré".
Jesús le respondió: "Te aseguro que hoy, esta misma noche, antes que cante el gallo por segunda vez, me habrás negado tres veces".
Pero él insistía: "Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré". Y todos decían lo mismo.
Llegaron a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos: "Quédense aquí, mientras yo voy a orar".
Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y a angustiarse.
Entonces les dijo: "Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí velando".
Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, de ser posible, no tuviera que pasar por esa hora.
Y decía: "Abba -Padre- todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya".
Después volvió y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús dijo a Pedro: "Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora?
Permanezcan despiertos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil".
Luego se alejó nuevamente y oró, repitiendo las mismas palabras.
Al regresar, los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se cerraban de sueño, y no sabían qué responderle.
Volvió por tercera vez y les dijo: "Ahora pueden dormir y descansar. Esto se acabó. Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.
¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar".
Jesús estaba hablando todavía, cuando se presentó Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas y palos, enviado por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos.
El traidor les había dado esta señal: "Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo y llévenlo bien custodiado".
Apenas llegó, se le acercó y le dijo: "Maestro", y lo besó.
Los otros se abalanzaron sobre él y lo arrestaron.
Uno de los que estaban allí sacó la espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja.
Jesús les dijo: "Como si fuera un bandido, han salido a arrestarme con espadas y palos.
Todos los días estaba entre ustedes enseñando en el Templo y no me arrestaron. Pero esto sucede para que se cumplan las Escrituras".
Entonces todos lo abandonaron y huyeron.
Lo seguía un joven, envuelto solamente con una sábana, y lo sujetaron;
pero él, dejando la sábana, se escapó desnudo.
Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y allí se reunieron todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas.
Pedro lo había seguido de lejos hasta el interior del palacio del Sumo Sacerdote y estaba sentado con los servidores, calentándose junto al fuego.
Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un testimonio contra Jesús, para poder condenarlo a muerte, pero no lo encontraban.
Porque se presentaron muchos con falsas acusaciones contra él, pero sus testimonios no concordaban.
Algunos declaraban falsamente contra Jesús:
"Nosotros lo hemos oído decir: 'Yo destruiré este Templo hecho por la mano del hombre, y en tres días volveré a construir otro que no será hecho por la mano del hombre'".
Pero tampoco en esto concordaban sus declaraciones.
El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie ante la asamblea, interrogó a Jesús: "¿No respondes nada a lo que estos atestiguan contra ti?".
El permanecía en silencio y no respondía nada. El Sumo Sacerdote lo interrogó nuevamente: "¿Eres el Mesías, el Hijo de Dios bendito?".
Jesús respondió: "Sí, yo lo soy: y ustedes verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir entre las nubes del cielo".
Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó: "¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?
Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?". Y todos sentenciaron que merecía la muerte.
Después algunos comenzaron a escupirlo y, tapándole el rostro, lo golpeaban, mientras le decían: "¡Profetiza!". Y también los servidores le daban bofetadas.
Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, llegó una de las sirvientas del Sumo Sacerdote
y, al ver a Pedro junto al fuego, lo miró fijamente y le dijo: "Tú también estabas con Jesús, el Nazareno".
El lo negó, diciendo: "No sé nada; no entiendo de qué estás hablando". Luego salió al vestíbulo.
La sirvienta, al verlo, volvió a decir a los presentes: "Este es uno de ellos".
Pero él lo negó nuevamente. Un poco más tarde, los que estaban allí dijeron a Pedro: "Seguro que eres uno de ellos, porque tú también eres galileo".
Entonces él se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre del que estaban hablando.
En seguida cantó el gallo por segunda vez. Pedro recordó las palabras que Jesús le había dicho: "Antes que cante el gallo por segunda vez, tú me habrás negado tres veces". Y se puso a llorar.
En cuanto amaneció, los sumos sacerdotes se reunieron en Consejo con los ancianos, los escribas y todo el Sanedrín. Y después de atar a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato.
Este lo interrogó: "¿Tú eres el rey de los judíos?". Jesús le respondió: "Tú lo dices".
Los sumos sacerdotes multiplicaban las acusaciones contra él.
Pilato lo interrogó nuevamente: "¿No respondes nada? ¡Mira de todo lo que te acusan!".
Pero Jesús ya no respondió a nada más, y esto dejó muy admirado a Pilato.
En cada Fiesta, Pilato ponía en libertad a un preso, a elección del pueblo.
Había en la cárcel uno llamado Barrabás, arrestado con otros revoltosos que habían cometido un homicidio durante la sedición.
La multitud subió y comenzó a pedir el indulto acostumbrado.
Pilato les dijo: "¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los judíos?".
El sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia.
Pero los sumos sacerdotes incitaron a la multitud a pedir la libertad de Barrabás.
Pilato continuó diciendo: "¿Qué debo hacer, entonces, con el que ustedes llaman rey de los judíos?".
Ellos gritaron de nuevo: "¡Crucifícalo!".
Pilato les dijo: "¿Qué mal ha hecho?". Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: "¡Crucifícalo!".
Pilato, para contentar a la multitud, les puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.
Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron a toda la guardia.
Lo vistieron con un manto de púrpura, hicieron una corona de espinas y se la colocaron.
Y comenzaron a saludarlo: "¡Salud, rey de los judíos!".
Y le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando la rodilla, le rendían homenaje.
Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron de nuevo sus vestiduras. Luego lo hicieron salir para crucificarlo.
Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús.
Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa: "lugar del Cráneo".
Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó.
Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus vestiduras, sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno.
Ya mediaba la mañana cuando lo crucificaron.
La inscripción que indicaba la causa de su condena decía: "El rey de los judíos".
Con él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Los que pasaban lo insultaban, movían la cabeza y decían: "¡Eh, tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar,
sálvate a ti mismo y baja de la cruz!".
De la misma manera, los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban y decían entre sí: "¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo!
Es el Mesías, el rey de Israel, ¡que baje ahora de la cruz, para que veamos y creamos!". También lo insultaban los que habían sido crucificados con él.
Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde;
y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz: "Eloi, Eloi, lamá sabactani", que significa: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?".
Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: "Está llamando a Elías".
Uno corrió a mojar una esponja en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña le dio de beber, diciendo: "Vamos a ver si Elías viene a bajarlo".
Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró.
El velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
Al verlo expirar así, el centurión que estaba frente a él, exclamó: "¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!".
Había también allí algunas mujeres que miraban de lejos. Entre ellas estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé,
que seguían a Jesús y lo habían servido cuando estaba en Galilea; y muchas otras que habían subido con él a Jerusalén.
Era día de Preparación, es decir, víspera de sábado. Por eso, al atardecer,
José de Arimatea -miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios- tuvo la audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.
Pilato se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto.
Informado por el centurión, entregó el cadáver a José.
Este compró una sábana, bajó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en ella y lo depositó en un sepulcro cavado en la roca. Después, hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.
María Magdalena y María, la madre de José, miraban dónde lo habían puesto.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
Homilía atribuida a San Epifanio de Salamina (? - 403), obispo
Homilía para la fiesta de Ramos; PG 43, 427
¡Llega el Esposo! salid a recibirlo (Mt 25,6)
«Hija de Sión, ¡alégrate!» Goza y exulta, Iglesia de Dios; «he aquí
que viene tu rey», sal a su encuentro, apresúrate para contemplar su
gloria. He aquí la salvación del mundo: Dios viene hacia la cruz, y el
Deseado de las naciones (Ag 2,7) entra en Sión. La luz viene, gritemos con
el pueblo: «Hosanna al Hijo de David. Bendito el que viene en nombre del
Señor» (Sal 117). El Señor Dios nos ha aparecido a nosotros que
estábamos en las tinieblas y las sombras de la muerte (Lc 1,79). Se
manifestó, resurrección de los que duermen, liberación de los cautivos, luz
de los ciegos, consuelo de los afligidos, descanso de los débiles, fuente
de los sedientos, vengador de los perseguidos, rescate de los perdidos,
unión de los divididos, médico de los enfermos, salud de los descarriados.
Es un día de fiesta que celebra la Iglesia, bajo la sombra de
Cristo, como verde olivo en la casa de Dios (Sal 51,10); celebra un día de
fiesta con Cristo, azucena primaveral del Paraíso en flor. Porque Cristo
está en medio de la Iglesia, él verdadera azucena en flor, raíz de Jesé que
no juzga al mundo sino que lo sirve (Is 11,1.3). Está en medio de la
Iglesia, fuente eterna de donde brotan muchos de los ríos del paraíso (Gn
2,10), también Mateo, Marcos, Lucas y Juan, que riegan el jardín de la
Iglesia de Cristo. Hoy, que somos brotes fecundos de olivo (cf Sal.127, 3),
llevando en la mano ramos de olivo, suplicamos a Cristo misericordioso.
"Plantados en la casa del Señor ", floreciendo en primavera en " los atrios
de la casa de nuestro Dios ", celebremos un día de fiesta: " ¡el invierno
ha pasado!» (Sal. 91,14; CC 2,11)... Exclamo con Pablo con voz santa
y fuerte: "Lo antiguo ha pasado, ya todo es nuevo" (2Co 5,17)... Un
profeta, mirando hacia este rey exclama: "Este es el Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo" (Jn 1,29); y David, mirando a Cristo nacido de
su raza según la carne, dice: "El Señor es Dios, él nos ilumina" (Sal.
117,27 LXX). Día de fiesta admirable por su novedad, sorprendente y
asombroso: los niños aclaman a Cristo como Dios y los sacerdotes lo
maldicen, los niños le adoran y los doctores de la Ley le desprecian y le
calumnian. Los niños dicen: " ¡Hosanna!» Y sus enemigos gritan: "
¡Crucifícalo!" Ésos se reúnen alrededor de Cristo con palmas, éstos se
echan sobre él con espadas; ésos cortan ramas, éstas preparan una cruz.
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