domingo, 6 de noviembre de 2011

Evangelio del Día

domingo 06 Noviembre 2011
XXXII Domingo del Tiempo Ordinario A

San Leonardo de Noblac (o de Limoges)



Leer el comentario del Evangelio por
Santa Gertrudis de Helfta : «¡Qué llega el esposo! salid a recibirlo!»

Lecturas

Sabiduría 6,12-16.


La Sabiduría es luminosa y nunca pierde su brillo: se deja contemplar fácilmente por los que la aman y encontrar por los que la buscan.
Ella se anticipa a darse a conocer a los que la desean.
El que madruga para buscarla no se fatigará, porque la encontrará sentada a su puerta.
Meditar en ella es la perfección de la prudencia, y el que se desvela por su causa pronto quedará libre de inquietudes.
La Sabiduría busca por todas partes a los que son dignos de ella, se les aparece con benevolencia en los caminos y les sale al encuentro en todos sus pensamientos.


San Pablo a los Tesalonicenses 1 4,13-18.


No queremos, hermanos, que vivan en la ignorancia acerca de los que ya han muerto, para que no estén tristes como los otros, que no tienen esperanza.
Porque nosotros creemos que Jesús murió y resucitó: de la misma manera, Dios llevará con Jesús a los que murieron con él.
Queremos decirles algo, fundados en la Palabra del Señor: los que vivamos, los que quedemos cuando venga el Señor, no precederemos a los que hayan muerto.
Porque a la señal dada por la voz del Arcángel y al toque de la trompeta de Dios, el mismo Señor descenderá del cielo. Entonces, primero resucitarán los que murieron en Cristo.
Después nosotros, los que aún vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos al cielo, sobre las nubes, al encuentro de Cristo, y así permaneceremos con el Señor para siempre.
Consuélense mutuamente con estos pensamientos.


Mateo 25,1-13.


Por eso, el Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo.
Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes.
Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite,
mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos.
Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas.
Pero a medianoche se oyó un grito: 'Ya viene el esposo, salgan a su encuentro'.
Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas.
Las necias dijeron a las prudentes: '¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?'.
Pero estas les respondieron: 'No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado'.
Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta.
Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: 'Señor, señor, ábrenos',
pero él respondió: 'Les aseguro que no las conozco'.
Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

Santa Gertrudis de Helfta (1256-1301), monja benedictina
Ejercicios, n° 5; SC 127

«¡Qué llega el esposo! salid a recibirlo!»

Mi Dios, mi dulce Noche, cuando me llegue la noche de esta vida,
hazme dormir dulcemente en ti, y experimentar el feliz descanso que has
preparado para aquellos que tú amas. Que la mirada tranquila y graciosa de
tu amor, organice y disponga con bondad, los preparativos para mi boda. Con
la abundancia de tu amor, cubre... la pobreza de mi vida indigna; que mi
alma habite en las delicias de tu amor, con una profunda confianza.
¡Oh amor, eres para mi una noche hermosa, que mi alma diga con gozo y
alegría a mi cuerpo un dulce adiós, y que mi espíritu, volviendo al Señor
que me lo dio, descanse en paz bajo tu sombra. Entonces me dirás
claramente... "Que viene el Esposo: sal ahora y únete a él íntimamente,
para que te regocijes en la gloria de su rostro" ... ¿Cuándo, cuándo
te me mostrarás, para que te vea y dibuje en mi, con deleite, esta fuente
de vida que tú eres, Dios mío? (Isaías 12,3) Entonces beberé, me embriagaré
en la abundante dulzura de esta fuente de vida de donde brotan las delicias
de aquel que mi alma desea (Sal 41,3) ¡Oh, dulce rostro, ¿cuándo me
colmarás de ti? Así entraré en el admirable santuario, hasta la visión de
Dios (Sal 41,5); no estoy más que a la entrada, y mi corazón gime por la
larga duración de mi exilio. ¿Cuándo me llenarás de alegría en tu rostro
dulce? (Salmo 15,11) Entonces contemplaré y abrazaré al verdadero Esposo de
mi alma, mi Jesús... Entonces conoceré como soy conocida (1 Corintios
13,12), amaré como soy amada; entonces te veré, Dios mío, tal como eres (1
Jn ,:2), en tu visión, tu felicidad y tu posesión bienaventurada por los
siglos.




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