domingo, 25 de septiembre de 2011

Evangelio del Día

domingo 25 Septiembre 2011
XXVI Domingo del Tiempo Ordinario A

Santo Niño de la Guardia († 1489)



Leer el comentario del Evangelio por
Santa Teresa Benedicta de la Cruz : Obedientes al Padre, siguiendo al Hijo

Lecturas

Ezequiel 18,25-28.


Ustedes dirán: "El proceder del Señor no es correcto". Escucha, casa de Israel: ¿Acaso no es el proceder de ustedes, y no el mío, el que no es correcto?
Cuando el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, muere por el mal que ha cometido.
Y cuando el malvado se aparta del mal que ha cometido, para practicar el derecho y la justicia, él mismo preserva su vida.
El ha abierto los ojos y se ha convertido de todas las ofensas que había cometido: por eso, seguramente vivirá, y no morirá.


Pablo a los Filipenses 2,1-11.


Si la exhortación en nombre de Cristo tiene algún valor, si algo vale el consuelo que brota del amor o la comunión en el Espíritu, o la ternura y la compasión,
les ruego que hagan perfecta mi alegría, permaneciendo bien unidos. Tengan un mismo amor, un mismo corazón, un mismo pensamiento.
No hagan nada por espíritu de discordia o de vanidad, y que la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos.
Que cada uno busque no solamente su propio interés, sino también el de los demás.
Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús.
El, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente:
al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano,
se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz.
Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre,
para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos,
y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: "Jesucristo es el Señor".


Mateo 21,28-32.


"¿Qué les parece? Un hombre tenía dos hijos y, dirigiéndose al primero, le dijo: 'Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña'.
El respondió: 'No quiero'. Pero después se arrepintió y fue.
Dirigiéndose al segundo, le dijo lo mismo y este le respondió: 'Voy, Señor', pero no fue.
¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?". "El primero", le respondieron. Jesús les dijo: "Les aseguro que los publicanos y las prostitutas llegan antes que ustedes al Reino de Dios.
En efecto, Juan vino a ustedes por el camino de la justicia y no creyeron en él; en cambio, los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Pero ustedes, ni siquiera al ver este ejemplo, se han arrepentido ni han creído en él.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, (1891-1942), carmelita descalza, filósofa, mártir, co-patrona de Europa
Meditación para la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz

Obedientes al Padre, siguiendo al Hijo

"¡Qué se haga tu voluntad!" (Mt 6,10) En esto ha consistido, toda
la vida del Salvador. Vino al mundo para cumplir la voluntad del Padre, no
sólo con el fin de expiar el pecado de desobediencia por su obediencia (Rm
5,19), sino también para reconducir a los hombres hacia su vocación en el
camino de la obediencia. No se da a la voluntad de los seres
creados, ser libre por ser dueño de sí mismo. Está llamada a ponerse de
acuerdo con la voluntad de Dios. Si acepta por libre sumisión, entonces se
le ofrece también participar libremente en la culminación de la creación.
Si se niega, la criatura libre pierde su libertad. La voluntad del hombre
todavía tiene libre albedrío, pero se deja seducir por las cosas de este
mundo que le atraen y poseen en una dirección que la aleja de la plenitud
de su naturaleza, como Dios manda y que han abolido la meta que se ha
fijado en su libertad original. Además de la libertad original, pierde la
seguridad de su resolución. Se vuelve cambiante e indecisa, desgarrada por
las dudas y los escrúpulos, o endurecida en su error. Frente a esto,
no hay otro remedio que el camino de seguir a Cristo, el Hijo del hombre,
que no sólo obedecía directamente al Padre del cielo, sino que se sometió
también a los hombres que representaban la voluntad del Padre. La
obediencia tal como Dios quería, nos libera de la esclavitud que nos
causan las cosas creadas y nos devuelve a la libertad. Así también el
camino hacia la pureza de corazón.




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domingo, 18 de septiembre de 2011

Evangelio del Día

domingo 18 Septiembre 2011
XXV Domingo del Tiempo Ordinario A

San José Cupertino



Leer el comentario del Evangelio por
San Gregorio Magno : «Id también vosotros a mi viña»

Lecturas

Isaías 55,6-9.


¡Busquen al Señor mientras se deja encontrar, llámenlo mientras está cerca!
Que el malvado abandone su camino y el hombre perverso, sus pensamientos; que vuelva el Señor, y él le tendrá compasión, a nuestro Dios, que es generoso en perdonar.
Porque los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos -oráculo del Señor-.
Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes.


Pablo a los Filipenses 1,20c-24.27a.


Así lo espero ansiosamente, y no seré defraudado. Al contrario, estoy completamente seguro de que ahora, como siempre, sea que viva, sea que muera, Cristo será glorificado en mi cuerpo.
Porque para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia.
Pero si la vida en este cuerpo me permite seguir trabajando fructuosamente, ya no sé qué elegir.
Me siento urgido de ambas partes: deseo irme para estar con Cristo, porque es mucho mejor,
pero por el bien de ustedes es preferible que permanezca en este cuerpo.
Solamente les pido que se comporten como dignos seguidores del Evangelio de Cristo. De esa manera, sea que yo vaya a verlos o que oiga hablar de ustedes estando ausente, sabré que perseveran en un mismo espíritu, luchando de común acuerdo y con un solo corazón por la fe del Evangelio,


Mateo 20,1-16a.


Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña.
Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza,
les dijo: 'Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo'.
Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.
Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: '¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?'.
Ellos les respondieron: 'Nadie nos ha contratado'. Entonces les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'.
Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: 'Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros'.
Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario.
Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario.
Y al recibirlo, protestaban contra el propietario,
diciendo: 'Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada'.
El propietario respondió a uno de ellos: 'Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario?
Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti.
¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?'.
Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

San Gregorio Magno (v. 540-604), Papa y doctor de la Iglesia
Homilías sobre el Evangelio n°19

«Id también vosotros a mi viña»

El Señor no cesa en ningún momento de enviar obreros para cultivar
su viña...: por medio de los patriarcas, luego de los doctores de la Ley y
los profetas, y por último, los apóstoles, trabajaba, en cierto modo,
cultivando su viña por medio de sus trabajadores. Todos aquellos que, a una
fe recta, se unen las buenas obras han sido los obreros de esta viña...
Los trabajadores del principio del día, de la tercera, de la sexta y de
la novena hora representan, pues, el antiguo pueblo hebreo, que, se
aplica... desde el comienzo del mundo, a dar culto a Dios con una fe recta,
y por tanto, no ha cesado, por así decirlo, de trabajar en el cultivo de la
vid. Pero a la 11ª hora, son llamados los paganos, y es a ellos a quienes
se destinan estas palabras: "¿por qué habéis estado allí, toda la jornada,
sin hacer nada? " pues a lo largo de mucho tiempo, los paganos se habían
descuidado de trabajar para la vida eterna, y estaban ahí, en cierta forma,
toda la jornada, sin hacer nada. Pero observad, hermanos, lo que responden
a la pregunta que se les ha planteado: «porque nadie nos ha contratado». En
efecto, ningún patriarca, ni ningún profeta habían llegado a ellos. Y ¿qué
quiere decir: "nadie nos ha contratado para trabajar" sino: "nadie nos ha
predicado el camino de la vida «? Pero nosotros, ¿qué excusa
pondremos, si no hacemos buenas obras? Recordemos que hemos recibido la fe,
al salir del seno de nuestra madre, escuchado las palabras de vida desde
nuestra cuna, y fueron las ubres de la santa Iglesia el alimento de la
doctrina celestial al mismo tiempo que la leche materna.




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domingo, 11 de septiembre de 2011

Evangelio del Día

domingo 11 Septiembre 2011
XXIV Domingo del Tiempo Ordinario A

Santa Teodora



Leer el comentario del Evangelio por
Beato Juan Pablo II : «¿No deberías, a tu vuelta, tener compasión de tu hermano?»

Lecturas

Eclesiástico 27,30.28,1-7.


También el rencor y la ira son abominables, y ambas cosas son patrimonio del pecador.
El hombre vengativo sufrirá la venganza del Señor, que llevará cuenta exacta de todos sus pecados.
Perdona el agravio a tu prójimo y entonces, cuando ores, serán absueltos tus pecados.
Si un hombre mantiene su enojo contra otro, ¿cómo pretende que el Señor lo sane?
No tiene piedad de un hombre semejante a él ¡y se atreve a implorar por sus pecados!
El, un simple mortal, guarda rencor: ¿quién le perdonará sus pecados?
Acuérdate del fin, y deja de odiar; piensa en la corrupción y en la muerte, y sé fiel a los mandamientos;
acuérdate de los mandamientos, y no guardes rencor a tu prójimo; piensa en la Alianza del Altísimo, y pasa por alto la ofensa.


San Pablo a los Romanos 14,7-9.


Ninguno de nosotros vive para sí, ni tampoco muere para sí.
Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor: tanto en la vida como en la muerte, pertenecemos al Señor.
Porque Cristo murió y volvió a la vida para ser Señor de los vivos y de los muertos.


Mateo 18,21-35.


Entonces se adelantó Pedro y le dijo: "Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?".
Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores.
Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos.
Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.
El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo".
El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: 'Págame lo que me debes'.
El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: 'Dame un plazo y te pagaré la deuda'.
Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor.
Este lo mandó llamar y le dijo: '¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda.
¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de tí?'.
E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.
Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

Beato Juan Pablo II
Encíclica «Dives in misericordia» cp. 7, §14 (trad. © Libreria Editrice Vaticana)

«¿No deberías, a tu vuelta, tener compasión de tu hermano?»

La Iglesia debe considerar como uno de sus deberes principales—en
cada etapa de la historia y especialmente en la edad contemporánea—el de
proclamar e introducir en la vida el misterio de la misericordia, revelado
en sumo grado en Cristo Jesús. Este misterio, no sólo para la misma Iglesia
en cuanto comunidad de creyentes, sino también en cierto sentido para todos
los hombres, es fuente de una vida diversa de la que el hombre, expuesto a
las fuerzas prepotentes de la triple concupiscencia que obran en él, está
en condiciones de construir. Precisamente en nombre de este misterio Cristo
nos enseña a perdonar siempre. ¡Cuántas veces repetimos las palabras de la
oración que El mismo nos enseñó, pidiendo: «perdónanos nuestras deudas como
nosotros perdonamos a nuestros deudores» (Mt 6,12), es decir, a aquellos
que son culpables de algo respecto a nosotros! Es en verdad difícil
expresar el valor profundo de la actitud que tales palabras trazan e
inculcan. ¡Cuántas cosas dicen estas palabras a todo hombre acerca de su
semejante y también acerca de sí mismo! La conciencia de ser deudores unos
de otros va pareja con la llamada a la solidaridad fraterna que san Pablo
ha expresado en la invitación concisa a soportarnos «mutuamente con amor»
(Ep 4,2). ¡Qué lección de humildad se encierra aquí respecto del hombre,
del prójimo y de sí mismo a la vez! ¡Qué escuela de buena voluntad para la
convivencia de cada día, en las diversas condiciones de nuestra existencia!




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Evangelio del Día

domingo 11 Septiembre 2011
XXIV Domingo del Tiempo Ordinario A

Santa Teodora



Leer el comentario del Evangelio por
Beato Juan Pablo II : «¿No deberías, a tu vuelta, tener compasión de tu hermano?»

Lecturas

Eclesiástico 27,30.28,1-7.


También el rencor y la ira son abominables, y ambas cosas son patrimonio del pecador.
El hombre vengativo sufrirá la venganza del Señor, que llevará cuenta exacta de todos sus pecados.
Perdona el agravio a tu prójimo y entonces, cuando ores, serán absueltos tus pecados.
Si un hombre mantiene su enojo contra otro, ¿cómo pretende que el Señor lo sane?
No tiene piedad de un hombre semejante a él ¡y se atreve a implorar por sus pecados!
El, un simple mortal, guarda rencor: ¿quién le perdonará sus pecados?
Acuérdate del fin, y deja de odiar; piensa en la corrupción y en la muerte, y sé fiel a los mandamientos;
acuérdate de los mandamientos, y no guardes rencor a tu prójimo; piensa en la Alianza del Altísimo, y pasa por alto la ofensa.


San Pablo a los Romanos 14,7-9.


Ninguno de nosotros vive para sí, ni tampoco muere para sí.
Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor: tanto en la vida como en la muerte, pertenecemos al Señor.
Porque Cristo murió y volvió a la vida para ser Señor de los vivos y de los muertos.


Mateo 18,21-35.


Entonces se adelantó Pedro y le dijo: "Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?".
Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores.
Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos.
Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.
El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo".
El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: 'Págame lo que me debes'.
El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: 'Dame un plazo y te pagaré la deuda'.
Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor.
Este lo mandó llamar y le dijo: '¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda.
¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de tí?'.
E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.
Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

Beato Juan Pablo II
Encíclica «Dives in misericordia» cp. 7, §14 (trad. © Libreria Editrice Vaticana)

«¿No deberías, a tu vuelta, tener compasión de tu hermano?»

La Iglesia debe considerar como uno de sus deberes principales—en
cada etapa de la historia y especialmente en la edad contemporánea—el de
proclamar e introducir en la vida el misterio de la misericordia, revelado
en sumo grado en Cristo Jesús. Este misterio, no sólo para la misma Iglesia
en cuanto comunidad de creyentes, sino también en cierto sentido para todos
los hombres, es fuente de una vida diversa de la que el hombre, expuesto a
las fuerzas prepotentes de la triple concupiscencia que obran en él, está
en condiciones de construir. Precisamente en nombre de este misterio Cristo
nos enseña a perdonar siempre. ¡Cuántas veces repetimos las palabras de la
oración que El mismo nos enseñó, pidiendo: «perdónanos nuestras deudas como
nosotros perdonamos a nuestros deudores» (Mt 6,12), es decir, a aquellos
que son culpables de algo respecto a nosotros! Es en verdad difícil
expresar el valor profundo de la actitud que tales palabras trazan e
inculcan. ¡Cuántas cosas dicen estas palabras a todo hombre acerca de su
semejante y también acerca de sí mismo! La conciencia de ser deudores unos
de otros va pareja con la llamada a la solidaridad fraterna que san Pablo
ha expresado en la invitación concisa a soportarnos «mutuamente con amor»
(Ep 4,2). ¡Qué lección de humildad se encierra aquí respecto del hombre,
del prójimo y de sí mismo a la vez! ¡Qué escuela de buena voluntad para la
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domingo, 4 de septiembre de 2011

Evangelio del Día

domingo 04 Septiembre 2011
XXIII Domingo del Tiempo Ordinario A

Santa Rosa Viterbo



Leer el comentario del Evangelio por
Beata Teresa de Calcuta : «Todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en el cielo»: el sacramento del perdón

Lecturas

Ezequiel 33,7-9.


También a ti, hijo de hombre, yo te he puesto como centinela de la casa de Israel: cuando oigas una palabra de mi boca, tú les advertirás de mi parte.
Cuando yo diga al malvado: "Vas a morir", si tú no hablas para advertir al malvado que abandone su mala conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre.
Si tú, en cambio, adviertes al malvado para que se convierta de su mala conducta, y él no se convierte, él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida.


San Pablo a los Romanos 13,8-10.


Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo: el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley.
Porque los mandamientos: No cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás, y cualquier otro, se resumen en este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
El amor no hace mal al prójimo. Por lo tanto, el amor es la plenitud de la Ley.


Mateo 18,15-20.


Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano.
Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos.
Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.
Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.
También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá.
Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

Beata Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de la Misioneras de la Caridad
El amor más grande

«Todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en el cielo»: el sacramento del perdón

El otro día un periodista me hizo una curiosa pregunta:
¿Incluso usted tiene que confesarse? Sí, le dije. Me confieso cada semana.
Entonces Dios tiene que ser muy exigente, si hasta usted tiene que
confesarse. Seguro que su hijo a veces se equivoca, le dije. Y ¿qué
ocurre cuando viene y le dice «papá, lo siento»?, ¿qué hace usted? Lo rodea
con sus brazos y lo besa. ¿Por qué? Pues porque esa es su manera de decirle
que lo ama. Dios hace lo mismo. Nos ama tiernamente. Por lo
tanto cuando pecamos o cometemos un error, lo que debemos hacer es
servirnos de eso para acercarnos más a Dios. Digámosle humildemente: «Sé
que no debería haber hecho esto, pero incluso esta falta te la ofrezco».
Si hemos pecado o cometido un error, digámosle: «¡Lo siento! Me
arrepiento». Dios es un Padre que perdona. Su clemencia es mayor que
nuestros pecados. Él nos perdonará.




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