domingo, 28 de agosto de 2011

Evangelio del Día

domingo 28 Agosto 2011
XXII Domingo del Tiempo Ordinario A

San Agustin



Leer el comentario del Evangelio por
San Cesáreo de Arles : «Quien me sigue»

Lecturas

Jeremías 20,7-9.


¡Tú me has seducido, Señor, y yo me dejé seducir! ¡Me has forzado y has prevalecido! Soy motivo de risa todo el día, todos se burlan de mí.
Cada vez que hablo, es para gritar, para clamar: "Violencia, devastación!". Porque la palabra del Señor es para mí oprobio y afrenta todo el día.
Entonces dije: "No lo voy a mencionar, ni hablaré más en su Nombre". Pero había en mi corazón como un fuego abrasador, encerrado en mis huesos: me esforzaba por contenerlo, pero no podía.


San Pablo a los Romanos 12,1-2.


Por lo tanto, hermanos, yo los exhorto por la misericordia de Dios a ofrecerse ustedes mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: este es el culto espiritual que deben ofrecer.
No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto.


Mateo 16,21-27.


Desde aquel día, Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.
Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: "Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá".
Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres".
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?
Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

San Cesáreo de Arles (470-543), monje y obispo
Sermon 159 ; CCL 104, 650

«Quien me sigue»

Pecando, el hombre había cubierto su ruta de obstáculos, pero ésta
ha sido superada cuando Cristo la pisó con su resurrección e hizo, de un
sendero estrecho, una avenida digna de un Rey. La humildad y la caridad son
los dos pies que permiten desplazarse con rapidez. Todos somos atraídos por
las alturas de la caridad, pero la humildad es el primer escalón que es
preciso subir. ¿Por qué levantas el pie más alto que tú mismo? ¿Quieres
caer y no subir? Comienza por el primer escalón, es decir por la humildad,
y después ella te hará subir. Por ello nuestro Señor y Salvador no
se limitó a decir: "que renuncie a sí mismo», sino que añadió: "que coja su
cruz y que me siga «. ¿Qué significa, que coja su cruz? Que soporte todo lo
que le es penoso, y así es como llegará a mi casa. Desde que haya comenzado
a seguirme, conformándose a mi vida y a mis mandamientos, encontrará en su
camino bastante gente que le contradecirá, que tratarán de desviarlo, que
no sólo se burlaran de él, sino que le perseguirán. Estas personas no se
encuentran únicamente entre los paganos que están fuera de la Iglesia; sino
incluso entre los que parecen estar en la Iglesia, si se juzgan
externamente... Por consiguiente, si tú deseas seguir a Cristo,
lleva su Cruz sin más demora y sobrelleva a los malvados sin dejarte
vencer... «Si alguno quiere caminar en pos de mí, que coja su cruz y que me
siga». En consecuencia, si queremos poner esto en práctica, tratemos, con
la ayuda de Dios, de hacer nuestra la palabra del apóstol san Pablo: "Si
tenemos qué comer y qué vestir, démonos por satisfechos». Es de temer, que
si deseamos más bienes terrestres de los que necesitamos, «queriéndonos
enriquecer", no «caigamos en la trampa de la tentación, en una multitud de
deseos absurdos y peligrosos, que conducen a las personas a la ruina y la
perdición» (1Tm 6,8-9). Se digne, el Señor, tomarnos bajo su protección y
nos libre de esta tentación.




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domingo, 21 de agosto de 2011

Evangelio del Día

domingo 21 Agosto 2011
XXI Domingo del Tiempo Ordinario A

San Pío X



Leer el comentario del Evangelio por
Papa Benedicto XVI : «Sobre esta piedra, edificaré mi Iglesia»

Lecturas

Isaías 22,19-23.


Yo te derribaré de tu sitial y te destituiré de tu cargo.
Y aquel día, llamaré a mi servidor Eliaquím, hijo de Jilquías;
lo vestiré con tu túnica, lo ceñiré con tu faja, pondré tus poderes en su mano, y él será un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá.
Pondré sobre sus hombros la llave de la casa de David: lo que él abra, nadie lo cerrará; lo que él cierre, nadie lo abrirá.
Lo clavaré como una estaca en un sitio firme, y será un trono de gloria para la casa de su padre.


San Pablo a los Romanos 11,33-36.


¡Qué profunda y llena de riqueza es la sabiduría y la ciencia de Dios! ¡Qué insondables son sus designios y qué incomprensibles sus caminos!
¿Quién penetró en el pensamiento del Señor? ¿Quién fue su consejero?
¿Quién le dio algo, para que tenga derecho a ser retribuido?
Porque todo viene de él, ha sido hecho por él, y es para él. ¡A él sea la gloria eternamente! Amén.


Mateo 16,13-20.


Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?".
Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas".
"Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?".
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.
Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.
Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".
Entonces ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

Papa Benedicto XVI
Ángelus del 24/08/08 (trad. © Libreria Editrice Vaticana)

«Sobre esta piedra, edificaré mi Iglesia»

Entonces el Señor interpeló directamente a los Doce: «¿Y vosotros
quién decís que soy yo?». En nombre de todos, con impulso y decisión, fue
Pedro quien tomó la palabra: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo».
Solemne profesión de fe, que desde entonces la Iglesia continúa
repitiendo. También nosotros queremos proclamar esto hoy, con íntima
convicción: ¡Sí, Jesús, tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo! Lo
hacemos con la conciencia de que Cristo es el verdadero «tesoro» por el que
vale la pena sacrificarlo todo; Él es el amigo que nunca nos abandona,
porque conoce las esperanzas más íntimas de nuestro corazón. Jesús es el
«Hijo del Dios vivo», el Mesías prometido, venido a la tierra para ofrecer
a la humanidad la salvación y para satisfacer la sed de vida y amor que
habita en todo ser humano. ¡Qué beneficio tendría la humanidad si acogiera
este anuncio que trae consigo la alegría y la paz! «Tú eres el
Cristo, el Hijo del Dios vivo». A esta inspirada profesión de fe por parte
de Pedro, Jesús replica: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi
iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. A ti te
daré las llaves del reino de los cielos». Fue la primera vez que Jesús
habla de la Iglesia, cuya misión es la actualización del diseño grandioso
de Dios, de reunir en Cristo a la humanidad entera en una única familia.
La misión de Pedro, y de sus sucesores, es precisamente la de servir a
esta unidad de la única Iglesia de Dios formada por judíos y paganos; su
ministerio indispensable es el de hacer que esta no se identifique nunca
con una sola nación, con una sola cultura, sino que sea la Iglesia de todos
los pueblos, para hacer presente entre los hombres, marcados por numerosas
divisiones y contrastes, la paz de Dios y la fuerza renovadora de su amor.
Servir por tanto a la unidad interior que proviene de la paz de Dios, la
unidad de cuantos en Jesucristo se han convertido en hermanos y hermanas:
ésta es la misión peculiar del Papa, Obispo de Roma y sucesor de Pedro.




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domingo, 14 de agosto de 2011

Evangelio del Día

domingo 14 Agosto 2011
XX Domingo del Tiempo Ordinario A

San Maximiliano Kolbe



Leer el comentario del Evangelio por
Isaac de la Estrella : «Enviado a las ovejas perdidas de Israel»

Lecturas

Isaías 56,1.6-7.


Así habla el Señor: Observen el derecho y practiquen la justicia, porque muy pronto llegará mi salvación y ya está por revelarse mi justicia.
Y a los hijos de una tierra extranjera que se han unido al Señor para servirlo, para amar el nombre del Señor y para ser sus servidores, a todos los que observen el sábado sin profanarlo y se mantengan firmes en mi alianza,
yo los conduciré hasta mi santa Montaña y los colmaré de alegría en mi Casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptados sobre mi altar, porque mi Casa será llamada Casa de oración para todos los pueblos.


San Pablo a los Romanos 11,13-15.29-32.


A ustedes, que son de origen pagano, les aseguro que en mi condición de Apóstol de los paganos, hago honor a mi ministerio
provocando los celos de mis hermanos de raza, con la esperanza de salvar a algunos de ellos.
Porque si la exclusión de Israel trajo consigo la reconciliación del mundo, su reintegración, ¿no será un retorno a la vida?
Porque los dones y el llamado de Dios son irrevocables.
En efecto, ustedes antes desobedecieron a Dios, pero ahora, a causa de la desobediencia de ellos, han alcanzado misericordia.
De la misma manera, ahora que ustedes han alcanzado misericordia, ellos se niegan a obedecer a Dios. Pero esto es para que ellos también alcancen misericordia.
Porque Dios sometió a todos a la desobediencia, para tener misericordia de todos.


Mateo 15,21-28.


Jesús partió de allí y se retiró al país de Tiro y de Sidón.
Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: "¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio".
Pero él no le respondió nada. Sus discípulos se acercaron y le pidieron: "Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos".
Jesús respondió: "Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel".
Pero la mujer fue a postrarse ante él y le dijo: "¡Señor, socórreme!".
Jesús le dijo: "No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros".
Ella respondió: "¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!".
Entonces Jesús le dijo: "Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!". Y en ese momento su hija quedó curada.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

Isaac de la Estrella (?-v. 1171), monje cisterciense
Sermón 35, 3º para el 2º domingo de Cuaresma; SC 207

«Enviado a las ovejas perdidas de Israel»

«Yo no he sido enviado, declara el Señor, más que a las ovejas
perdidas de la casa de Israel». Se puede decir en breve...: fue enviado a
aquél a quien él fue prometido. «Es a Abraham, dijo, a quien se le hicieron
las promesas y a su descendencia» (Ga 3,16). La promesa hecha en el
tiempo, se realizada en su tiempo, y para los judíos a partir de los
judíos, según está escrito: "La salvación viene por los judíos" (Jn 4,22).
Es a ellos a quienes Cristo, nacido de ellos en la carne, fue enviado al
final de los tiempos; a ellos a los que había sido prometido al comienzo
del tiempo, predestinado antes todos los tiempos. Predestinado para los
judíos y los paganos, nacido sólo de judíos, sin intermediario en la carne,
que fue presentado en su nacimiento, según la carne, a aquellos a quienes
se les había prometido... Pero el nombre "Israel" significa "hombres
que ven a Dios": ello se aplica, con razón, a todo espíritu humano. En
consecuencia, se puede comprender que «la casa de Israel» abarca también a
los ángeles, espíritus poseedores de la visión de Dios... Mientras que 99
ovejas..., disfrutan en la montaña y son el deleite de su pastor, es decir
del Verbo de Dios, y caminan y descansan sin temor en abundantes pastos
siempre exuberantes de verdor (Sal. 22,2), el buen Pastor descendió desde
el Padre, cuando llegó "el tiempo de la misericordia» (Sal. 101,14), y fue
enviado misericordiosamente en el tiempo, aquel que había sido prometido
desde la eternidad; Vino a buscar a la única oveja que se le había perdido
(Lc 15,4s)... El Buen Pastor, por consiguiente, fue enviado para
recuperar lo que estaba perdido y para fortalecer a los débiles (Ez 34,16).
Lo que estaba perdido y debilitado, era el libre arbitrio de los humanos.
En el pasado, queriendo enaltecerse, cayó; no teniendo fuerza para
sostenerse, se estrelló y se rompió..., y quedó totalmente incapaz de
recuperarse. Al final, es consolidado y alentado por el mismo Cristo...,
pero sin estar completamente fortalecido, de tal manera, que al recobrarlo,
no es depositado con las 99 ovejas restantes, en los abundantes pastos,
sino que fue llevado en los brazos del Pastor: "Lleva en brazos los
corderos y hace recostar a las madres» (Is 40,11).




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domingo, 7 de agosto de 2011

Evangelio del Día

domingo 07 Agosto 2011
XIX Domingo del Tiempo Ordinario A

San Cayetano



Leer el comentario del Evangelio por
San Juan Crisóstomo : «Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?»

Lecturas

1 Reyes 19,9a.11-13a.


Allí, entró en la gruta y pasó la noche. Entonces le fue dirigida la palabra del Señor.
El Señor le dijo: "Sal y quédate de pie en la montaña, delante del Señor". Y en ese momento el Señor pasaba. Sopló un viento huracanado que partía las montañas y resquebrajaba las rocas delante del Señor. Pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, hubo un terremoto. Pero el Señor no estaba en el terremoto.
Después del terremoto, se encendió un fuego. Pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó el rumor de una brisa suave.
Al oírla, Elías se cubrió el rostro con su manto, salió y se quedó de pie a la entrada de la gruta. Entonces le llegó una voz, que decía: "¿Qué haces aquí, Elías?".


San Pablo a los Romanos 9,1-5.


Digo la verdad en Cristo, no miento, y mi conciencia me lo atestigua en el Espíritu Santo.
Siento una gran tristeza y un dolor constante en mi corazón.
Yo mismo desearía ser maldito, separado de Cristo, en favor de mis hermanos, los de mi propia raza.
Ellos son israelitas: a ellos pertenecen la adopción filial, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto y las promesas.
A ellos pertenecen también los patriarcas, y de ellos desciende Cristo según su condición humana, el cual está por encima de todo, Dios bendito eternamente. Amén.


Mateo 14,22-33.


En seguida, obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud.
Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo.
La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra.
A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar.
Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. "Es un fantasma", dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar.
Pero Jesús les dijo: "Tranquilícense, soy yo; no teman".
Entonces Pedro le respondió: "Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua".
"Ven", le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él.
Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: "Señor, sálvame".
En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?".
En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó.
Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: "Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

San Juan Crisóstomo (v. 345-407), padre de Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, n°50, 1-2

«Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?»

Los discípulos son de nuevo presa de oleadas y tormentas semejantes
a la primeras (Mt 8,24) que se desataron contra ellos; pero entonces tenían
a Jesús con ellos, mientras que esta vez se encuentran solos y entregados a
sí mismos... Pienso, que el Salvador quería así reavivar su corazón
dormido; haciéndolos vivir en la angustia, les causaba un vivo deseo de su
presencia y hacía su recuerdo constantemente presente en su pensamiento.
Por ello no acudió inmediatamente en su socorro, pero «Al final de la
noche, fue hacia ellos caminando sobre el mar"... Pedro, siempre tan
enérgico, adelantándose a los demás discípulos, le dice: "Señor, si eres
tú, dame la orden de ir hacia ti sobre las aguas "... No le dice: "dame la
orden de caminar sobre las aguas" sino "de venir a ti", porque nadie amaba
a Jesús como él. Hizo lo mismo después de la resurrección: no pudiendo
soportar ir tan lentamente como los demás en la barca, se ha arrojado al
agua para adelantarse y satisfacer su amor por Cristo... Descendiendo, por
tanto de la barca, Pedro fue hacia Jesús, más feliz de ir hacia Él, que de
caminar sobre las aguas. Pero después de superar un peligro tan grande,
como el del mar, sucumbió a uno menor, el del viento. Así es la naturaleza
humana: con frecuencia, después de haber superado peligros graves,
sucumbimos en los menos importantes... Pedro, no estaba exento de cualquier
temor...a pesar de la presencia de Cristo cerca de él. No sirve de nada
estar junto a Cristo, si no se está próximo a Él por la fe. Esto es lo que
marca la distancia entre el maestro y el discípulo... «Hombres de
poco de fe, ¿por qué dudáis?» Por consiguiente, si la fe de Pedro no
hubiera disminuido, habría resistido el viento sin dificultad. Y la prueba
de ello es que Jesús agarra a Pedro, cuando el viento deja de soplar... Al
igual que la madre sostiene las alas de sus pequeños pajarillos cuando
salen del nido antes del tiempo, cuándo van a caer en tierra, y los conduce
de nuevo al nido, así ha hecho Cristo con respecto a Pedro.




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