domingo 26 Junio 2011
El Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Corpus Christi) - Solemnidad
San Josemaría Escrivá de Balaguer
Leer el comentario del Evangelio por
Papa Benedicto XVI : "De la misma manera que el Padre, que vive, me ha enviado y que yo vivo por Él, de la misma manera aquellos que me coman, vivirán por Mi.»
Lecturas
Deuteronomio 8,2-3.14b-16a.
Acuérdate del largo camino que el Señor, tu Dios, te hizo recorrer por el desierto durante esos cuarenta años. Allí él te afligió y te puso a prueba, para conocer el fondo de tu corazón y ver si eres capaz o no de guardar sus mandamientos.
Te afligió y te hizo sentir hambre, pero te dio a comer el maná, ese alimento que ni tú ni tus padres conocían, para enseñarte que el hombre no vive solamente de pan, sino de todo lo que sale de la boca del Señor.
no te vuelvas arrogante, ni olvides al Señor tu Dios, que te hizo salir de Egipto, de un lugar de esclavitud,
y te condujo por ese inmenso y temible desierto, entre serpientes abrasadoras y escorpiones. No olvides al Señor, tu Dios, que en esa tierra sedienta y sin agua, hizo brotar para ti agua de la roca,
y en el desierto te alimentó con el maná, un alimento que no conocieron tus padres. Así te afligió y te puso a prueba, para que tu vieras un futuro dichoso.
1 Corintios 10,16-17.
La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo?
Ya que hay un solo pan, todos nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo Cuerpo, porque participamos de ese único pan.
Juan 6,51-58.
Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".
Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?".
Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes.
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.
Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente".
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
Papa Benedicto XVI
Exhortación Apostólica «Sacramentum Caritatis» §70 (trad. DC 2377, p. 331 © Libreria Editrice Vaticana)
"De la misma manera que el Padre, que vive, me ha enviado y que yo vivo por Él, de la misma manera aquellos que me coman, vivirán por Mi.»
El Señor Jesús, que por nosotros se ha hecho alimento de verdad y
de amor, hablando del don de su vida nos asegura que «quien coma de este
pan vivirá para siempre» (Jn 6,51). Pero esta «vida eterna» se inicia en
nosotros ya en este tiempo por el cambio que el don eucarístico realiza en
nosotros: «El que me come vivirá por mí» (Jn 6,57). Estas palabras de Jesús
nos permiten comprender cómo el misterio «creído» y «celebrado» contiene en
sí un dinamismo que lo convierte en principio de vida nueva en nosotros y
forma de la existencia cristiana. En efecto, comulgando el Cuerpo y
la Sangre de Jesucristo se nos hace partícipes de la vida divina de un modo
cada vez más adulto y consciente. Análogamente a lo que san Agustín dice en
las Confesiones sobre el Logos eterno, alimento del alma, poniendo de
relieve su carácter paradójico, el santo Doctor imagina que se le dice:
«Soy el manjar de los grandes: crece, y me comerás, sin que por eso me
transforme en ti, como el alimento de tu carne; sino que tú te
transformarás en mí». En efecto, no es el alimento eucarístico el que se
transforma en nosotros, sino que somos nosotros los que gracias a él
acabamos por ser cambiados misteriosamente. Cristo nos alimenta uniéndonos
a él; «nos atrae hacia sí». La Celebración eucarística aparece aquí
con toda su fuerza como fuente y culmen de la existencia eclesial, ya que
expresa, al mismo tiempo, tanto el inicio como el cumplimiento del nuevo y
definitivo culto, la logiké latreía. A este respecto, las palabras de san
Pablo a los Romanos son la formulación más sintética de cómo la Eucaristía
transforma toda nuestra vida en culto espiritual agradable a Dios: «Os
exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como
hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable» (Rm
12,1).
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domingo, 26 de junio de 2011
Evangelio del Día
domingo, 19 de junio de 2011
Evangelio del Día
domingo 19 Junio 2011
La Santísima Trinidad - Solemnidad
San Lamberto, Beata Margarita Rutan
Leer el comentario del Evangelio por
San Atanasio : «Todo el que cree en Él... tendrá la vida eterna»
Lecturas
Exodo 34,4b-6.8-9.
Moisés talló dos tablas de piedra iguales a las primeras, y a la madrugada del día siguiente subió a la montaña del Sinaí, como el Señor se lo había ordenado, llevando las dos tablas en sus manos.
El Señor descendió en la nube, y permaneció allí, junto a él. Moisés invocó el nombre del Señor.
El Señor pasó delante de él y exclamó: "El Señor es un Dios compasivo y bondadoso, lento para enojarse, y pródigo en amor y fidelidad.
Moisés cayó de rodillas y se postró,
diciendo: "Si realmente me has brindado tu amistad, dígnate, Señor, ir en medio de nosotros. Es verdad que este es un pueblo obstinado, pero perdona nuestra culpa y nuestro pecado, y conviértenos en tu herencia".
San Pablo a los Corintios 2 13,11-13.
Por último, hermanos, alégrense, trabajen para alcanzar la perfección, anímense unos a otros, vivan en armonía y en paz. Y entonces, el Dios del amor y de la paz permanecerá con ustedes.
Salúdense mutuamente con el beso santo. Todos los hermanos les envían saludos.
La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo permanezcan con todos ustedes.
Juan 3,16-18.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
San Atanasio (295-373), obispo de Alejandría, doctor de la Iglesia
Cartas a Serapion, n°1, 19; PG 26, 373
«Todo el que cree en Él... tendrá la vida eterna»
Hombres insensatos..., que no cesáis vuestras indiscretas
investigaciones en relación con la Trinidad y no os contentáis con creer
que existe, ya que tenéis por guía lo que el apóstol escribió: "Es
necesario creer que Dios existe y que garantiza la recompensa a los que lo
buscan". Que nadie se plantee cuestiones superfluas, pero que se limiten a
aprender lo que está contenido en las Escrituras... La Escritura
dice que el Padre es fuente y luz: "Me han abandonado; a mí, la fuente de
agua viva»; «Has abandonado la fuente de la sabiduría», y según Juan:
«Nuestro Dios es luz». Sin embargo, al Hijo, en relación con la fuente, se
le llama río, pues «el manantial de Dios, según el salmo, está lleno de
agua». En relación con la luz, es llamado resplandor cuando Pablo dice que
es "el resplandor de su gloria y el rostro de su esencia». Por lo tanto, el
Padre es luz, el Hijo su resplandor..., y en el Hijo, es por el Espíritu
que somos iluminados: "Dios os da, dice San Pablo, un Espíritu de sabiduría
y revelación para conocerle; que iluminará los ojos de vuestro corazón».
Pero cuando somos iluminados, es Cristo quien nos ilumina en Él, ya que la
Escritura dice: "Era la luz verdadera que ilumina a todo hombre en este
mundo». Además, si el Padre es la fuente y el Hijo es llamado río, se nos
dice que nosotros bebemos del Espíritu: «Todos hemos bebido de un único
Espíritu». Pero, habiendo bebido del Espíritu, bebemos también de Cristo
porque "ellos bebieron de una roca espiritual que les seguíay esta roca era
Cristo". El Padre siendo el «único sabio», el Hijo es su sabiduría,
pues «Cristo es la fuerza y la sabiduría de Dios". Ahora bien, es al
recibir el Espíritu de sabiduría cuando poseemos al Hijo y adquirimos la
sabiduría en Él... El Hijo es la vida, dijo: "Yo soy la vida»; pero dijo
que nosotros estamos vivificados por el Espíritu, así Pablo escribe: "El
que ha resucitado a Cristo Jesús de entre los muertos vivificará también
nuestros cuerpos mortales por el Espíritu que habita en nosotros». Pero
cuando somos vivificados por el Espíritu, Cristo es nuestra vida...: "No
soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí». ¿Existe, en la Santa
Trinidad, tal correspondencia y unidad, que se podría separar al Hijo del
Padre, al Espíritu del Hijo o del Padre? El misterio de Dios no se nos
entrega a nuestro espíritu a través de discursos elocuentes, sino en la fe
y en la oración respetuosa.
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domingo, 12 de junio de 2011
Evangelio del Día
domingo 12 Junio 2011
Domingo de Pentecostés - Solemnidad
Venida del Espíritu Santo, Inmaculado Corazón de la Virgen María
Leer el comentario del Evangelio por
San Efrén : «Igual que el Padre me ha enviado a mi, así os envío yo a vosotros»
Lecturas
Hechos 2,1-11.
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar.
De pronto, vino del cielo un ruido, semejante a una fuerte ráfaga de viento, que resonó en toda la casa donde se encontraban.
Entonces vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron por separado sobre cada uno de ellos.
Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en distintas lenguas, según el Espíritu les permitía expresarse.
Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo.
Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua.
Con gran admiración y estupor decían: "¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos?
¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua?
Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor,
en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma,
judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios".
1 Corintios 12,3b-7.12-13.
Por eso les aseguro que nadie, movido por el Espíritu de Dios, puede decir: "Maldito sea Jesús". Y nadie puede decir: "Jesús es el Señor", si no está impulsado por el Espíritu Santo.
Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu.
Hay diversidad de ministerios, pero un solo Señor.
Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos.
En cada uno, el Espíritu se manifiesta para el bien común.
Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo.
Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo -judíos y griegos, esclavos y hombres libres- y todos hemos bebido de un mismo Espíritu.
Juan 20,19-23.
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes".
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan".
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
San Efrén (v. 306-373) diácono en Siria, doctor de la Iglesia
Sobre la efusión del Espíritu Santo
«Igual que el Padre me ha enviado a mi, así os envío yo a vosotros»
Los apóstoles estuvieron allí, sentados en el Cenáculo, en la
cámara alta, a la espera del Espíritu. Estaban ahí, dispuestos como
antorchas, a la espera de ser encendidas por el Espíritu Santo para
iluminar toda la creación a través de su enseñanza...Estaban ahí, como los
cultivadores llevando su semilla en el manto, esperando el momento en que
recibirán la orden de sembrar. Estaban ahí, como marineros cuya barca está
amarrada en el puerto al mando del Hijo y que esperan tener el dulce viento
del Espíritu. Estaban ahí, como pastores que acaban de recibir su cayado de
las manos del Gran Pastor de todo el redil y esperan que les sean
repartidos los rebaños.
«Y empezaron a hablar en distintos idiomas según el Espíritu les
concedía expresarse.» ¡Oh Cenáculo, artesa donde fue arrojada la levadura
que ha hecho levantar el universo! Cenáculo, madre de todas las iglesias;
Cenáculo, que ha visto el milagro de la zarza ardiente (Ex 3). Cenáculo que
ha sorprendido Jerusalén con un prodigio mucho más grande que el del horno
que maravilló a los habitantes de Babilonia (Dn 3). El fuego del horno
quemó a los que estaban alrededor, pero protegió a los que estaban en medio
de él; el fuego del Cenáculo reúne a los de fuera que desean verlo mientras
reconforta a los que lo reciben. ¡OH fuego cuya visita es palabra, el
silencio es luz, fuego que conduce los corazones a la acción de gracias!...
Algunos que se oponían al Espíritu Santo decían "estas personas han
bebido del vino dulce, están ebrios." Realmente decís la verdad, pero no es
como creéis. Esto no es vino de viñas lo que hemos bebido. Es un vino nuevo
que fluye del cielo. Es un vino recién prensado sobre el Gólgota. Los
apóstoles lo han hecho beber y han embriagado así toda la creación. Es un
vino que ha sido prensado en la cruz.
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domingo, 5 de junio de 2011
Evangelio del Día
domingo 05 Junio 2011
La Ascensión del Señor - Solemnidad
Ascensión del Señor - Solemnidad
San Bonifacio, Ascensión del Señor
Leer el comentario del Evangelio por
Homilía atribuida a San Juan Crisóstomo : «La Ascensión de tu Hijo, es ya nuestra victoria: somos miembros de su cuerpo» (Oración Colecta)
Lecturas
Hechos 1,1-11.
En mi primer Libro, querido Teófilo, me referí a todo lo que hizo y enseñó Jesús, desde el comienzo,
hasta el día en que subió al cielo, después de haber dado, por medio del Espíritu Santo, sus últimas instrucciones a los Apóstoles que había elegido.
Después de su Pasión, Jesús se manifestó a ellos dándoles numerosas pruebas de que vivía, y durante cuarenta días se les apareció y les habló del Reino de Dios.
En una ocasión, mientras estaba comiendo con ellos, les recomendó que no se alejaran de Jerusalén y esperaran la promesa del Padre: "La promesa, les dijo, que yo les he anunciado.
Porque Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo, dentro de pocos días".
Los que estaban reunidos le preguntaron: "Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?".
El les respondió: "No les corresponde a ustedes conocer el tiempo y el momento que el Padre ha establecido con su propia autoridad.
Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra".
Dicho esto, los Apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de ellos.
Como permanecían con la mirada puesta en el cielo mientras Jesús subía, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco,
que les dijeron: "Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir".
San Pablo a los Efesios 1,17-23.
Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente.
Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos,
y la extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza. Este es el mismo poder
que Dios manifestó en Cristo, cuando lo resucitó de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo,
elevándolo por encima de todo Principado, Potestad, Poder y Dominación, y de cualquier otra dignidad que pueda mencionarse tanto en este mundo como en el futuro.
El puso todas las cosas bajo sus pies y lo constituyó, por encima de todo, Cabeza de la Iglesia,
que es su Cuerpo y la Plenitud de aquel que llena completamente todas las cosas.
Mateo 28,16-20.
Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado.
Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron.
Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra.
Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo".
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
Homilía atribuida a San Juan Crisóstomo
Sobre la Ascensión §16-17 ; PG 52, 789
«La Ascensión de tu Hijo, es ya nuestra victoria: somos miembros de su cuerpo» (Oración Colecta)
Dios y los hombres se han convertido en una sola estirpe. Por eso
San Pablo dijo: «Somos hijos de Dios» (Hechos 17,29). También dice en otro
lugar: «Somos el Cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro»(1 Corintios
12:27). Es decir: nos convertimos en su estirpe por la carne que Él ha
asumido. Por lo tanto, gracias a Él, tenemos una garantía en el cielo: la
carne que tomó de nosotros, y aquí abajo: el Espíritu Santo que habita
dentro de nosotros... ¿Cómo se entiende que el Espíritu Santo esté a la vez
con nosotros y el cielo, cuando el cuerpo de Cristo está al mismo tiempo en
el cielo y con nosotros? El cielo ha poseído el cuerpo sagrado y la tierra
ha recibido el Espíritu Santo. Cristo vino y trajo el Espíritu Santo,
después subió al cielo y se llevó nuestro cuerpo... ¡Un plan divino
formidable y sorprendente! Como dijo el profeta: «Señor, Dios nuestro,
¡cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!»(Sal 8,2)... La
divinidad ha sido elevada. Dice exactamente: "Lo vieron levantarse" (Hech
1.9), el que es grande en todo, el gran Dios, el gran señor, que es también
"el gran rey sobre toda la tierra" (Sal 46,3). Gran profeta, gran
sacerdote, gran luz, grande en todo. No sólo es grande por su divinidad,
sino también según la carne, porque es gran sacerdote y gran profeta.
¿Cómo es esto? Escucha a San Pablo: "Así pues, ya que tenemos un sumo
sacerdote grande que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios,
mantengamos firme la confesión de fe" (He 4.14). Porque, si es gran
sacerdote y gran profeta, es cierto que "Dios ha visitado a su pueblo y ha
suscitado un gran profeta en Israel" (Lc 7.16). Si es un sacerdote, un
profeta y un gran rey, también es una gran luz: "La Galilea de los
gentiles, el pueblo que caminaba en tinieblas, vio una luz grande" (Is 9, 1
s;Mt 4.15). Tenemos, pues, la prenda de nuestra vida en el cielo;
juntamente con Cristo hemos sido elevados.
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