domingo, 24 de octubre de 2010

Evangelio del Día

domingo 24 Octubre 2010
XXX Domingo del Tiempo Ordinario

San Antonio María Claret



Leer el comentario del Evangelio por
San Juan Crisóstomo : «¡Oh Dios, ten compasión de este pecador!»

Lecturas

Eclesiástico 35,12-14.16-18.
Porque el Señor es juez y no hace distinción de personas:
no se muestra parcial contra el pobre y escucha la súplica del oprimido;
no desoye la plegaria del huérfano, ni a la viuda, cuando expone su queja.
El que rinde el culto que agrada al Señor, es aceptado, y su plegaria llega
hasta las nubes.
La súplica del humilde atraviesa las nubes y mientras no llega a su
destino, él no se consuela:
no desiste hasta que el Altísimo interviene, para juzgar a los justos y
hacerles justicia.


San Pablo a Timoteo 2 4,6-8.16-18.
Yo ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi
partida se aproxima:
he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la
fe.
Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo
Juez, me dará en ese Día, y no solamente a mí, sino a todos los que hayan
aguardado con amor su Manifestación.
Cuando hice mi primera defensa, nadie me acompañó, sino que todos me
abandonaron. ¡Ojalá que no les sea tenido en cuenta!
Pero el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas, para que el mensaje fuera
proclamado por mi intermedio y llegara a oídos de todos los paganos. Así
fui librado de la boca del león.
El Señor me librará de todo mal y me preservará hasta que entre en su Reino
celestial. ¡A él sea la gloria por los siglos de los siglos! Amén.


Lucas 18,9-14.
Y refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los
demás, dijo también esta parábola:
"Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro,
publicano.
El fariseo, de pie, oraba así: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como
los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como
ese publicano.
Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas'.
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a
levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Dios
mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!'.
Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el
primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla
será ensalzado".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

San Juan Crisóstomo (hacia 345-407), presbítero en Antioquia, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilías sobre la conversión, nº 2

«¡Oh Dios, ten compasión de este pecador!»

Un fariseo y un publicano subieron al templo a orar. El fariseo comenzó
enumerando todas sus cualidades, proclamando: «¡Oh Dios, te doy gracias
porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos y adúlteros; ni
como ese publicano!» ¡Miserable, te atreves a juzgar la tierra entera! ¿Por
qué te atreves a desanimar a tu prójimo? ¿No te basta la tierra entera que
tienes necesidad de condenar a ese pubicano? Has acusado a todos los
hombres sin excepción: «No soy como los demás hombres... ni como ese
publicano; ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que
tengo». ¡Cuánta suficiencia en estas palabras! ¡Maldito!...
El publicano había comprendido muy bien estas palabras. Hubiera podido
corregirlo de esta manera: ¿Quién eres tú que te atreves a proferir
semejantes difamaciones contra mí? ¿Qué sabes tú de mi vida? Jamás has
vivido en mi entorno, tú no eres uno de mis íntimos. ¿Por qué manifiestas
tanto orgullo? Por otra parte, ¿quién puede dar testimonio de la realidad
de tus buenas acciones? ¿Por qué te empeñas en hacer tu propio elogio, qué
es lo que te incita a ensalzarte de esta manera?» Pero no, no hizo nada de
eso –sino todo lo contrario- se prosternó diciendo: «¡Oh Dios ten compasión
de este pecador!» Y por haber dado pruebas de humildad, quedó
justificado. El fariseo se marchó del Templo sin recibir
ninguna absolución, mas el publicano se marchó con el corazón renovado por
haber reencontrado la justicia... Sin embargo, no es que allí hubiera mucha
humildad, en la medida en que este término se usa cuando se humilla uno que
es noble; ahora bien, en el caso del publicano, no se trataba de humildad,
sino de simple verdad, porque lo que decía era verdad.




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