domingo 24 Enero 2010
San Francisco de Sales, Beata Marie Poussepin
Leer el comentario del Evangelio por
Hugo de San Víctor : «Con la fuerza del Espíritu»
Lecturas
Nehemías 8,2-4.5-6.8-10.
El sacerdote Esdras trajo la Ley ante la Asamblea, compuesta por los
hombres, las mujeres y por todos los que podían entender lo que se leía.
Era el primer día del séptimo mes.
Luego, desde el alba hasta promediar el día, leyó el libro en la plaza que
está ante la puerta del Agua, en presencia de los hombres, de las mujeres y
de todos los que podían entender. Y todo el pueblo seguía con atención la
lectura del libro de la Ley.
Esdras, el escriba, estaba de pie sobre una tarima de madera que habían
hecho para esa ocasión. Junto a él, a su derecha, estaban Matitías, Semá,
Anaías, Urías, Jilquías y Maaseías, y a su izquierda Pedaías, Misael,
Malquías, Jasúm, Jasbadaná, Zacarías y Mesulám.
Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo - porque estaba más alto
que todos - y cuando lo abrió, todo el pueblo se puso de pie.
Esdras bendijo al Señor, el Dios grande y todo el pueblo, levantando las
manos, respondió: "¡Amén! ¡Amén!". Luego se inclinaron y se postraron
delante del Señor con el rostro en tierra.
Ellos leían el libro de la Ley de Dios, con claridad, e interpretando el
sentido, de manera que se comprendió la lectura.
Entonces Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote escriba, y los
levitas que instruían al pueblo, dijeron a todo el pueblo: "Este es un día
consagrado al Señor, su Dios: no estén tristes ni lloren". Porque todo el
pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley.
Después añadió: "Ya pueden retirarse; coman bien, beban un buen vino y
manden una porción al que no tiene nada preparado, porque este es un día
consagrado a nuestro Señor. No estén tristes, porque la alegría en el Señor
es la fortaleza de ustedes".
1 Corintios 12,12-30.
Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos
miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también
sucede con Cristo.
Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo
Cuerpo -judíos y griegos, esclavos y hombres libres- y todos hemos bebido
de un mismo Espíritu.
El cuerpo no se compone de un solo miembro sino de muchos.
Si el pie dijera: "Como no soy mano, no formo parte del cuerpo", ¿acaso por
eso no seguiría siendo parte de él?
Y si el oído dijera: "Ya que no soy ojo, no formo parte del cuerpo", ¿acaso
dejaría de ser parte de él?
Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde estaría el oído? Y si todo fuera oído,
¿dónde estaría el olfato?
Pero Dios ha dispuesto a cada uno de los miembros en el cuerpo, según un
plan establecido.
Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?
De hecho, hay muchos miembros, pero el cuerpo es uno solo.
El ojo no puede decir a la mano: "No te necesito", ni la cabeza, a los
pies: "No tengo necesidad de ustedes".
Más aún, los miembros del cuerpo que consideramos más débiles también son
necesarios,
y los que consideramos menos decorosos son los que tratamos más
decorosamente. Así nuestros miembros menos dignos son tratados con mayor
respeto,
ya que los otros no necesitan ser tratados de esa manera. Pero Dios dispuso
el cuerpo, dando mayor honor a los miembros que más lo necesitan,
a fin de que no haya divisiones en el cuerpo, sino que todos los miembros
sean mutuamente solidarios.
¿Un miembro sufre? Todos los demás sufren con él. ¿Un miembro es
enaltecido? Todos los demás participan de su alegría.
Ustedes son el Cuerpo de Cristo, y cada uno en particular, miembros de ese
Cuerpo.
En la Iglesia, hay algunos que han sido establecidos por Dios, en primer
lugar, como apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar,
como doctores. Después vienen los que han recibido el don de hacer
milagros, el don de curar, el don de socorrer a los necesitados, el don de
gobernar y el don de lenguas.
¿Acaso todos son apóstoles? ¿Todos profetas? ¿Todos doctores? ¿Todos hacen
milagros?
¿Todos tienen el don de curar? ¿Todos tienen el don de lenguas o el don de
interpretarlas?
Lucas 1,1-4.4,14-21.
Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se
cumplieron entre nosotros,
tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el
comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra.
Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes,
yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato
ordenado,
a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido.
Jesús volvió a Galilea con del poder el Espíritu y su fama se extendió en
toda la región.
Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan.
Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de
costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura.
Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el
pasaje donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción.
El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la
liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los
oprimidos
y proclamar un año de gracia del Señor.
Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la
sinagoga tenían los ojos fijos en él.
Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la
Escritura que acaban de oír".
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
Hugo de San Víctor (?-1141), canónigo regular, teólogo
Tratado sobre los Sacramentos de la fe cristiana, II, 1-2; PL 176, 415
«Con la fuerza del Espíritu»
La santa Iglesia es el cuerpo de Cristo: un mismo Espíritu la
vivifica, la unifica en la fe y la santifica. Los miembros de este cuerpo
son los creyentes, los cuales, todos juntos forman un solo cuerpo gracias a
un solo Espíritu y a una sola fe... Así pues, lo que cada uno posee como
propio no es sólo para él; porque el que tan generosamente nos concede
estos bienes y con tanta sabiduría los reparte quiere que cada cosa sea de
todos y todas de cada uno. El que tiene la dicha de recibir un don de la
gracia de Dios debe saber que no le pertenece a él solo aunque sólo él lo
tenga. Es por analogía con el cuerpo humano que a la
Iglesia, es decir, al conjunto de los creyentes, se la llama cuerpo de
Cristo, porque ha recibido el Espíritu de Cristo, cuya presencia en un
hombre se indica con el nombre de «cristiano» que Cristo le confiere. En
efecto, este nombre designa a los miembros de Cristo, a los que participan
del Espíritu de Cristo, a los que reciben la unción de aquel que es el
ungido, porque el nombre de cristiano le viene de Cristo, y «Cristo» quiere
decir «ungido»; ungido con este aceite de júbilo, que, preferido entre
todos sus compañeros (Sl 44,8), recibe en plenitud para compartirlo
contados ellos, igual que la cabeza con los miembros del cuerpo. «Es como
el aceite que, derramado sobre la cabeza, va bajando por la barba, hasta la
franja de su ornamento» (Sl 132,2) para que llegue a todas parte y lo
vivifique todo. Cuando aceptas ser cristiano, te conviertes en miembro de
Cristo, miembro del cuerpo de Cristo, partícipe del Espíritu de Cristo.
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domingo, 24 de enero de 2010
Evangelio del Día
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