domingo 26 Abril 2009
Tercer Domingo de Pascua
Santa Franca Piacenza, San Pedro de Rates, Santa Gertrude Comensoli
Leer el comentario del Evangelio por
San Gregorio Magno : «¡Soy yo en persona! Palpadme»
Lecturas
Hechos 3,13-15.17-19.
El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres,
glorificó a su servidor Jesús, a quien ustedes entregaron, renegando de él
delante de Pilato, cuando este había resuelto ponerlo en libertad.
Ustedes renegaron del Santo y del Justo, y pidiendo como una gracia la
liberación de un homicida,
mataron al autor de la vida. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, de
lo cual nosotros somos testigos.
Ahora bien, hermanos, yo sé que ustedes obraron por ignorancia, lo mismo
que sus jefes.
Pero así, Dios cumplió lo que había anunciado por medio de todos los
profetas: que su Mesías debía padecer.
Por lo tanto, hagan penitencia y conviértanse, para que sus pecados sean
perdonados.
Epístola I de San Juan 2,1-5.
Hijos míos, les he escrito estas cosas para que no pequen. Pero si alguno
peca, tenemos un defensor ante el Padre: Jesucristo, el Justo.
El es la Víctima propiciatoria por nuestros pecados, y no sólo por los
nuestros, sino también por los del mundo entero.
La señal de que lo conocemos, es que cumplimos sus mandamientos.
El que dice: "Yo lo conozco", y no cumple sus mandamientos, es un
mentiroso, y la verdad no está en él.
Pero en aquel que cumple su palabra, el amor de Dios ha llegado
verdaderamente a su plenitud. Esta es la señal de que vivimos en él.
Lucas 24,35-48.
Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo
lo habían reconocido al partir el pan.
Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de
ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes".
Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu,
pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les presentan esas
dudas?
Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no
tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo".
Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies.
Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a
creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer?".
Ellos le presentaron un trozo de pescado asado;
él lo tomó y lo comió delante de todos.
Después les dijo: "Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es
necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés,
en los Profetas y en los Salmos".
Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las
Escrituras,
y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre
los muertos al tercer día,
y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las
naciones la conversión para el perdón de los pecados.
Ustedes son testigos de todo esto.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
San Gregorio Magno (hacia 540-604), papa, doctor de la Iglesia
Homilías sobre los evangelios, nº 26; PL 76,1197
«¡Soy yo en persona! Palpadme»
¿Cómo es que el cuerpo del Señor, después de resucitado, siguió siendo
un cuerpo verdadero, siendo así que pudo entrar donde estaban los
discípulos a pesar de estar cerradas las puertas? Debemos saber que la
acción divina no sería admirable si la razón humana la pudiera comprender,
y que la fe no tendría ningún mérito si la razón la proveyese de pruebas
experimentales. Las obras de nuestro Redentor que por ellas mismas son
absolutamente incomprensibles, las debemos meditar a la luz de sus demás
acciones, de tal manera que seamos inducidos a creer estos hechos
maravillosos a través de otros que lo son todavía más. Porque este cuerpo
del Señor que iba al encuentro de los discípulos a pesar de estar cerradas
las puertas, es el mismo que por su Natividad se hizo visible a los hombres
cuando salió del seno también cerrado de la Virgen. No debemos extrañarnos
que nuestro Redentor, después de resucitar para vivir para siempre, entrara
a pesar de estar cerradas las puertas, puesto que, habiendo venido a este
mundo para morir, salió del seno de la Virgen sin abrirlo.
Y ya que la fe de los que miraban este cuerpo visible seguía dudando, el
Señor les ofreció que tocaran esta carne que él mismo había hecho pasar a
través de las puertas cerradas... Ahora bien, lo que se toca necesariamente
se corrompe, y lo que no se corrompe no puede ser tocado. Pero de una
manera maravillosa e incomprensible, nuestro Redentor nos hizo el don de
ver, después de su resurrección, un cuerpo incorruptible y, al mismo
tiempo, palpable. Mostrándolo incorruptible, nos invitaba a la recompensa;
dejándonoslo a tocar, nos confirmaba en la fe. Así pues, se hizo ver al
mismo tiempo incorruptible y palpable, para mejor manifestar que después de
su resurrección su cuerpo seguía siendo de la misma naturaleza, pero que
estaba elevado a una gloria del todo diferente.
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domingo, 26 de abril de 2009
Evangelio del Día
domingo, 19 de abril de 2009
Evangelio del Día
domingo 19 Abril 2009
Segundo Domingo de Pascua
San León IX, Domingo de la Divina Misericordia, San Expedito, Diez nuevos Santos.
Leer el comentario del Evangelio por
San Francisco de Sales : «Exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: 'Recibid el Espíritu Santo»
Lecturas
Hechos 4,32-35.
La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma. Nadie
consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos.
Los Apóstoles daban testimonio con mucho poder de la resurrección del Señor
Jesús y gozaban de gran estima.
Ninguno padecía necesidad, porque todos los que poseían tierras o casas las
vendían
y ponían el dinero a disposición de los Apóstoles, para que se distribuyera
a cada uno según sus necesidades.
Epístola I de San Juan 5,1-6.
El que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y el que ama al Padre
ama también al que ha nacido de él,
La señal de que amamos a los hijos de Dios es que amamos a Dios y cumplimos
sus mandamientos.
El amor a Dios consiste en cumplir sus mandamientos, y sus mandamientos no
son una carga,
porque el que ha nacido de Dios, vence al mundo. Y la victoria que triunfa
sobre el mundo es nuestra fe.
¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de
Dios?
Jesucristo vino por el agua y por la sangre; no solamente con el agua, sino
con el agua y con la sangre. Y el Espíritu da testimonio porque el Espíritu
es la verdad.
Juan 20,19-31.
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas
las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los
judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté
con ustedes!".
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se
llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió
a mí, yo también los envío a ustedes".
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán
retenidos a los que ustedes se los retengan".
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos
cuando llegó Jesús.
Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". El les
respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el
dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré".
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y
estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las
puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu
mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de
fe".
Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!".
Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen
sin haber visto!".
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos,
que no se encuentran relatados en este Libro.
Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el
Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
San Francisco de Sales (1567-1622), obispo de Ginebra, doctor de la Iglesia
Primer sermón para Pentecostés
«Exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: 'Recibid el Espíritu Santo»
Señor Jesucristo, haz que nosotros no formemos más «que un solo
corazón y una sola alma» (Hch 4,32), porque sólo así habrá «una gran calma»
(Mc 4,39). Queridos oyentes, os exhorto a la amistad y a la benevolencia
entre vosotros, y la paz entre todos; porque si tenemos caridad entre
nosotros, tendremos la paz y el Espíritu Santo. Es necesario ser devoto y
orar a Dios..., porque los apóstoles eran perseverantes en la oración... Si
hacemos fervientes oraciones, el Espíritu Santo vendrá a nosotros y nos
dirá: «¡La paz sea con vosotros! Soy Yo, no temáis» (cf Mc 6,50)... ¿Qué es
lo que debemos pedir a Dios, hermanos míos? Todo lo que es para su honor y
para la salvación de nuestras almas, es decir, que nos asita el Espíritu
Santo: «Envía tu Espíritu y renueve la faz de la tierra» (sl 103,30) la
paz y la tranquilidad... Hemos de pedir esta paz a fin de
que el Espíritu de paz venga sobre nosotros. Y también debemos dar gracias
a Dios por todos su beneficios si es que queremos que nos dé las victorias
que son principio de paz; y para obtener el Espíritu Santo hay que
agradecer a Dios Padre primeramente lo que Él ha enviado sobre nuestro jefe
Jesucristo, nuestro Señor, su Hijo... -porque «de su plenitud todos hemos
recibido» (cf Jn 1,16)- y lo que ha enviado sobre los apóstoles para que
por sus manos nos fuera comunicado a nosotros. Hemos de agradecer al Hijo:
en tanto que es Dios, envía su Espíritu sobre los que se disponen a
recibirlo. Pero sobre todo hay que agradecerle lo que, en tanto que hombre,
nos haya merecido la gracia de recibir el divino Espíritu... ¿Cómo
Jesucristo ha merecido la venida del Santo Espíritu? Cuando «inclinando la
cabeza entregó el espíritu» (Jn 19,30); porque entregando su último aliento
y su espíritu al Padre, mereció que el Padre enviara su Espíritu sobre el
cuerpo místico.
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domingo, 12 de abril de 2009
Evangelio del Día
domingo 12 Abril 2009
Domingo de Pascual
Domingo de Resurrección
San Zenón de Verona , San José Moscati
Leer el comentario del Evangelio por
San Máximo de Turín : «Este es el día de alegría y de gozo»
Lecturas
Hechos 10,34.37-43.
Entonces Pedro, tomando la palabra, dijo: "Verdaderamente, comprendo que
Dios no hace acepción de personas,
Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea,
después del bautismo que predicaba Juan:
cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de
poder. El pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en
poder del demonio, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en
Jerusalén. Y ellos lo mataron, suspendiéndolo de un patíbulo.
Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara,
no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a
nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su resurrección.
Y nos envió a predicar al pueblo, y atestiguar que él fue constituido por
Dios Juez de vivos y muertos.
Todos los profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él
reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre".
Pablo a los Colosenses 3,1-4.
Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo
donde Cristo está sentado a la derecha de Dios.
Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la
tierra.
Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo
en Dios.
Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también
aparecerán con él, llenos de gloria.
Juan 20,1-9.
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro,
María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba,
y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han
puesto".
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que
Pedro y llegó antes.
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las
vendas en el suelo,
y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las
vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él
también vio y creyó.
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar
de entre los muertos.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
San Máximo de Turín
Sermón 53 sobre el salmo 117 ; PL 57, 361
«Este es el día de alegría y de gozo»
«Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro
gozo» (Sl 117, 24). No es por casualidad, hermanos míos, que hoy leemos
este salmo en el que el profeta nos invita a la alegría y al gozo, en el
que el santo David invita a toda la creación a celebrar este día; porque la
resurrección de Cristo ha abierto el abismo en el que se encontraban los
muertos, los recién bautizados de la Iglesia han rejuvenecido la tierra, el
Espíritu Santo ha mostrado el cielo. Los infiernos, una vez abiertos, han
devuelto a los muertos; la tierra rejuvenecida hace surgir a los
resucitados; y el cielo con toda su grandeza se abre para acoger a los que
suben hacia él. El ladrón ha subido al paraíso (Lc
23,43); los cuerpos de los santos entran en la ciudad santa (Mt 27,53)...
Por la resurrección de Cristo, todos los elementos, como por impulso, se
levantan a las alturas. El infierno retorna a los ángeles que guardaba
cautivos, la tierra manda al cielo a los que estaban cubiertos por ella, el
cielo presenta al Señor a los que él ha acogido... La resurrección de
Cristo es vida para los difuntos, perdón para los pecadores, gloria para
los santos. Es así que el gran David invita a toda la creación a celebrar
la resurrección de Cristo y la incita a exultar de gozo y de alegría en
este día que ha hecho el Señor. Pero diréis..., el cielo y
el infierno no han sido creados para el día de este mundo; a estos
elementos ¿se les puede pedir celebrar un día que se les escapa totalmente?
¡Es que este día que ha hecho el Señor todo lo penetra, todo lo contiene,
abraza conjuntamente el cielo, la tierra y el infierno! La luz que es
Cristo no ha podido ser frenada por los muros, ni rota por los elementos,
ni ensombrecida por las tinieblas. La luz de Cristo es verdaderamente un
día sin noche, un día sin fin. Resplandece por todas partes, brilla por
todas partes, permanece en todas partes.
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jueves, 9 de abril de 2009
Correo de Semana Santa 2009
Para contestar, utilizar el formulario del menú CONTACTO en el sitio y elegir el tema adecuado. (o clic en el link http://www.evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=contact) ----------------------------------------------------------------------------------------------- EL EVANGELIO DEL DIA Queridos Suscriptores,
Un servicio de evangelización de dimensión universal
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¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
En esta Semana Santa preparemos nuestro corazón y nuestro espíritu para recibir con alegría la resurrección de Jesucristo, Dios y Señor nuestro, fundamento de nuestra vida y existencia, quien nos conduce, por medio de su Pasión a la gloria de la resurección, corazón de nuestra fe y causa de nuestra esperanza salvadora.
Queridos suscriptores, les deseamos de vivir plenamente esta Semana Santa, de olvidar la agitación cotidiana para tomar el tiempo de meditar y contemplar el centro de nuestra fe : la muerte y la resurección de Nuestro Señor. Esperamos que el Evangelio del Día sea una luz que ilumine el sendero por el cual caminan vuestros pies, acompañados con la Fe, la Esperanza y la Caridad como lo hizo la Santísima Virgen María en su peregrinar acompañando a su Hijo, redentor del mundo Nuestro Señor Jesucristo.
Agradecemos su confianza y fidelidad en nuestro Equipo y el servicio, deséandoles una muy feliz Pascua de Resurreción.
¡ Que Dios Padre, quien ha querido que su Hijo diera la vida por nosotros, nos conduzca a una vida plena de felicidad con frutos de santidad .
Cordialmente,
El Equipo Hispano-hablante del Evangelio del Día : Hermana Virtudes y compañeras, Roberto Graciela, Marco y Blandine.
PS :
Con la ayuda de Dios, el Evangelio del Día continua a desarrollarse. El servicio ya existe en 10 versiones linguisticas y está envíado a más de 400.000 suscriptores.
Les agradecemos muy sinceramente para su sostén y sus oraciones para el servicio, su equipo internacional y todos los suscriptores. Les alientamos a proponer a sus amigos y relativos una suscripcion. Es una manera muy concreta de participar cada uno a la evangelización de nuestro mundo. http://www.evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=offergift.
También, pueden invitar los movimientos a los cuales participan y sus parroquías a incluir la pagina del Evangelio del Día en sus sitios. http://www.evangeliodeldia.org/main.php?language=SP&module=feeds
sábado, 4 de abril de 2009
Evangelio del Día
domingo 05 Abril 2009
Domingo de Ramos
San Vicente Ferrer
Leer el comentario del Evangelio por
San Andrés de Creta : «Bendito el que viene en nombre del Señor, Dios de Israel» (Jn 12,13)
Lecturas
Isaías 50,4-7.
El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa
reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él
despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo.
El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás.
Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me
arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían.
Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso,
endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.
Pablo a los Filipenses 2,6-11.
El, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como
algo que debía guardar celosamente:
al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y
haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano,
se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz.
Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre,
para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la
tierra y en los abismos,
y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: "Jesucristo es el Señor".
Marcos 14,1-72.15,1-47.
Faltaban dos días para la fiesta de la Pascua y de los panes Acimos. Los
sumos sacerdotes y los escribas buscaban la manera de arrestar a Jesús con
astucia, para darle muerte.
Porque decían: "No lo hagamos durante la fiesta, para que no se produzca un
tumulto en el pueblo".
Mientras Jesús estaba en Betania, comiendo en casa de Simón el leproso,
llegó una mujer con un frasco lleno de un valioso perfume de nardo puro, y
rompiendo el frasco, derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús.
Entonces algunos de los que estaban allí se indignaron y comentaban entre
sí: "¿Para qué este derroche de perfume?
Se hubiera podido vender por más de trescientos denarios para repartir el
dinero entre los pobres". Y la criticaban.
Pero Jesús dijo: "Déjenla, ¿por qué la molestan? Ha hecho una buena obra
conmigo.
A los pobres los tendrán siempre con ustedes y podrán hacerles bien cuando
quieran, pero a mí no me tendrán siempre.
Ella hizo lo que podía; ungió mi cuerpo anticipadamente para la sepultura.
Les aseguro que allí donde se proclame la Buena Noticia, en todo el mundo,
se contará también en su memoria lo que ella hizo".
Judas Iscariote, uno de los Doce, fue a ver a los sumos sacerdotes para
entregarles a Jesús.
Al oírlo, ellos se alegraron y prometieron darle dinero. Y Judas buscaba
una ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de la fiesta de los panes Acimos, cuando se inmolaba la
víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: "¿Dónde quieres que
vayamos a prepararte la comida pascual?".
El envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: "Vayan a la ciudad; allí se
encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo,
y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: '¿Dónde está mi
sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?'.
El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones
y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario".
Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como
Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.
Al atardecer, Jesús llegó con los Doce.
Y mientras estaban comiendo, dijo: "Les aseguro que uno de ustedes me
entregará, uno que come conmigo".
Ellos se entristecieron y comenzaron a preguntarle, uno tras otro: "¿Seré
yo?".
El les respondió: "Es uno de los Doce, uno que se sirve de la misma fuente
que yo.
El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por
quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!".
Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo
dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen, esto es mi Cuerpo".
Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de
ella.
Y les dijo: "Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por
muchos.
Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba
el vino nuevo en el Reino de Dios".
Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.
Y Jesús les dijo: "Todos ustedes se van a escandalizar, porque dice la
Escritura: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas.
Pero después que yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea".
Pedro le dijo: "Aunque todos se escandalicen, yo no me escandalizaré".
Jesús le respondió: "Te aseguro que hoy, esta misma noche, antes que cante
el gallo por segunda vez, me habrás negado tres veces".
Pero él insistía: "Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré". Y
todos decían lo mismo.
Llegaron a una propiedad llamada Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos:
"Quédense aquí, mientras yo voy a orar".
Después llevó con él a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir temor y a
angustiarse.
Entonces les dijo: "Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí
velando".
Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, de ser posible,
no tuviera que pasar por esa hora.
Y decía: "Abba -Padre- todo te es posible: aleja de mí este cáliz, pero que
no se haga mi voluntad, sino la tuya".
Después volvió y encontró a sus discípulos dormidos. Y Jesús dijo a Pedro:
"Simón, ¿duermes? ¿No has podido quedarte despierto ni siquiera una hora?
Permanezcan despiertos y oren para no caer en la tentación, porque el
espíritu está dispuesto, pero la carne es débil".
Luego se alejó nuevamente y oró, repitiendo las mismas palabras.
Al regresar, los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se cerraban de
sueño, y no sabían qué responderle.
Volvió por tercera vez y les dijo: "Ahora pueden dormir y descansar. Esto
se acabó. Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado
en manos de los pecadores.
¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar".
Jesús estaba hablando todavía, cuando se presentó Judas, uno de los Doce,
acompañado de un grupo con espadas y palos, enviado por los sumos
sacerdotes, los escribas y los ancianos.
El traidor les había dado esta señal: "Es aquel a quien voy a besar.
Deténganlo y llévenlo bien custodiado".
Apenas llegó, se le acercó y le dijo: "Maestro", y lo besó.
Los otros se abalanzaron sobre él y lo arrestaron.
Uno de los que estaban allí sacó la espada e hirió al servidor del Sumo
Sacerdote, cortándole la oreja.
Jesús les dijo: "Como si fuera un bandido, han salido a arrestarme con
espadas y palos.
Todos los días estaba entre ustedes enseñando en el Templo y no me
arrestaron. Pero esto sucede para que se cumplan las Escrituras".
Entonces todos lo abandonaron y huyeron.
Lo seguía un joven, envuelto solamente con una sábana, y lo sujetaron;
pero él, dejando la sábana, se escapó desnudo.
Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y allí se reunieron todos los
sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas.
Pedro lo había seguido de lejos hasta el interior del palacio del Sumo
Sacerdote y estaba sentado con los servidores, calentándose junto al fuego.
Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un testimonio contra
Jesús, para poder condenarlo a muerte, pero no lo encontraban.
Porque se presentaron muchos con falsas acusaciones contra él, pero sus
testimonios no concordaban.
Algunos declaraban falsamente contra Jesús:
"Nosotros lo hemos oído decir: 'Yo destruiré este Templo hecho por la mano
del hombre, y en tres días volveré a construir otro que no será hecho por
la mano del hombre'".
Pero tampoco en esto concordaban sus declaraciones.
El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie ante la asamblea, interrogó a Jesús:
"¿No respondes nada a lo que estos atestiguan contra ti?".
El permanecía en silencio y no respondía nada. El Sumo Sacerdote lo
interrogó nuevamente: "¿Eres el Mesías, el Hijo de Dios bendito?".
Jesús respondió: "Sí, yo lo soy: y ustedes verán al Hijo del hombre
sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir entre las nubes del cielo".
Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras y exclamó: "¿Qué necesidad
tenemos ya de testigos?
Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?". Y todos sentenciaron
que merecía la muerte.
Después algunos comenzaron a escupirlo y, tapándole el rostro, lo
golpeaban, mientras le decían: "¡Profetiza!". Y también los servidores le
daban bofetadas.
Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, llegó una de las sirvientas del
Sumo Sacerdote
y, al ver a Pedro junto al fuego, lo miró fijamente y le dijo: "Tú también
estabas con Jesús, el Nazareno".
El lo negó, diciendo: "No sé nada; no entiendo de qué estás hablando".
Luego salió al vestíbulo.
La sirvienta, al verlo, volvió a decir a los presentes: "Este es uno de
ellos".
Pero él lo negó nuevamente. Un poco más tarde, los que estaban allí dijeron
a Pedro: "Seguro que eres uno de ellos, porque tú también eres galileo".
Entonces él se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre del
que estaban hablando.
En seguida cantó el gallo por segunda vez. Pedro recordó las palabras que
Jesús le había dicho: "Antes que cante el gallo por segunda vez, tú me
habrás negado tres veces". Y se puso a llorar.
En cuanto amaneció, los sumos sacerdotes se reunieron en Consejo con los
ancianos, los escribas y todo el Sanedrín. Y después de atar a Jesús, lo
llevaron y lo entregaron a Pilato.
Este lo interrogó: "¿Tú eres el rey de los judíos?". Jesús le respondió:
"Tú lo dices".
Los sumos sacerdotes multiplicaban las acusaciones contra él.
Pilato lo interrogó nuevamente: "¿No respondes nada? ¡Mira de todo lo que
te acusan!".
Pero Jesús ya no respondió a nada más, y esto dejó muy admirado a Pilato.
En cada Fiesta, Pilato ponía en libertad a un preso, a elección del pueblo.
Había en la cárcel uno llamado Barrabás, arrestado con otros revoltosos que
habían cometido un homicidio durante la sedición.
La multitud subió y comenzó a pedir el indulto acostumbrado.
Pilato les dijo: "¿Quieren que les ponga en libertad al rey de los
judíos?".
El sabía, en efecto, que los sumos sacerdotes lo habían entregado por
envidia.
Pero los sumos sacerdotes incitaron a la multitud a pedir la libertad de
Barrabás.
Pilato continuó diciendo: "¿Qué debo hacer, entonces, con el que ustedes
llaman rey de los judíos?".
Ellos gritaron de nuevo: "¡Crucifícalo!".
Pilato les dijo: "¿Qué mal ha hecho?". Pero ellos gritaban cada vez más
fuerte: "¡Crucifícalo!".
Pilato, para contentar a la multitud, les puso en libertad a Barrabás; y a
Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera
crucificado.
Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron a
toda la guardia.
Lo vistieron con un manto de púrpura, hicieron una corona de espinas y se
la colocaron.
Y comenzaron a saludarlo: "¡Salud, rey de los judíos!".
Y le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando la rodilla,
le rendían homenaje.
Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le
pusieron de nuevo sus vestiduras. Luego lo hicieron salir para
crucificarlo.
Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que
regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús.
Y condujeron a Jesús a un lugar llamado Gólgota, que significa: "lugar del
Cráneo".
Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó.
Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus vestiduras,
sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno.
Ya mediaba la mañana cuando lo crucificaron.
La inscripción que indicaba la causa de su condena decía: "El rey de los
judíos".
Con él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su
izquierda.
Los que pasaban lo insultaban, movían la cabeza y decían: "¡Eh, tú, que
destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar,
sálvate a ti mismo y baja de la cruz!".
De la misma manera, los sumos sacerdotes y los escribas se burlaban y
decían entre sí: "¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo!
Es el Mesías, el rey de Israel, ¡que baje ahora de la cruz, para que veamos
y creamos!". También lo insultaban los que habían sido crucificados con él.
Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la tarde;
y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz: "Eloi, Eloi, lamá sabactani", que
significa: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?".
Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: "Está llamando a
Elías".
Uno corrió a mojar una esponja en vinagre y, poniéndola en la punta de una
caña le dio de beber, diciendo: "Vamos a ver si Elías viene a bajarlo".
Entonces Jesús, dando un gran grito, expiró.
El velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
Al verlo expirar así, el centurión que estaba frente a él, exclamó:
"¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!".
Había también allí algunas mujeres que miraban de lejos. Entre ellas
estaban María Magdalena, María, la madre de Santiago el menor y de José, y
Salomé,
que seguían a Jesús y lo habían servido cuando estaba en Galilea; y muchas
otras que habían subido con él a Jerusalén.
Era día de Preparación, es decir, víspera de sábado. Por eso, al atardecer,
José de Arimatea -miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el
Reino de Dios- tuvo la audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el
cuerpo de Jesús.
Pilato se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le
preguntó si hacía mucho que había muerto.
Informado por el centurión, entregó el cadáver a José.
Este compró una sábana, bajó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en ella y lo
depositó en un sepulcro cavado en la roca. Después, hizo rodar una piedra a
la entrada del sepulcro.
María Magdalena y María, la madre de José, miraban dónde lo habían puesto.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
San Andrés de Creta (660-740), monje y obispo
Sermón para el día de Ramos; PG 97, 1002
«Bendito el que viene en nombre del Señor, Dios de Israel» (Jn 12,13)
Ten ánimo, hija de Sión, no temas: «He aquí que viene a ti tu rey:
justo y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de
asna». Viene, el que está presente en todo y llena el universo, viene a ti
para realizar en ti la salvación para todos. Viene el que «no ha venido a
llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan», para hacer
salir del pecado a los que se han extraviado. No temas pues: «Dios está en
medio de ti, eres inquebrantable». Levantando las manos acoge al que con
sus manos ha dibujado tus murallas. Acoge al que ha asumido en sí mismo
todo lo que es nuestro, excepto el pecado, para allegarnos hasta él...
Alégrate, hija de Jerusalén, canta y danza de alegría... «Resplandece,
porque viene tu luz, y la gloria del Señor se levanta sobre ti»
¿Cuál es esta luz? «La que ilumina a todo hombre que viene al mundo»:
la luz eterna... aparecida en el tiempo; luz manifestada en la carne y
escondida por su naturaleza; luz que envuelve a los pastores y conduce a
los magos; luz que estaba en el mundo desde el principio, por quien el
mundo se hizo y que el mundo no ha reconocido; luz que vino a los suyos y
los suyos no la recibieron. Y ¿cuál es la gloria del Señor? Sin
ninguna duda es la cruz sobre la cual Cristo ha sido glorificado, él, el
esplendor de la gloria del Padre. Él mismo lo dijo al acercarse su pasión:
«Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en
él y le glorificará pronto». La gloria de la que habla aquí, es su subida a
la cruz. Sí, la cruz es la gloria de Cristo y su exaltación. Dijo: «Cuando
sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí».
Referencias bíblicas: Za 9,9; Lc 5,32; Ps 45,6; Is 60,1; Jn 1,9-11; He 1,3;
Jn 13,31-32; Jn 12,32)
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