domingo, 24 de septiembre de 2017

Evangelio del Día


domingo 24 Septiembre 2017

Vigésimo quinto Domingo del tiempo ordinario
Virgen de la Merced - Notre-Dame de la Merci

Leer el comentario del Evangelio por
Autor anónimo: "Id también vosotros a mi viña."

Isaías 55,6-9.

¡Busquen al Señor mientras se deja encontrar,
llámenlo mientras está cerca!
Que el malvado abandone su camino
y el hombre perverso, sus pensamientos;
que vuelva el Señor, y él le tendrá compasión,
a nuestro Dios, que es generoso en perdonar.
Porque los pensamientos de ustedes no son los míos,
ni los caminos de ustedes son mis caminos
-oráculo del Señor-.
Como el cielo se alza por encima de la tierra,
así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos
a los caminos y a los pensamientos de ustedes.



Pablo a los Filipenses 1,20c-24.27a.

Así lo espero ansiosamente, y no seré defraudado. Al contrario, estoy completamente seguro de que ahora, como siempre, sea que viva, sea que muera, Cristo será glorificado en mi cuerpo.
Porque para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia.
Pero si la vida en este cuerpo me permite seguir trabajando fructuosamente, ya no sé qué elegir.
Me siento urgido de ambas partes: deseo irme para estar con Cristo, porque es mucho mejor,
pero por el bien de ustedes es preferible que permanezca en este cuerpo.
Solamente les pido que se comporten como dignos seguidores del Evangelio de Cristo. De esa manera, sea que yo vaya a verlos o que oiga hablar de ustedes estando ausente, sabré que perseveran en un mismo espíritu, luchando de común acuerdo y con un solo corazón por la fe del Evangelio,


Mateo 20,1-16a.

Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña.
Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza,
les dijo: 'Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo'.
Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.
Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: '¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?'.
Ellos les respondieron: 'Nadie nos ha contratado'. Entonces les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'.
Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: 'Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros'.
Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario.
Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario.
Y al recibirlo, protestaban contra el propietario,
diciendo: 'Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada'.
El propietario respondió a uno de ellos: 'Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario?
Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti.
¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?'.
Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos».



Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

Autor anónimo, siglo IX, Italia
Homilía para la Septuagésima, 4-7; SC 161, pag 173

"Id también vosotros a mi viña."

Queridos míos, perseverad en las buenas obras que habéis comenzado.... Hombres desdichados sirven a un rey terreno con peligro de sus vidas y mediante enormes dificultades para un beneficio pasajero. ¿Por qué no serviréis vosotros al rey del cielo para obtener la bienaventuranza del Reino? Ya que, por la fe, el Señor os ha llamado a su viña, es decir, a la unidad de la Iglesia santa ¡vivid, comportaos de tal manera que, gracias a la generosidad de Dios, recibáis la moneda de plata que es la felicidad del Reino de los cielos.

Que nadie desespere a causa de la gravedad de sus pecados. No diga: numerosos son los pecados que he cometido hasta la vejez y extrema vejez, ya no podré obtener el perdón, sobre todo porque no es que yo haya dejado de pecar sino que los pecados me han abandonado a mí. Que este tal no desespere para nada de la misericordia divina, porque unos son llamados a la viña de Dios a la primera hora, otros a la tercera, otros a la sexta, otros a la novena, otros a la postrera. Es decir: unos son conducidos al servicio de Dios en la infancia, otros en la adolescencia, otros en la juventud, otros en la vejez, otros en la extrema vejez.

Que nadie, pues, sea cual fuera su edad, desespere si quiere convertirse a Dios...Trabajad fielmente en la viña de la Iglesia para recibir el salario de felicidad eterna y reinar con Cristo por los siglos de los siglos.







domingo, 17 de septiembre de 2017

Evangelio del Día


domingo 17 Septiembre 2017

Vigésimo cuarto Domingo del tiempo ordinario

San Roberto Belarmino, San Sátiro de Milán

Leer el comentario del Evangelio por
San Juan Pablo II : «¿No deberías, a tu vuelta, tener compasión de tu hermano?»

Eclesiástico 27,30.28,1-7.

También el rencor y la ira son abominables, y ambas cosas son patrimonio del pecador.
El hombre vengativo sufrirá la venganza del Señor, que llevará cuenta exacta de todos sus pecados.
Perdona el agravio a tu prójimo y entonces, cuando ores, serán absueltos tus pecados.
Si un hombre mantiene su enojo contra otro, ¿cómo pretende que el Señor lo sane?
No tiene piedad de un hombre semejante a él ¡y se atreve a implorar por sus pecados!
El, un simple mortal, guarda rencor: ¿quién le perdonará sus pecados?
Acuérdate del fin, y deja de odiar; piensa en la corrupción y en la muerte, y sé fiel a los mandamientos;
acuérdate de los mandamientos, y no guardes rencor a tu prójimo; piensa en la Alianza del Altísimo, y pasa por alto la ofensa.


San Pablo a los Romanos 14,7-9.

Ninguno de nosotros vive para sí, ni tampoco muere para sí.
Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor: tanto en la vida como en la muerte, pertenecemos al Señor.
Porque Cristo murió y volvió a la vida para ser Señor de los vivos y de los muertos.


Mateo 18,21-35.

Se adelantó Pedro y le dijo: "Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?".
Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores.
Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos.
Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.
El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo".
El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: 'Págame lo que me debes'.
El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: 'Dame un plazo y te pagaré la deuda'.
Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor.
Este lo mandó llamar y le dijo: '¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda.
¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de tí?'.
E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.
Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos".



Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

San Juan Pablo II (1920-2005), papa
Encíclica «Dives in misericordia» cp. 7, §14 (trad. © Libreria Editrice Vaticana)

«¿No deberías, a tu vuelta, tener compasión de tu hermano?»

La Iglesia debe considerar como uno de sus deberes principales—en cada etapa de la historia y especialmente en la edad contemporánea—el de proclamar e introducir en la vida el misterio de la misericordia, revelado en sumo grado en Cristo Jesús. Este misterio, no sólo para la misma Iglesia en cuanto comunidad de creyentes, sino también en cierto sentido para todos los hombres, es fuente de una vida diversa de la que el hombre, expuesto a las fuerzas prepotentes de la triple concupiscencia que obran en él, está en condiciones de construir. Precisamente en nombre de este misterio Cristo nos enseña a perdonar siempre. ¡Cuántas veces repetimos las palabras de la oración que El mismo nos enseñó, pidiendo: «perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores» (Mt 6,12), es decir, a aquellos que son culpables de algo respecto a nosotros!

Es en verdad difícil expresar el valor profundo de la actitud que tales palabras trazan e inculcan. ¡Cuántas cosas dicen estas palabras a todo hombre acerca de su semejante y también acerca de sí mismo! La conciencia de ser deudores unos de otros va pareja con la llamada a la solidaridad fraterna que san Pablo ha expresado en la invitación concisa a soportarnos «mutuamente con amor» (Ep 4,2). ¡Qué lección de humildad se encierra aquí respecto del hombre, del prójimo y de sí mismo a la vez! ¡Qué escuela de buena voluntad para la convivencia de cada día, en las diversas condiciones de nuestra existencia!







domingo, 10 de septiembre de 2017

Evangelio del Día


domingo 10 Septiembre 2017

Vigésimo tercer Domingo del tiempo ordinario

San Nicolás de Tolentino -

Leer el comentario del Evangelio por
Santa Teresa de Calcuta : «Todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en el cielo»: el sacramento del perdón

Ezequiel 33,7-9.

Así habla el Señor:
Hijo de hombre, yo te he puesto como centinela de la casa de Israel: cuando oigas una palabra de mi boca, tú les advertirás de mi parte.
Cuando yo diga al malvado: "Vas a morir", si tú no hablas para advertir al malvado que abandone su mala conducta, el malvado morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre.
Si tú, en cambio, adviertes al malvado para que se convierta de su mala conducta, y él no se convierte, él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida.


San Pablo a los Romanos 13,8-10.

Hermanos:
Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo: el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley.
Porque los mandamientos: No cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás, y cualquier otro, se resumen en este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
El amor no hace mal al prójimo. Por lo tanto, el amor es la plenitud de la Ley.


Mateo 18,15-20.

Jesús dijo a sus discipulos:
Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano.
Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos.
Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano.
Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.
También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá.
Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos.



Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

Santa Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad
El amor más grande

«Todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en el cielo»: el sacramento del perdón

El otro día un periodista me hizo una curiosa pregunta: "¿Incluso usted tiene que confesarse?" Sí, le dije. Me confieso cada semana. "Entonces Dios tiene que ser muy exigente, si hasta usted tiene que confesarse."

Seguro que su hijo a veces se equivoca, le dije. Y ¿qué ocurre cuando viene y le dice «papá, lo siento»?, ¿qué hace usted? Lo rodea con sus brazos y lo besa. ¿Por qué? Pues porque esa es su manera de decirle que lo ama. Dios hace lo mismo. Nos ama tiernamente. Por lo tanto cuando pecamos o cometemos un error, lo que debemos hacer es servirnos de eso para acercarnos más a Dios. Digámosle humildemente: «Sé que no debería haber hecho esto, pero incluso esta falta te la ofrezco».

Si hemos pecado o cometido un error, digámosle: «¡Lo siento! Me arrepiento». Dios es un Padre que perdona. Su clemencia es mayor que nuestros pecados. Él nos perdonará.







domingo, 3 de septiembre de 2017

Evangelio del Día


domingo 03 Septiembre 2017

Vigésimo segundo Domingo del tiempo ordinario

San Gregorio Magno I

Leer el comentario del Evangelio por
San Agustín : "Tus pensamientos no son como los de Dios, sino como los de los hombres." (Mt 16,23)

Jeremías 20,7-9.

¡Tú me has seducido, Señor, y yo me dejé seducir! ¡Me has forzado y has prevalecido! Soy motivo de risa todo el día, todos se burlan de mí.
Cada vez que hablo, es para gritar, para clamar: "Violencia, devastación!". Porque la palabra del Señor es para mí oprobio y afrenta todo el día.
Entonces dije: "No lo voy a mencionar, ni hablaré más en su Nombre". Pero había en mi corazón como un fuego abrasador, encerrado en mis huesos: me esforzaba por contenerlo, pero no podía.


San Pablo a los Romanos 12,1-2.

Por lo tanto, hermanos, yo los exhorto por la misericordia de Dios a ofrecerse ustedes mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: este es el culto espiritual que deben ofrecer.
No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto.


Mateo 16,21-27.

Desde aquel día, Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.
Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: "Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá".
Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres".
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará.
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?
Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras.



Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Sermón 96; PL 38, 584-586

"Tus pensamientos no son como los de Dios, sino como los de los hombres." (Mt 16,23)

Cuando el Señor compromete al hombre que le quiere seguir a renunciar a si mismo, nos encontramos difícil su exigencia y duro para entender. Pero si aquel que lo pide nos ayuda a cumplirlo, su mandato no es ni difícil ni costoso...Y esta otra palabra, salida de la boca del Señor, es igualmente verdadera: "Mi yugo es suave y mi carga ligera" (Mt 11,30). El amor, en efecto, suaviza lo que los preceptos pueden tener de costoso. Conocemos todas los prodigios que el amor es capaz de realizar...! ¿Por qué extrañarse de que aquel que ama a Cristo y lo quiere seguir, renuncie a si mismo para amarlo?...Porque si el hombre se pierde amándose a si mismo, sin duda, tiene que encontrarse al renunciar a si mismo...

¿Quién rehusaría seguir a Cristo hasta la vida eterna, hasta la paz suprema y la tranquilidad sin fin? Es bueno seguirle hasta allí; con todo, hay que conocer el camino que lleva hasta ahí... El camino parece cubierto de asperezas, te da en rostro, no quieres seguir a Cristo. ¡Ponte en camino! El camino que los hombres se han trazado son irregulares, pero han sido allanados cuando Cristo los anduvo volviendo al cielo. ¿Quién rehusará, pues, caminar hacia la gloria?

A todo el mundo le gusta ensalzarse en gloria, pero la humildad es la dirección para llegar a ella. ¿Por qué levantas el pie más alto que tú mismo? ¿Quieres despeñarte en lugar de subir? Empieza por este paso, él te hara subir. Los dos discípulos que decían: "Señor, concédenos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria." (Mc 10,37) no prestaban ninguna atención a este grado de humildad. Veían sólo la cumbre y no veían el camino. Pero el Señor les mostró el camino. ¿Qué es lo que les respondió ? "Podéis beber la copa de amargura que yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?" (Mc 10,38).  Vosotros, que queréis llegar a la fiesta de honores ¿podréis beber el cáliz de la humildad? Por esto, el Señor no se limitó a decir, de una manera generalizada: "que se niegue a si mismo y me siga", sino que añadió: "que tome su cruz y me siga".