domingo, 24 de abril de 2011

Evangelio del Día

domingo 24 Abril 2011
Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor

San Fidel de Sigmaringa



Leer el comentario del Evangelio por
San Máximo de Turín : "Este es el día que actuó el Señor" (Sal 117,24)

Lecturas

Hechos 10,34.37-43.

Entonces Pedro, tomando la palabra, dijo: "Verdaderamente, comprendo que Dios no hace acepción de personas,
Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba Juan:
cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. El pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén. Y ellos lo mataron, suspendiéndolo de un patíbulo.
Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara,
no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su resurrección.
Y nos envió a predicar al pueblo, y atestiguar que él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos.
Todos los profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre".


Pablo a los Colosenses 3,1-4.

Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios.
Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra.
Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios.
Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria.


Juan 20,1-9.

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto".
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo,
y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

San Máximo de Turín (?-v. 420), Obispo
Sermón 36; PL 57, 605

"Este es el día que actuó el Señor" (Sal 117,24)

     Manifestemos nuestra alegría, hermanos, hoy como ayer. Si las sombras
de la noche han interrumpido nuestras fiestas, el día santo no ha
terminado...: la claridad que propaga la alegría del Señor es eterna.
Cristo nos iluminó ayer y hoy todavía resplandece su luz. "Jesucristo es el
mismo ayer y hoy", dice el bienaventurado apóstol Pablo (Heb 13,8). Sí,
para nosotros Cristo ha nacido. Para nosotros ha nacido hoy, según lo
anunciado por Dios por boca de David:"Tú eres mi hijo, yo te he engendrado
hoy" (Sal 2,7). ¿Qué significa esto? Que Él no engendró a su hijo un día,
sino que ha engendrado el día y la luz al mismo tiempo...
     Sí, Cristo es nuestro hoy: esplendor vivo y sin disminución, Él no
deja de alumbrar el mundo (He 1.3) y este incendio eterno parece no ser
sólo de  un día. "Mil años en tu presencia son un ayer que pasó", exclamó
el profeta (Sal 89,4). Sí, Cristo es ese día único porque única es la
eternidad de Dios. Él es nuestro hoy: el pasado, huyó, se escapó; el futuro
desconocido no tiene secretos para él. Luz soberana, abrazó todo, lo sabe
todo, en todo tiempo está presente y lo posee todo. Antes que él, el pasado
no se puede derrumbar, ni el futuro eludir... Hoy no es sólo el tiempo
donde la carne nació de la Virgen María, ni sólo donde la divinidad, sale
de la boca de Dios su Padre, sino el tiempo donde ha resucitado de entre
los muertos: "Él ha resucitado a Jesús, dice el apóstol Pablo; Así está
escrito en el Salmo segundo: "Tú eres mi Hijo; "Yo te he engendrado hoy'"
(Hechos 13,33).
     Verdaderamente, Él es nuestro hoy, cuando, al salir de oscura noche
del infierno, abrazó a los hombres. Realmente, Él es nuestro día, al que no
pudieron oscurecer los ataques de sus enemigos. Ningún día mejor que este
día para acoger la luz: a todos los muertos, les ha dado el día y la vida.
El hombre viejo nos llevó a la muerte; Él nos ha resucitado con la fuerza
de su hoy.





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martes, 19 de abril de 2011

Semana Santa 2011

EVANGELIZO – EL EVANGELIO DEL DIA

¡Un servicio de evangelización con dimensión universal!


www.evangeliodeldia.org

« ¿Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de Vida eterna. » Jn 6, 68

Queridos amigos suscriptores:

¡Pascuas se acerca !

¡El Equipo del Evangelio del Día les desea una santa semana! 

Dejémonos conducir al pie de la Cruz y asociándonos a la Pasión y muerte redentora de Cristo, podamos aún más compartir la Alegría de su resurrección.

Con esta alegría de la Pascua que se aproxima, el Equipo del Evangelio del Día ha tenido la alegría de haber encontrado al Santo Padre el 13 de abril. Una parte del Equipo de la Asociación Internacional EVANGELIZO, que anima las 10 versiones lingüísticas del Evangelio del Día, fue a Roma para celebrar su 10º aniversario. En la audiencia general de ese miércoles, el Santo Padre evocó Evangelizo diciendo en francés :

« ¡Recibo con alegría a los peregrinos de lengua francesa, especialmente a los miembros de la Asociación Evangelizo! Al difundir cotidianamente la Palabra de Dios, ofrecen a los bautizados la posibilidad de configurarse a Cristo. Los aliento en esta noble misión ».

Estas palabras nos alientan a continuar el desarrollo del servicio en nuevas versiones lingüísticas, en nuevos idiomas, y también a mejorar las condiciones técnicas. Es justamente en esta óptica de mejora técnica que les estamos enviando en estos días un pedido de confirmación de suscripción. Es muy importante que contesten rápidamente. Gracias.

En cuanto al desarrollo del servicio en nuevas versiones lingüísticas, lanzamos una llamada. Deseamos proponer el servicio en chino (mandarín), hindi y bengali y buscamos a personas católicas, laicas o religiosas, que deseen participar a la creación de estas nuevas versiones de EVANGELIZO. El servicio ya existe en diez versiones lingüísticas : alemán, inglés, árabe, armenio, castellano, francés, holandés, polaco, portugués e italiano. Los miembros del equipo de traducción viven en varias partes del mundo y está compuesto en parte por religiosos de distintas comunidades: cistersence, benedictina, jesuítica, redentorista, de las carmelitas descalzas, de la fraternidad monástica de Jérusalen. Tomar contacto con nosotros a través de la página « contacto» del sitio. http://www.evangelizo.org/main.php?language=SP&module=contact. Gracias.

Queremos agradecer también a quienes por su contribución al financiamiento del servicio, permiten su funcionamiento y desarrollo. Sus contribuciones sirven, en parte, para sostener los monasterios que nos ayudan en la selección y traducción diaria de los comentarios, así como a financiar el material informático. Es por esta relación real entre vida activa y vida contemplativa que el Evangelio del Día puede funcionar.

Si desea hacer un donativo:http://www.evangelizo.org/donation/SP/fc_pbagnpg=r0pop2n346rinatryvmb.bet/ . Gracias.

Queridos amigos, queridos suscriptores, el Evangelio del Día es solamente un medio, pero lleva la Palabra de Dios. Esperamos que el Evangelio del Día los pueda ayudar un poco más a vivir en la intimidad de Cristo, particularmente en esta Semana Santa.

Gracias por su apoyo y fidelidad.

Un fraternal saludo.

El Equipo Hispano-parlante del Evangelio del Día:

Hermana Virtudes, Hermana Eulalia y Hermana Marian, Hermana Cristina, Graciela, Roberto, Marco, Martín y Asunción, Blandine.

 PARA CONTESTAR:utilizar el formulario CONTACTO del sitio.


Creado en el 2001, EVANGELIZO propone a sus lectores un acceso sencillo y rápido a todas las lecturas de la litúrgia católica del día, a la vida de los santos y a un comentario de una gran figura de la Iglesia. Con 70 voluntarios en el mundo, el Evangelio del Día se difunde a casi 500 000 lectores, suscriptos al servicio de envío diario por correo electrónico. El servicio está también disponible para los teléfonos móviles  y aplicación iPhone y Android:http://mobile.evangelizo.org.
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domingo, 17 de abril de 2011

Evangelio del Día

domingo 17 Abril 2011
Domingo de Ramos en la Pasión del Señor A

Santa Caterina (Kateri) Tekakwitha,  Beata Mariana de Jesús



Leer el comentario del Evangelio por
San Beda el Venerable   : "Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1,29)

Lecturas

Isaías 50,4-7.

El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo.
El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás.
Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro cuando me ultrajaban y escupían.
Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.


Pablo a los Filipenses 2,6-11.

El, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente:
al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano,
se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz.
Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre,
para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos,
y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: "Jesucristo es el Señor".


Mateo 26,14-75.27,1-66.

Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes
y les dijo: "¿Cuánto me darán si se lo entrego?". Y resolvieron darle treinta monedas de plata.
Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo.
El primer día de los Acimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: "¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?".
El respondió: "Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: 'El Maestro dice: Se acerca mi hora, voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos'".
Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua.
Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce
y, mientras comían, Jesús les dijo: "Les aseguro que uno de ustedes me entregará".
Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno: "¿Seré yo, Señor?".
El respondió: "El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ese me va a entregar.
El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido!".
Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó: "¿Seré yo, Maestro?". "Tú lo has dicho", le respondió Jesús.
Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman, esto es mi Cuerpo".
Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, diciendo: "Beban todos de ella,
porque esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos para la remisión de los pecados.
Les aseguro que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Padre".
Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos.
Entonces Jesús les dijo: "Esta misma noche, ustedes se van a escandalizar a causa de mí. Porque dice la Escritura: Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño.
Pero después que yo resucite, iré antes que ustedes a Galilea".
Pedro, tomando la palabra, le dijo: "Aunque todos se escandalicen por tu causa, yo no me escandalizaré jamás".
Jesús le respondió: "Te aseguro que esta misma noche, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces".
Pedro le dijo: "Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré". Y todos los discípulos dijeron lo mismo.
Cuando Jesús llegó con sus discípulos a una propiedad llamada Getsemaní, les dijo: "Quédense aquí, mientras yo voy allí a orar".
Y llevando con él a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse.
Entonces les dijo: "Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense aquí, velando conmigo".
Y adelantándose un poco, cayó con el rostro en tierra, orando así: "Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya".
Después volvió junto a sus discípulos y los encontró durmiendo. Jesús dijo a Pedro: "¿Es posible que no hayan podido quedarse despiertos conmigo, ni siquiera una hora?
Estén prevenidos y oren para no caer en la tentación, porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil".
Se alejó por segunda vez y suplicó: "Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que yo lo beba, que se haga tu voluntad".
Al regresar los encontró otra vez durmiendo, porque sus ojos se cerraban de sueño.
Nuevamente se alejó de ellos y oró por tercera vez, repitiendo las mismas palabras.
Luego volvió junto a sus discípulos y les dijo: "Ahora pueden dormir y descansar: ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.
¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar".
Jesús estaba hablando todavía, cuando llegó Judas, uno de los Doce, acompañado de una multitud con espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo.
El traidor les había dado esta señal: "Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo".
Inmediatamente se acercó a Jesús, diciéndole: "Salud, Maestro", y lo besó.
Jesús le dijo: "Amigo, ¡cumple tu cometido!". Entonces se abalanzaron sobre él y lo detuvieron.
Uno de los que estaban con Jesús sacó su espada e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja.
Jesús le dijo: "Guarda tu espada, porque el que a hierro mata a hierro muere.
¿O piensas que no puedo recurrir a mi Padre? El pondría inmediatamente a mi disposición más de doce legiones de ángeles.
Pero entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, según las cuales debe suceder así?".
Y en ese momento dijo Jesús a la multitud: "¿Soy acaso un ladrón, para que salgan a arrestarme con espadas y palos? Todos los días me sentaba a enseñar en el Templo, y ustedes no me detuvieron".
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
Los que habían arrestado a Jesús lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote Caifás, donde se habían reunido los escribas y los ancianos.
Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote; entró y se sentó con los servidores, para ver cómo terminaba todo.
Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un falso testimonio contra Jesús para poder condenarlo a muerte;
pero no lo encontraron, a pesar de haberse presentado numerosos testigos falsos. Finalmente, se presentaron dos
que declararon: "Este hombre dijo: 'Yo puedo destruir el Templo de Dios y reconstruirlo en tres días'".
El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie, dijo a Jesús: "¿No respondes nada? ¿Qué es lo que estos declaran contra ti?".
Pero Jesús callaba. El Sumo Sacerdote insistió: "Te conjuro por el Dios vivo a que me digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios".
Jesús le respondió: "Tú lo has dicho. Además, les aseguro que de ahora en adelante verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo".
Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: "Ha blasfemado, ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia.
¿Qué les parece?". Ellos respondieron: "Merece la muerte".
Luego lo escupieron en la cara y lo abofetearon. Otros lo golpeaban,
diciéndole: "Tú, que eres el Mesías, profetiza, dinos quién te golpeó".
Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera, en el patio. Una sirvienta se acercó y le dijo: "Tú también estabas con Jesús, el Galileo".
Pero él lo negó delante de todos, diciendo: "No sé lo que quieres decir".
Al retirarse hacia la puerta, lo vio otra sirvienta y dijo a los que estaban allí: "Este es uno de los que acompañaban a Jesús, el Nazareno".
Y nuevamente Pedro negó con juramento: "Yo no conozco a ese hombre".
Un poco más tarde, los que estaban allí se acercaron a Pedro y le dijeron: "Seguro que tú también eres uno de ellos; hasta tu acento te traiciona".
Entonces Pedro se puso a maldecir y a jurar que no conocía a ese hombre. En seguida cantó el gallo,
y Pedro recordó las palabras que Jesús había dicho: "Antes que cante el gallo, me negarás tres veces". Y saliendo, lloró amargamente.
Cuando amaneció, todos los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo deliberaron sobre la manera de hacer ejecutar a Jesús.
Después de haberlo atado, lo llevaron ante Pilato, el gobernador, y se lo entregaron.
Judas, el que lo entregó, viendo que Jesús había sido condenado, lleno de remordimiento, devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos,
diciendo: "He pecado, entregando sangre inocente". Ellos respondieron: "¿Qué nos importa? Es asunto tuyo".
Entonces él, arrojando las monedas en el Templo, salió y se ahorcó.
Los sumos sacerdotes, juntando el dinero, dijeron: "No está permitido ponerlo en el tesoro, porque es precio de sangre".
Después de deliberar, compraron con él un campo, llamado "del alfarero", para sepultar a los extranjeros.
Por esta razón se lo llama hasta el día de hoy "Campo de sangre".
Así se cumplió lo anunciado por el profeta Jeremías: Y ellos recogieron las treinta monedas de plata, cantidad en que fue tasado aquel a quien pusieron precio los israelitas.
Con el dinero se compró el "Campo del alfarero", como el Señor me lo había ordenado.
Jesús compareció ante el gobernador, y este le preguntó: "¿Tú eres el rey de los judíos?". El respondió: "Tú lo dices".
Al ser acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada.
Pilato le dijo: "¿No oyes todo lo que declaran contra ti?".
Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al gobernador.
En cada Fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo.
Había entonces uno famoso, llamado Barrabás.
Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido: "¿A quién quieren que ponga en libertad, a Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías?".
El sabía bien que lo habían entregado por envidia.
Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir: "No te mezcles en el asunto de ese justo, porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho".
Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.
Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó: "¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?". Ellos respondieron: "A Barrabás".
Pilato continuó: "¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?". Todos respondieron: "¡Que sea crucificado!".
El insistió: "¿Qué mal ha hecho?". Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: "¡Que sea crucificado!".
Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: "Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes".
Y todo el pueblo respondió: "Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos".
Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.
Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de él.
Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo.
Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza, pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo: "Salud, rey de los judíos".
Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza.
Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.
Al salir, se encontraron con un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz.
Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa "lugar del Cráneo",
le dieron de beber vino con hiel. El lo probó, pero no quiso tomarlo.
Después de crucificarlo, los soldados sortearon sus vestiduras y se las repartieron;
y sentándose allí, se quedaron para custodiarlo.
Colocaron sobre su cabeza una inscripción con el motivo de su condena: "Este es Jesús, el rey de los judíos".
Al mismo tiempo, fueron crucificados con él dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza,
decían: "Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!".
De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo:
"¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en él.
Ha confiado en Dios; que él lo libre ahora si lo ama, ya que él dijo: "Yo soy Hijo de Dios".
También lo insultaban los ladrones crucificados con él.
Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región.
Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz: "Elí, Elí, lemá sabactani", que significa: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?".
Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: "Está llamando a Elías".
En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber.
Pero los otros le decían: "Espera, veamos si Elías viene a salvarlo".
Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu.
Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron
y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron
y, saliendo de las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a mucha gente.
El centurión y los hombres que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: "¡Verdaderamente, este era el Hijo de Dios!".
Había allí muchas mujeres que miraban de lejos: eran las mismas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo.
Entre ellas estaban María Magdalena, María -la madre de Santiago y de José- y la madre de los hijos de Zebedeo.
Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús,
y fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo entregaran.
Entonces José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia
y lo depositó en un sepulcro nuevo que se había hecho cavar en la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue.
María Magdalena y la otra María estaban sentadas frente al sepulcro.
A la mañana siguiente, es decir, después del día de la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron y se presentaron ante Pilato,
diciéndole: "Señor, nosotros nos hemos acordado de que ese impostor, cuando aún vivía, dijo: 'A los tres días resucitaré'.
Ordena que el sepulcro sea custodiado hasta el tercer día, no sea que sus discípulos roben el cuerpo y luego digan al pueblo: '¡Ha resucitado!'. Este último engaño sería peor que el primero".
Pilato les respondió: "Ahí tienen la guardia, vayan y aseguren la vigilancia como lo crean conveniente".
Ellos fueron y aseguraron la vigilancia del sepulcro, sellando la piedra y dejando allí la guardia.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

San Beda el Venerable  (v. 673-735), monje, doctor de la Iglesia
Sermón n° 23

"Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1,29)

     Alrededor del cordero de Dios se eleva el hosanna del pueblo: aquellos
que instan a la multitud alabándolo con una sola y misma confesión de fe:
"Hosanna al hijo de David! (21,9 Mt) Ya en este elogio se hace eco el coro
de los Santos que canta: "La salvación es de nuestro Dios que está
sentado  en el trono y del Cordero". (Ap 7.10) Él va allí todos los días
donde dará su enseñanza final (Lc 20,47). Es aquí donde va a consumar el
sacramento de la Pascua judía, observada fielmente hasta entonces. Él mismo
dará la Pascua nueva a los suyos cuando, saliendo del Monte de los Olivos,
será puesto a prueba por sus enemigos y crucificado al día siguiente. Como
cordero Pascual, llevado hoy al lugar cercano de su pasión y cumpliendo la
profecía de Isaías: "como oveja, llevada al matadero, como un cordero ante
el esquilador" (53,7).
     Cinco días antes de su pasión, quiere llegar a la ciudad; Esto
demuestra que él es el cordero inmaculado, que viene a quitar el pecado del
mundo (Jn 1,29); Es el cordero Pascual, que inmolado, libera al nuevo
Israel de la esclavitud de Egipto (Ex 12); Es cinco días antes de su
pasión, cuando sus enemigos deciden su muerte de manera irreversible. Hoy,
esto significa que nos  canjea a todos  por su sangre (Ap 5,9); Hoy, en la
alegría y júbilo de un pueblo que lo rodea y que lo aclama, entra en el
templo de Dios (Mt 21.12). El «mediador entre Dios y los hombres, el hombre
Cristo Jesús» (1Tm 2.5) sufrirá por la salvación del género humano: es por
esto por lo que descendió del cielo a la tierra, y ahora quiere acercarse
al lugar de su pasión. Así será evidente para todos que él va a sufrir la
pasión por su propia voluntad, no a la fuerza.





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domingo, 10 de abril de 2011

Evangelio del Día

domingo 10 Abril 2011
V Domingo de Cuaresma A

San Ezequiel (Profeta)



Leer el comentario del Evangelio por
San Pedro Crisólogo : « Entonces, Jesús lloró »

Lecturas

Ezequiel 37,12-14.

Por eso, profetiza diciéndoles: Así habla el Señor: Yo voy a abrir las tumbas de ustedes, los haré salir de ellas, y los haré volver, pueblo mío, a la tierra de Israel.
Y cuando abra sus tumbas y los haga salir de ellas, ustedes, mi pueblo, sabrán que yo soy el Señor.
Yo pondré mi espíritu en ustedes, y vivirán; los estableceré de nuevo en su propio suelo, y así sabrán que yo, el Señor, lo he dicho y lo haré -oráculo del Señor-.


San Pablo a los Romanos 8,8-11.

Por eso, los que viven de acuerdo con la carne no pueden agradar a Dios.
Pero ustedes no están animados por la carne sino por el espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo no puede ser de Cristo.
Pero si Cristo vive en ustedes, aunque el cuerpo esté sometido a la muerte a causa del pecado, el espíritu vive a causa de la justicia.
Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes.


Juan 11,1-45.

Había un hombre enfermo, Lázaro de Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta.
María era la misma que derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano Lázaro era el que estaba enfermo.
Las hermanas enviaron a decir a Jesús: "Señor, el que tú amas, está enfermo".
Al oír esto, Jesús dijo: "Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella".
Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro.
Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba.
Después dijo a sus discípulos: "Volvamos a Judea".
Los discípulos le dijeron: "Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿quieres volver allá?".
Jesús les respondió: "¿Acaso no son doce las horas del día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo;
en cambio, el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él".
Después agregó: "Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo".
Sus discípulos le dijeron: "Señor, si duerme, se curará".
Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte.
Entonces les dijo abiertamente: "Lázaro ha muerto,
y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo".
Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: "Vayamos también nosotros a morir con él".
Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días.
Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros.
Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano.
Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa.
Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas".
Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará".
Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día".
Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá;
y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?".
Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo".
Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: "El Maestro está aquí y te llama".
Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro.
Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado.
Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que esta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí.
María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y le dijo: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto".
Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la acompañaban, conmovido y turbado,
preguntó: "¿Dónde lo pusieron?". Le respondieron: "Ven, Señor, y lo verás".
Y Jesús lloró.
Los judíos dijeron: "¡Cómo lo amaba!".
Pero algunos decían: "Este que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podría impedir que Lázaro muriera?".
Jesús, conmoviéndose nuevamente, llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima,
y dijo: "Quiten la piedra". Marta, la hermana del difunto, le respondió: "Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto".
Jesús le dijo: "¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?".
Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: "Padre, te doy gracias porque me oíste.
Yo sé que siempre me oyes, pero lo he dicho por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado".
Después de decir esto, gritó con voz fuerte: "¡Lázaro, ven afuera!".
El muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: "Desátenlo para que pueda caminar".
Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que habían ido a casa de María creyeron en él.


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

San Pedro Crisólogo (v. 406-450), Obispo de Rávena, doctor de la Iglesia.
Sermón 64; PL 52, 379

« Entonces, Jesús lloró »

     "Cuando Jesús vio llorar a María, y que los judíos que llegaron con él
estaban llorando, le embargó una profunda emoción..." María llora, los
judíos lloran, el mismo Cristo llora. ¿Crees que todos sienten la misma
pena? María, la hermana del  muerto, llora porque no pudo retener a su
hermano, ni evitar la muerte. Ella está bien convencida de la resurrección
pero la pérdida de su mejor apoyo, el pensamiento de una falta cruel, la
tristeza de una larga separación, son lágrimas que ella no puede evitar...
La imagen implacable de la muerte no puede que no nos toque y moleste,
cualquiera que sea nuestra fe. Los judíos también lloraron, en recuerdo de
su condición mortal, porque no esperan la eternidad...
     Un mortal no puede no llorar ante la muerte.
     ¿Cuál de estas penas siente Cristo? ¿Ninguna? entonces ¿por qué llora?
Él dijo: Lázaro está muerto, y me alegro »... Pero he aquí que derrama
lágrimas como los mortales, al mismo tiempo que Él difunde una vez más el
Espíritu de la vida! Hermanos, este es el hombre: bajo la influencia de la
alegría, como bajo el efecto de la pena, derrama las lágrimas ... Cristo no
llora en la desolación de la muerte, en recuerdo de la alegría, aquel que
por su palabra, una palabra, debe despertar a los muertos a la vida eterna
(Jn 5,48) ... ¿Cómo podemos pensar que Cristo lloró por debilidad humana,
cuando el Padre Celestial llora a su hijo pródigo, no cuando se marcha,
sino a la hora del regreso? (Lucas 15,20) ... Él permitió que Lázaro
muriera, porque quería resucitar a un muerto y así mostrar su gloria,
permitió que su amigo descendiera a los infiernos para que Dios apareciera,
liberando al hombre del infierno.





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domingo, 3 de abril de 2011

Evangelio del Día

domingo 03 Abril 2011
IV Domingo de Cuaresma A

San Juan Brittos,  Padre Raniero Cantalamessa



Leer el comentario del Evangelio por
San Efrén : « Yo he venido a este mundo para un desafío: para que los que no ven puedan ver»

Lecturas

Samuel 1 16,1.6-7.10-13.

El Señor dijo a Samuel: "¿Hasta cuándo vas a estar lamentándote por Saúl, si yo lo he rechazado para que no reine más sobre Israel? ¡Llena tu frasco de aceite y parte! Yo te envío a Jesé, el de Belén, porque he visto entre sus hijos al que quiero como rey".
Cuando ellos se presentaron, Samuel vio a Eliab y pensó: "Seguro que el Señor tiene ante él a su ungido".
Pero el Señor dijo a Samuel: "No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque yo lo he descartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón".
Así Jesé hizo pasar ante Samuel a siete de sus hijos, pero Samuel dijo a Jesé: "El Señor no ha elegido a ninguno de estos".
Entonces Samuel preguntó a Jesé: "¿Están aquí todos los muchachos?". El respondió: "Queda todavía el más joven, que ahora está apacentando el rebaño". Samuel dijo a Jesé: "Manda a buscarlos, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que llegue aquí".
Jesé lo hizo venir: era de tez clara, de hermosos ojos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel: "Levántate y úngelo, porque es este".
Samuel tomó el frasco de óleo y lo ungió en presencia de sus hermanos. Y desde aquel día, el espíritu del Señor descendió sobre David. Samuel, por su parte, partió y se fue a Ramá.


San Pablo a los Efesios 5,8-14.

Antes, ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de la luz.
Ahora bien, el fruto de la luz es la bondad, la justicia y la verdad.
Sepan discernir lo que agrada al Señor,
y no participen de las obras estériles de las tinieblas; al contrario, pónganlas en evidencia.
Es verdad que resulta vergonzoso aun mencionar las cosas que esa gente hace ocultamente.
Pero cuando se las pone de manifiesto, aparecen iluminadas por la luz,
porque todo lo que se pone de manifiesto es luz. Por eso se dice: Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo te iluminará.


Juan 9,1-41.

Al pasar, vio a un hombre ciego de nacimiento.
Sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido ciego?".
"Ni él ni sus padres han pecado, respondió Jesús; nació así para que se manifiesten en él las obras de Dios.
Debemos trabajar en las obras de aquel que me envió, mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar.
Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo".
Después que dijo esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego,
diciéndole: "Ve a lavarte a la piscina de Siloé", que significa "Enviado". El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía.
Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigar, se preguntaban: "¿No es este el que se sentaba a pedir limosna?".
Unos opinaban: "Es el mismo". "No, respondían otros, es uno que se le parece". El decía: "Soy realmente yo".
Ellos le dijeron: "¿Cómo se te han abierto los ojos?".
El respondió: "Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos y me dijo: 'Ve a lavarte a Siloé'. Yo fui, me lavé y vi".
Ellos le preguntaron: "¿Dónde está?". El respondió: "No lo sé".
El que había sido ciego fue llevado ante los fariseos.
Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los ojos.
Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había llegado a ver. El les respondió: "Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo".
Algunos fariseos decían: "Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el sábado". Otros replicaban: "¿Cómo un pecador puede hacer semejantes signos?". Y se produjo una división entre ellos.
Entonces dijeron nuevamente al ciego: "Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?". El hombre respondió: "Es un profeta".
Sin embargo, los judíos no querían creer que ese hombre había sido ciego y que había llegado a ver, hasta que llamaron a sus padres
y les preguntaron: "¿Es este el hijo de ustedes, el que dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?".
Sus padres respondieron: "Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego,
pero cómo es que ahora ve y quién le abrió los ojos, no lo sabemos. Pregúntenle a él: tiene edad para responder por su cuenta".
Sus padres dijeron esto por temor a los judíos, que ya se habían puesto de acuerdo para excluir de la sinagoga al que reconociera a Jesús como Mesías.
Por esta razón dijeron: "Tiene bastante edad, pregúntenle a él".
Los judíos llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: "Glorifica a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador".
"Yo no sé si es un pecador, respondió; lo que sé es que antes yo era ciego y ahora veo".
Ellos le preguntaron: "¿Qué te ha hecho? ¿Cómo te abrió los ojos?".
El les respondió: "Ya se lo dije y ustedes no me han escuchado. ¿Por qué quieren oírlo de nuevo? ¿También ustedes quieren hacerse discípulos suyos?".
Ellos lo injuriaron y le dijeron: "¡Tú serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés!
Sabemos que Dios habló a Moisés, pero no sabemos de donde es este".
El hombre les respondió: "Esto es lo asombroso: que ustedes no sepan de dónde es, a pesar de que me ha abierto los ojos.
Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí al que lo honra y cumple su voluntad.
Nunca se oyó decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento.
Si este hombre no viniera de Dios, no podría hacer nada".
Ellos le respondieron: "Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos lecciones?". Y lo echaron.
Jesús se enteró de que lo habían echado y, al encontrarlo, le preguntó: "¿Crees en el Hijo del hombre?".
El respondió: "¿Quién es, Señor, para que crea en él?".
Jesús le dijo: "Tú lo has visto: es el que te está hablando".
Entonces él exclamó: "Creo, Señor", y se postró ante él.
Después Jesús agregó: "He venido a este mundo para un juicio: Para que vean los que no ven y queden ciegos los que ven".
Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: "¿Acaso también nosotros somos ciegos?".
Jesús les respondió: "Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado, pero como dicen: 'Vemos', su pecado permanece".


Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por

San Efrén (v. 306-373), diácono en Siria, doctor de la Iglesia
Comentario al  Diatessaron, 16, 28-31

« Yo he venido a este mundo para un desafío: para que los que no ven puedan ver»

     >Y la
luz ha brotado de la tierra, como al principio, como cuando... la tiniebla
lo cubría todo y le ordenó a la luz que surgiera de la oscuridad (Gn
1,2-3). Por lo tanto curó un defecto que existía después del nacimiento,
para mostrar que Él, da la mano acabando aquello que falta a la naturaleza.
Era bueno que le diera la mano a aquellos que había formado en la creación
al principio. Y como nos negamos a creer que Él era anterior a Abraham (Jn
8,57), Él ha probado por sus obras que es el Hijo de Aquel que, de su mano,
>. (Gn 2,7).
     Él hace esto para aquellos que buscan milagros a fin de creer: "Los
judíos buscan milagros" (1Co 1,22). No es la piscina de Siloé lo que ha
abierto los ojos del ciego, como no son las aguas del Jordán las que
purifican a Naamán (2R 5,14): es el poder del Señor el que lo hace todo.
Por lo tanto, no es el agua de nuestro bautismo, sino el nombre de la
Trinidad que se pronuncia sobre ella lo que nos purifica. >, con el fin de que los fariseos limpien la ceguera de su
corazón...
     Aquellos que vieron la luz material estaban conducidos por un ciego
que vio la luz del espíritu; y, en su noche, el ciego estuvo conducido por
aquellos que veían externamente, pero eran espiritualmente ciegos.
     El ciego ha lavado el barro de sus ojos, y se ha visto a sí mismo;
otros han lavado la ceguera de su corazón, y se han examinado a sí mismos.
De este modo, abriendo exteriormente los ojos de un ciego, nuestro Señor
abre secretamente los ojos de muchos otros ciegos... En estas pocas
palabras del Señor están escondidos tesoros admirables, y en esta curación,
fue esbozado un símbolo: Jesús, hijo del Creador.





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