domingo 27 Junio 2010
XIII Domingo del Tiempo Ordinario
San Cirilo de Alejandría, Beato Estefan (José) Nehme
Leer el comentario del Evangelio por
Santa Teresa-Benedicta de la Cruz [Edith Stein] : «Sígueme»
Lecturas
1 Reyes 19,16.19-21.
A Jehú, hijo de Nimsí, lo ungirás rey de Israel, y a Eliseo, hijo de Safat,
de Abel Mejolá, lo ungirás profeta en lugar de ti.
Elías partió de allí y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando.
Delante de él había doce yuntas de bueyes, y él iba con la última. Elías
pasó cerca de él y le echó encima su manto.
Eliseo dejó sus bueyes, corrió detrás de Elías y dijo: "Déjame besar a mi
padre y a mi madre; luego te seguiré". Elías le respondió: "Sí, puedes ir.
¿Qué hice yo para impedírtelo?"
Eliseo dio media vuelta, tomó la yunta de bueyes y los inmoló. Luego, con
los arneses de los bueyes, asó la carne y se la dio a su gente para que
comieran. Después partió, fue detrás de Elías y se puso a su servicio.
Pablo a los Gálatas 5,1.13-18.
Esta es la libertad que nos ha dado Cristo. Manténganse firmes para no caer
de nuevo bajo el yugo de la esclavitud.
Ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad, pero procuren
que esta libertad no sea un pretexto para satisfacer los deseos carnales"
háganse más bien servidores los unos de los otros, por medio del amor.
Porque toda la Ley está resumida plenamente en este precepto: Amarás a tu
prójimo como a ti mismo.
Pero si ustedes se están mordiendo y devorando mutuamente, tengan cuidado
porque terminarán destruyéndose los unos a los otros.
Yo los exhorto a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios, y así no
serán arrastrados por los deseos de la carne.
Porque la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne.
Ambos luchan entre sí, y por eso, ustedes no pueden hacer todo el bien que
quieren.
Pero si están animados por el Espíritu, ya no están sometidos a la Ley.
Lucas 9,51-62.
Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se
encaminó decididamente hacia Jerusalén
y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo
de Samaría para prepararle alojamiento.
Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén.
Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: "Señor,
¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?".
Pero él se dio vuelta y los reprendió.
Y se fueron a otro pueblo.
Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: "¡Te seguiré adonde
vayas!".
Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus
nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza".
Y dijo a otro: "Sígueme". El respondió: "Permíteme que vaya primero a
enterrar a mi padre".
Pero Jesús le respondió: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú
ve a anunciar el Reino de Dios".
Otro le dijo: "Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los
míos".
Jesús le respondió: "El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia
atrás, no sirve para el Reino de Dios".
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
Santa Teresa-Benedicta de la Cruz [Edith Stein] (1891-1942), carmelita descalza, mártir, copatrona de Europa
Meditación para la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz
«Sígueme»
El Salvador nos ha precedido en el camino de la pobreza. A Él le
pertenecen todos los bienes del cielo y de la tierra. Para Él no
presentaban ningún peligro; podía usar de ellos al mismo tiempo que
conservaba su corazón enteramente libre. Pero sabía muy bien que es casi
imposible al ser humano poseer bienes sin subordinarse a ellos y hacerse su
esclavo. Por esta razón lo abandonó todo, y con su ejemplo nos ha enseñado,
aún más que con sus palabras, que sólo lo posee todo el que no posee nada.
Su nacimiento en un establo y su huída a Egipto nos hacen comprender ya,
que el Hijo del hombre no tendría un lugar donde reposar la cabeza. El que
quiera seguirle debe saber que nosotros no tenemos aquí abajo una morada
permanente. Cuanto más vivamente tomemos conciencia de ello, más
ardientemente tenderemos hacia nuestra morada futura y exultaremos sólo de
pensar que tenemos derecho de ciudadanía en el cielo.
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domingo, 27 de junio de 2010
Evangelio del Día
domingo, 20 de junio de 2010
Evangelio del Día
domingo 20 Junio 2010
XII Domingo del Tiempo Ordinario
Santa Florentina
Leer el comentario del Evangelio por
Catecismo de la Iglesia Católica : «Que tome su cruz y que me siga»
Lecturas
Zacarías 12,10-11.13,1.
Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un
espíritu de gracia y de súplica; y ellos mirarán hacia mí. En cuanto al que
ellos traspasaron, se lamentarán por él como por un hijo único y lo
llorarán amargamente como se llora al primogénito.
Aquel día, habrá un gran lamento en Jerusalén, como el lamento de Hadad
Rimón, en la llanura de Meguido.
Aquel día, habrá una fuente abierta para la casa de David y para los
habitantes de Jerusalén, a fin de lavar el pecado y la impureza.
Pablo a los Gálatas 3,26-29.
Porque todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús,
ya que todos ustedes, que fueron bautizados en Cristo, han sido revestidos
de Cristo.
Por lo tanto, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni
mujer, porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús.
Y si ustedes pertenecen a Cristo, entonces son descendientes de Abraham,
herederos en virtud de la promesa.
Lucas 9,18-24.
Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les
preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?".
Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías;
y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado".
"Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro, tomando la
palabra, respondió: "Tú eres el Mesías de Dios".
Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie.
"El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los
ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y
resucitar al tercer día".
Después dijo a todos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí
mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga.
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por
mí, la salvará.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
Catecismo de la Iglesia Católica
§ 306-308
«Que tome su cruz y que me siga»
Dios es el Señor soberano de su designio. Pero para su realización se
sirve también del concurso de las criaturas. Esto no es un signo de
debilidad, sino de la grandeza y la bondad de Dios Todopoderoso. Porque
Dios no da solamente a sus criaturas la existencia, les da también la
dignidad de actuar por sí mismas... y de cooperar así a la realización de
su designio. Dios concede a los hombres incluso poder
participar libremente en su providencia confiándoles la responsabilidad de
«someter la tierra y dominarla» (Gn 1, 26-28). Dios da así a los hombres el
ser causas inteligentes y libres para completar la obra de la Creación,
para perfeccionar su armonía para su bien y el de sus prójimos. Los
hombres, cooperadores a menudo inconscientes de la voluntad divina, pueden
entrar libremente en el plan divino no sólo por sus acciones y oraciones,
sino también por sus sufrimientos. Entonces llegan a ser plenamente
«colaboradores de Dios» (1C 3,9 ; 1Te 3,2) y de su Reino.
Es una verdad inseparable de la fe en Dios Creador: Dios actúa en las obras
de sus criaturas. Es la causa primera que opera en y por las causas
segundas: «Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien
le parece (Flp 2,13).
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domingo, 13 de junio de 2010
Evangelio del Día
domingo 13 Junio 2010
XI Domingo del Tiempo Ordinario
San Antonio de Padua
Leer el comentario del Evangelio por
San Ambrosio : «Tu fe te ha salvado. Vete en paz»
Lecturas
Samuel 2 12,7-10.13.
Entonces Natán dijo a David: "¡Ese hombre eres tú! Así habla el Señor, el
Dios de Israel: Yo te ungí rey de Israel y te libré de las manos de Saúl;
te entregué la casa de tu señor y puse a sus mujeres en tus brazos; te di
la casa de Israel y de Judá, y por si esto fuera poco, añadiría otro tanto
y aún más.
¿Por qué entonces has despreciado la palabra del Señor, haciendo lo que es
malo a sus ojos? ¡Tú has matado al filo de la espada a Urías, el hitita!
Has tomado por esposa a su mujer, y a él lo has hecho morir bajo la espada
de los amonitas.
Por eso, la espada nunca más se apartará de tu casa, ya que me has
despreciado y has tomado por esposa a la mujer de Urías, el hitita.
David dijo a Natán: "¡He pecado contra el Señor!". Natán le respondió: "El
Señor, por su parte, ha borrado tu pecado: no morirás.
Pablo a los Gálatas 2,16.19-21.
Pero como sabemos que el hombre no es justificado por las obras de la Ley,
sino por la fe en Jesucristo, hemos creído en él, para ser justificados por
la fe Cristo y no por las obras de la Ley: en efecto, nadie será
justificado en virtud de las obras de la Ley.
Pero en virtud de la Ley, he muerto a la Ley, a fin de vivir para Dios. Yo
estoy crucificado con Cristo,
y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí: la vida que sigo viviendo en
la carne, la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por
mí.
Yo no anulo la gracia de Dios: si la justicia viene de la Ley, Cristo ha
muerto inútilmente.
Lucas 7,36-50.8,1-3.
Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó
a la mesa.
Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que
Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de
perfume.
Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a
bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos
y los ungía con perfume.
Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: "Si este hombre fuera
profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una
pecadora!".
Pero Jesús le dijo: "Simón, tengo algo que decirte". "Di, Maestro!",
respondió él.
"Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el
otro cincuenta.
Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo
amará más?".
Simón contestó: "Pienso que aquel a quien perdonó más". Jesús le dijo: "Has
juzgado bien".
Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Entré en tu
casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con
sus lágrimas y los secó con sus cabellos.
Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis
pies.
Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies.
Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido
perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le
perdona poco, demuestra poco amor".
Después dijo a la mujer: "Tus pecados te son perdonados".
Los invitados pensaron: "¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar
los pecados?".
Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz".
Después, Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando
la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce
y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y
enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete
demonios;
Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que
los ayudaban con sus bienes.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
San Ambrosio (hacia 340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia
La Penitencia, II, 8
«Tu fe te ha salvado. Vete en paz»
«No son los que están sanos los que tienen necesidad de médico, sino
los que están enfermos» (Mt 9,12). Enseña al médico tu herida de manera que
puedas ser curado. Aunque tú no se la enseñes, él la conoce, pero exige de
ti que le hagas oír tu voz. Limpia tus llagas con tus lágrimas. Es así como
esta mujer de la que habla el evangelio se quitó de encima su pecado y el
mal olor de su extravío; es así como se ha purificado de su falta, lavando
con sus lágrimas los pies de Jesús. ¡Resérvame para mí
también, oh Jesús, el poder lavar tus pies, esos que has ensuciado mientras
caminabas conmigo!... Pero ¿dónde encontraré el agua viva con la que podré
lavar tus pies? Si no tengo agua, tengo mis lágrimas. ¡Haz que, lavándote
los pies con ellas, yo mismo me purifique! ¿Cómo lo haré para que puedas
decir de mi: «Sus numerosos pecados le han sido perdonados, porque ha amado
mucho»? Confieso que mi deuda es considerable y que se me ha «perdonado
mucho», a mi que he sido arrancado del ruido de las querellas de la plaza
pública y de las responsabilidades del gobierno para ser llamado al
sacerdocio. Temo, por consiguiente, ser considerado como un ingrato si amo
menos, siendo así que se me ha perdonado mucho. No puedo
comparar a esta mujer con cualquiera otra, ya que es, con justa razón, que
ha sido preferida al fariseo Simón que recibía al Señor a comer. Sin
embargo, ella enseña, a todos los que quieren merecer el perdón, que es
besando los pies del Cristo y lavándolos con sus lágrimas, enjugándolos con
sus cabellos, y ungiéndolos con perfume, que lo obtienen... Si no podemos
igualarla, el Señor Jesús sabe venir en ayuda de los débiles. Allí donde
nadie sabe preparar una comida, llevar un perfume, traer consigo una fuente
de agua viva (Jn 4,10), viene él mismo.
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domingo, 6 de junio de 2010
Evangelio del Día
domingo 06 Junio 2010
El Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Corpus Christi) - Solemnidad
Corpus Christi, Orden de la Visitación de Santa María
Leer el comentario del Evangelio por
Santo Tomás de Aquino : «El pan de los ángeles, el pan del hombre en camino, el verdadero pan de los hijos de Dios» (Secuencia de la fiesta)
Lecturas
1 Reyes 17,17-24.
Después que sucedió esto, el hijo de la dueña de casa cayó enfermo, y su
enfermedad se agravó tanto que no quedó en él aliento de vida.
Entonces la mujer dijo a Elías: "¿Qué tengo que ver yo contigo, hombre de
Dios? ¡Has venido a mi casa para recordar mi culpa y hacer morir a mi
hijo!".
"Dame a tu hijo", respondió Elías. Luego lo tomó del regazo de su madre, lo
subió a la habitación alta donde se alojaba y lo acostó sobre su lecho.
E invocó al Señor, diciendo: "Señor, Dios mío, ¿también a esta viuda que me
ha dado albergue la vas a afligir, haciendo morir a su hijo?".
Después se tendió tres veces sobre el niño, invocó al Señor y dijo:
"¡Señor, Dios mío, que vuelva la vida a este niño!".
El Señor escuchó el clamor de Elías: el aliento vital volvió al niño, y
éste revivió.
Elías tomó al niño, lo bajó de la habitación alta de la casa y se lo
entregó a su madre. Luego dijo: "Mira, tu hijo vive".
La mujer dijo entonces a Elías: "Ahora sí reconozco que tú eres un hombre
de Dios y que la palabra del Señor está verdaderamente en tu boca".
Pablo a los Gálatas 1,11-19.
Quiero que sepan, hermanos, que la Buena Noticia que les prediqué no es
cosa de los hombres, porque
yo no la recibí ni aprendí de ningún hombre, sino por revelación de
Jesucristo.
Seguramente ustedes oyeron hablar de mi conducta anterior en el Judaísmo:
cómo perseguía con furor a la Iglesia de Dios y la arrasaba,
y cómo aventajaba en el Judaísmo a muchos compatriotas de mi edad, en mi
exceso de celo por las tradiciones paternas.
Pero cuando Dios, que me eligió desde el seno de mi madre y me llamó por
medio de su gracia, se complació
en revelarme a su Hijo, para que yo lo anunciara entre los paganos, de
inmediato, sin consultar a ningún hombre
y sin subir a Jerusalén para ver a los que eran Apóstoles antes que yo, me
fui a Arabia y después regresé a Damasco.
Tres años más tarde, fui desde allí a Jerusalén para visitar a Pedro, y
estuve con él quince días.
No vi a ningún otro Apóstol, sino solamente a Santiago, el hermano del
Señor.
Lucas 7,11-17.
En seguida, Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus
discípulos y de una gran multitud.
Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar
al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba.
Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: "No llores".
Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y
Jesús dijo: "Joven, yo te lo ordeno, levántate".
El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: "Un gran
profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo".
El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y
en toda la región vecina.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
Santo Tomás de Aquino (1225-1274), teólogo dominico, doctor de la Iglesia
Oraciones
«El pan de los ángeles, el pan del hombre en camino, el verdadero pan de los hijos de Dios» (Secuencia de la fiesta)
Dios todopoderoso y eterno, heme aquí, acercándome al sacramento de
vuestro Hijo único, nuestro Señor Jesucristo. Enfermo como estoy, vengo al
médico de quien depende mi vida; sucio, a la fuente de la misericordia;
ciego, al hogar de la luz eterna; pobre y desprovisto de todo, al dueño del
cielo y de la tierra. Imploro, pues, tu misericordia, tu
inagotable generosidad, a fin de que te dignes curar mis enfermedades,
lavar mis suciedades, iluminar mi ceguera, cubrir mi desnudez; y que así
pueda yo recibir el pan de los ángeles (sl 77,25), al Rey de reyes, al
Señor de los señores (1Tm 6,15), con toda reverencia y humildad, toda mi
contrición y devoción, toda la pureza de mi fe, toda la firmeza de mis
propósitos y la rectitud de intención que requiere la salvación de mi
alma. Dame, te lo ruego, no recibir simplemente el
sacramento de tu Cuerpo y de tu Sangre, sino toda la fuerza y eficacia del
sacramento. Oh Dios, lleno de dulzura, concédeme recibir de tal modo el
Cuerpo de tu Hijo único, nuestro Señor Jesucristo, este cuerpo material que
él recibió de la Virgen María, que merezca ser incorporado a su Cuerpo
místico y contado entre sus miembros. Padre lleno de amor,
concédeme que este Hijo muy amado que me preparo a recibir ahora bajo el
velo que conviene a mi estado de viajero, pueda un día contemplar a cara
descubierta y por la eternidad, a él que, siendo Dios, vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
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