domingo 25 Abril 2010
Domingo de la IV Semana de Pascua
Beata Lupita, San Marcos, San Pedro Bentancur, Beato José Tous y Soler de Igualada, Beato Juan Bautista Piamarta
Leer el comentario del Evangelio por
Basilio de Seleucia : «Yo soy el buen pastor, el verdadero pastor» (Jn 10,11)
Lecturas
Hechos 13,14.43-52.
pero ellos continuaron su viaje, y de Perge fueron a Antioquía de Pisidia.
El sábado entraron en la sinagoga y se sentaron.
Cuando se disolvió la asamblea, muchos judíos y prosélitos que adoraban a
Dios siguieron a Pablo y a Bernabé. Estos conversaban con ellos,
exhortándolos a permanecer fieles a la gracia de Dios.
Casi toda la ciudad se reunió el sábado siguiente para escuchar la Palabra
de Dios.
Al ver esa multitud, los judíos se llenaron de envidia y con injurias
contradecían las palabras de Pablo.
Entonces Pablo y Bernabé, con gran firmeza, dijeron: "A ustedes debíamos
anunciar en primer lugar la Palabra de Dios, pero ya que la rechazan y no
se consideran dignos de la Vida eterna, nos dirigimos ahora a los paganos.
Así nos ha ordenado el Señor: Yo te he establecido para ser la luz de las
naciones, para llevar la salvación hasta los confines de la tierra".
Al oír esto, los paganos, llenos de alegría, alabaron la Palabra de Dios, y
todos los que estaban destinados a la Vida eterna abrazaron la fe.
Así la Palabra del Señor se iba extendiendo por toda la región.
Pero los judíos instigaron a unas mujeres piadosas que pertenecían a la
aristocracia y a los principales de la ciudad, provocando una persecución
contra Pablo y Bernabé, y los echaron de su territorio.
Estos, sacudiendo el polvo de sus pies en señal de protesta contra ellos,
se dirigieron a Iconio.
Los discípulos, por su parte, quedaron llenos de alegría y del Espíritu
Santo.
Apoc. 7,9.14-17.
Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada
por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas. Estaban de
pie ante el trono y delante del Cordero, vestidos con túnicas blancas;
llevaban palmas en la mano y exclamaban con voz potente:
Yo le respondí: "Tú lo sabes, señor". Y él me dijo: "Estos son los que
vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han
blanqueado en la sangre del Cordero.
Por eso están delante del trono de Dios y le rinden culto día y noche en su
Templo. El que está sentado en el trono habitará con ellos:
nunca más padecerán hambre ni sed, ni serán agobiados por el sol o el
calor.
Porque el Cordero que está en medio del trono será su Pastor y los
conducirá hacia los manantiales de agua viva. Y Dios secará toda lágrima de
sus ojos".
Juan 10,27-30.
Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen.
Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de
mis manos.
Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar
nada de las manos de mi Padre.
El Padre y yo somos una sola cosa".
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
Basilio de Seleucia (?- hacia 468) obispo
Homilía 26 sobre el Buen Pastor; PG 85, 299-308
«Yo soy el buen pastor, el verdadero pastor» (Jn 10,11)
Abel, el primer pastor, fue la admiración del Señor que gustoso acogió
su sacrificio y prefirió mucho más al dador que al don que éste le ofrecía
(Gn 4,4). La Escritura elogia también a Jacob, pastor del rebaño de Labán,
haciendo notar los desvelos que tenía para con sus ovejas: «Estaba yo que
de día me devoraba el resistero, y de noche la helada» (Gn 31,40); y Dios
recompensó a ese hombre su trabajo. También Moisés fue pastor en los montes
de Madián, prefiriendo ser maltratado con el pueblo de Dios a los goces [en
el palacio del Faraón]. Dios, admirando su elección, le recompensó
dejándose ver por Moisés (Ex 3,2). Y después de la visión, Moisés no
abandono su oficio de pastor, sino que con su cayado mandó a los elementos
(Ex 14,16) y pastoreó al pueblo de Israel. También David fue pastor pero su
cayado de pastor fue cambiado en cetro real y recibió la corona. No te
sorprenda que todos estos pastores sean cercanos a Dios. El mismo Señor no
se sonrojó por ser llamado «pastor» (Sls 22; 79). Dios no se sonroja de
pastorear a los hombres, igual que no se sonroja por haberlos creado. Pero fijémonos ahora en nuestro pastor, Cristo; contemplemos
su amor por los hombres y su suavidad para conducirlos a las praderas. Se
alegra de las ovejas que lo rodean igual que busca a las que se extravían.
No son para él obstáculo alguno ni los montes ni los bosques; corre por
«cañadas oscuras» (Sl 22/23, 4) hasta llegar al lugar donde se encuentra la
oveja perdida... Le vemos en los abismos; da orden de salir de allí; es así
como busca el amor de sus ovejas. El que ama a Cristo es el que sabe oír su
voz.
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domingo, 25 de abril de 2010
Evangelio del Día
domingo, 18 de abril de 2010
Evangelio del Día
domingo 18 Abril 2010
III Domingo de Pascua
San Francisco Solano, San Perfecto, Beata Savina Petrilli , San Ricardo Pampuri, Beata María de la Encarnación
Leer el comentario del Evangelio por
Juan Pablo II : « ¿Me amas? »
Lecturas
Hechos 5,27-32.40-41.
Los hicieron comparecer ante el Sanedrín, y el Sumo Sacerdote les dijo:
"Nosotros les habíamos prohibido expresamente predicar en ese Nombre, y
ustedes han llenado Jerusalén con su doctrina. ¡Así quieren hacer recaer
sobre nosotros la sangre de ese hombre!".
Pedro, junto con los Apóstoles, respondió: "Hay que obedecer a Dios antes
que a los hombres.
El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, al que ustedes hicieron
morir suspendiéndolo del patíbulo.
A él, Dios lo exaltó con su poder, haciéndolo Jefe y Salvador, a fin de
conceder a Israel la conversión y el perdón de los pecados.
Nosotros somos testigos de estas cosas, nosotros y el Espíritu Santo que
Dios ha enviado a los que le obedecen".
llamaron a los Apóstoles, y después de hacerlos azotar, les prohibieron
hablar en el nombre de Jesús y los soltaron.
Los Apóstoles, por su parte, salieron del Sanedrín, dichosos de haber sido
considerados dignos de padecer por el nombre de Jesús.
Apoc. 5,11-14.
Y después oí la voz de una multitud de Angeles que estaban alrededor del
trono, de los Seres Vivientes y de los Ancianos. Su número se contaba por
miles y millones,
y exclamaban con voz potente: "El Cordero que ha sido inmolado es digno de
recibir el poder y la riqueza, la sabiduría, la fuerza y el honor, la
gloria y la alabanza".
También oí que todas las criaturas que están en el cielo, sobre la tierra,
debajo de ella y en el mar, y todo lo que hay en ellos, decían: "Al que
está sentado sobre el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder,
por los siglos de los siglos".
Los cuatro Seres Vivientes decían: "¡Amén!", y los Ancianos se postraron en
actitud de adoración.
Juan 21,1-19.
Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del
mar de Tiberíades. Sucedió así:
estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná
de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.
Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos también
nosotros". Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada.
Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que
era él.
Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron:
"No".
El les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán". Ellos
la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla.
El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el Señor!". Cuando Simón
Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba
puesto, y se tiró al agua.
Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces,
porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla.
Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las
brasas y pan.
Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar".
Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces
grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no
se rompió.
Jesús les dijo: "Vengan a comer". Ninguno de los discípulos se atrevía a
preguntarle: "¿Quién eres", porque sabían que era el Señor.
Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.
Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas
más que estos?". El le respondió: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero".
Jesús le dijo: "Apacienta mis corderos".
Le volvió a decir por segunda vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?". El le
respondió: "Sí, Señor, sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta mis
ovejas".
Le preguntó por tercera vez: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?". Pedro se
entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo:
"Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero". Jesús le dijo: "Apacienta
mis ovejas.
Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde
querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y
te llevará a donde no quieras".
De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y
después de hablar así, le dijo: "Sígueme".
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
Juan Pablo II
Homilía en París el 30/05/80
« ¿Me amas? »
«¿Amas?... ¿Me amas?». Para siempre, hasta el final de su vida, Pedro
tenía que seguir su camino acompañado de esta triple pregunta: «¿Me amas?»
Y medir todas sus actividades según la respuesta que entonces había dado:
cuando fue convocado ante el Sanedrín; cuando lo encarcelaron en Jerusalén,
de cuya prisión no podía salir, y sin embargo, salió. Y... en Antioquia, y
después más lejos todavía, de Antioquia a Roma. Y ya en Roma, cuando
habiendo perseverado hasta el final de sus días, conoció la fuerza de las
palabras según las cuales Otro le conduciría donde él no quería. Y sabía
también que, gracias a la fuerza de esas palabras, en la Iglesia «los
hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la
vida común, en la fracción del pan y en las oraciones» y que «el Señor
agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar» (Hch
2,42.48)... Pedro ya no pudo jamás desprenderse de esta
pregunta: «¿Me amas?» La lleva consigo donde quiera que vaya. La lleva a
través de los siglos, a través de las generaciones. En medio de los nuevos
pueblos y de la nuevas naciones. En medio de la lenguas y de las razas
siempre nuevas. La lleva él solo, y sin embargo, nunca está solo. Otros la
llevan con él... Ha habido y hay muchos hombres y mujeres que han sabido y
saben todavía hoy que toda su vida tiene valor y sentido sólo y
exclusivamente en la medida en que es una respuesta a esta misma pregunta:
«¿Amas?... ¿Me amas?». Han dado y dan su respuesta de manera total y
perfecta una respuesta heroica- o bien de manera común, ordinaria. Pero en
todo caso saben que su vida, que la vida humana en general, tiene valor y
sentido en la medida que es la respuesta a esta pregunta: «¿Amas?». Es tan
sólo gracias a esta pregunta que la vida vale la pena ser vivida.
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domingo, 11 de abril de 2010
Evangelio del Día
domingo 11 Abril 2010
II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia
Santa Gemma Galgani, San Estanilao, Domingo de la Divina Misericordia, San Antipas
Leer el comentario del Evangelio por
Gregorio de Narek : «Recibid el Espíritu Santo»
Lecturas
Hechos 5,12-16.
Los Apóstoles hacían muchos signos y prodigios en el pueblo. Todos solían
congregarse unidos en un mismo espíritu, bajo el pórtico de Salomón,
pero ningún otro se atrevía a unirse al grupo de los Apóstoles, aunque el
pueblo hablaba muy bien de ellos.
Aumentaba cada vez más el número de los que creían en el Señor, tanto
hombres como mujeres.
Y hasta sacaban a los enfermos a las calles, poniéndolos en catres y
camillas, para que cuando Pedro pasara, por lo menos su sombra cubriera a
alguno de ellos.
La multitud acudía también de las ciudades vecinas a Jerusalén, trayendo
enfermos o poseídos por espíritus impuros, y todos quedaban curados.
Apoc. 1,9-11.12-13.17-19.
Yo, Juan, hermano de ustedes, con quienes comparto las tribulaciones, el
Reino y la espera perseverante en Jesús, estaba exiliado en la isla de
Patmos, a causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesús.
El Día del Señor fui arrebatado por el Espíritu y oí detrás de mí una voz
fuerte como una trompeta, que decía:
"Escribe en un libro lo que ahora vas a ver, y mándalo a las siete
iglesias: a Efeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardes, a Filadelfia
y a Laodicea".
Me di vuelta para ver de quién era esa voz que me hablaba, y vi siete
candelabros de oro,
y en medio de ellos, a alguien semejante a un Hijo de hombre, revestido de
una larga túnica que estaba ceñida a su pecho con una faja de oro.
Al ver esto, caí a sus pies, como muerto, pero él, tocándome con su mano
derecha, me dijo: "No temas: yo soy el Primero y el Ultimo, el Viviente.
Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre y tengo la llave de la Muerte y
del Abismo.
Escribe lo que has visto, lo que sucede ahora y lo que sucederá en el
futuro.
Juan 20,19-31.
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas
las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los
judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté
con ustedes!".
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se
llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió
a mí, yo también los envío a ustedes".
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo.
Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán
retenidos a los que ustedes se los retengan".
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos
cuando llegó Jesús.
Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". El les
respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el
dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré".
Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y
estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las
puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".
Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu
mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de
fe".
Tomas respondió: "¡Señor mío y Dios mío!".
Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen
sin haber visto!".
Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos,
que no se encuentran relatados en este Libro.
Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el
Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
Gregorio de Narek (hacia 944- hacia 1010), monje y poeta armenio
Libro de oraciones, nº 33
«Recibid el Espíritu Santo»
Todopoderoso, Bienhechor, Amigo de los hombres, Dios de todos.Creador de los seres visibles e invisibles,a Ti que salvas y
fortaleces,que cuidas y pacificas,Espíritu poderoso del
Padre...,que compartes el mismo trono, la misma gloria,la misma
acción creadora del Padre...Por ti, como intermediario, nos ha sido
reveladala Trinidad de Personas en la unidad de la naturaleza de la
Divinidad;Tú eres reconocido ser una entre estas Personas,Tú,
el incomprensible... Tú has sido proclamado por Moisés,
Espíritu de Dios (Gn 1,2):aleteabas por encima de las aguasenvolviéndolo todo con una protección pavorosa, llena de solicitud,has desplegado tus alas como signo de tu asistencia compasiva a favor de
los recién nacidos,y por ahí nos revelaste el misterio de la fuente
bautismal...Tú has creado, oh Señor Todopoderoso (cf Credo)las
naturalezas de todo cuanto existe,de todos los seres salidos de la
nada.Por ti y a través de la resurrección son renovadostodos
los seres creados por ti,en el momento del último día de vida aquí
abajo y el primer día en la Tierra de los vivos. El
que tiene tu misma naturaleza,Aquel que es consubstancial al Padre,
el Hijo primogénito,en una naturaleza como la nuestra, te ha
obedecido como Padre suyo,uniendo su voluntad a la tuya.Te
anunció como verdadero Dios,igual y consubstancial a su Padre
todopoderoso...y cerró la boca a los que se te oponíancombatiendo contra Dios (cf Mt 12,28),pero perdonando lo que iba
contra él. Justo e Inmaculado es el Salvador de todos,que ha sido entregado a causa de nuestros pecadosy resucitado para
nuestra justificación (Rm 4,25).A él la gloria a través tuyo,y
a ti la alabanza con el Padre todopoderoso, por los siglos de los
siglos.Amén
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domingo, 4 de abril de 2010
¡Les deseamos una muy feliz y santa Pascua de Resurrección!
EL EVANGELIO DEL DÍA
Un servicio de evangelización de dimensión universal
http://www.evangeliodeldia.org
¿ Señor, a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Jn 6, 68
Queridas Amigas, queridos Amigos :
¡Les deseamos una muy feliz y santa Pascua de Resurrección!
¡Cristo resucitó de entre los muertos!
Por su muerte, venció a la muerte. El cielo es abierto. Cristo da la vida a los muertos. El Cordero de Dios rescata las ovejas. La muerte y la vida entraron en combate: el autor de la vida da su vida. Ahora vive y reina:
¡ Christus vincit, Christus regnat, Christus imperat!
Sostengamos con nuestra fe y amor a todos los sacerdotes del mundo.
¡Qué podamos ser para todos nuestros hermanos signos vivos de la esperanza en nuestra resurrección futura!
Pidamos a Jesús sacerdote de transformarnos ahora en los portadores de la Buena Noticia de su resurrrección.
Una manera entre otras de ser testigos y llevar la Palabra a todos los rincones de la tierra es de proponer a sus amigos de inscribirse en la página www.evangeliodeldia.org para recibir también el Evangelio del Día en su correo electrónico cada día. Les recordamos que el servicio del Evangelio del Día está disponible también en francés, alemán, inglés, holandés, árabe, polaco, italiano, portugués y arménio.
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El Equipo hispano-hablante del Evangelio del Día,
Hermana Marían y Hermana Eulalía, Hermana Cristina, Graciela, Roberto, Marco y Blandine
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Evangelio del Día
domingo 04 Abril 2010
Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor
San Isidoro de Sevilla
Leer el comentario del Evangelio por
Proclo de Constantinopla : «Día de gozo y de alegría» (sl 117,24)
Lecturas
Hechos 10,34.37-43.
Entonces Pedro, tomando la palabra, dijo: "Verdaderamente, comprendo que
Dios no hace acepción de personas,
Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea,
después del bautismo que predicaba Juan:
cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de
poder. El pasó haciendo el bien y curando a todos los que habían caído en
poder del demonio, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en
Jerusalén. Y ellos lo mataron, suspendiéndolo de un patíbulo.
Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara,
no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a
nosotros, que comimos y bebimos con él, después de su resurrección.
Y nos envió a predicar al pueblo, y atestiguar que él fue constituido por
Dios Juez de vivos y muertos.
Todos los profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él
reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre".
Pablo a los Colosenses 3,1-4.
Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo
donde Cristo está sentado a la derecha de Dios.
Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la
tierra.
Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo
en Dios.
Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también
aparecerán con él, llenos de gloria.
Juan 20,1-9.
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro,
María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.
Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba,
y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han
puesto".
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.
Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que
Pedro y llegó antes.
Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.
Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las
vendas en el suelo,
y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las
vendas, sino enrollado en un lugar aparte.
Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él
también vio y creyó.
Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar
de entre los muertos.
Extraído de la Biblia, Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por
Proclo de Constantinopla (hacia 390-446), obispo
Sermón 14; PG 65, 796
«Día de gozo y de alegría» (sl 117,24)
¡Qué fiesta más bella la de Pascua! ¡Qué bella la asamblea! ¡Esta
fiesta contiene en sí tantos misterios antiguos y nuevos! En esta semana de
fiesta, o mejor de alegría, por toda la tierra los hombres se alegran e
incluso las potestades del cielo se unen a nosotros para celebrar con gozo
la resurrección del Señor. Exultan los ángeles y los arcángeles que esperan
que el rey de los cielos, Cristo nuestro Dios, vuelva de la tierra
vencedor; exultan los coros de los santos que proclaman a Cristo «el que
fue engendrado antes de la aurora» (Sl 109,3). Exulta la tierra: la sangre
de un Dios la ha lavado. Exulta el mar: el paso del Señor lo ha honrado.
Que exulte todo hombre renacido del agua y del Espíritu; que exulte Adán,
el primer hombre, liberado de la antigua maldición... La
resurrección de Cristo no sólo ha instaurado este día de fiesta, sino que
en lugar del sufrimiento nos procura la salvación, en lugar de la muerte la
inmortalidad, en lugar de las heridas la sanación, en lugar de la
degradación la resurrección. En otro tiempo el misterio de Pascua se
realizaba en Egipto según los ritos señalados por la Ley; el sacrificio del
cordero no era más que un signo. Pero hoy celebramos, según el Evangelio,
una pascua espiritual que es el día de la resurrección. Allí se inmolaba un
cordero del rebaño...; aquí es Cristo en persona el que se ofrece como
cordero de Dios. Allí, un animal del aprisco; aquí, no un cordero, sino el
pastor, él mismo, el que da su vida por sus ovejas (Jn 10,11)... Allí, los
hebreos atravesaron el mar Rojo y entonaron un himno de victoria en honor
de su defensor: «Cantemos al Señor, sublime es su victoria» (Ex 15,1).
Aquí, los que han sido considerados dignos del bautismo, cantan en su
corazón el himno de victoria: «Uno solo es santo, un solo Dios, Jesucristo
en la gloria de Dios Padre. Amén». Y el profeta exclama: «El Señor reina
vestido de majestad» (Sl 92,1). Los hebreos atravesaron el desierto y
comieron el maná. Hoy, al salir de las fuentes bautismales comen el pan
bajado del cielo (Jn 6,51).
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